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Por qué es bueno que tu hijo se equivoque

Los niños pueden sentirse paralizados por el miedo al error, que bloquea su capacidad creativa para encontrar soluciones alternativas

Un niño juega a los bolos.
Un niño juega a los bolos.Unsplash

La equivocación suele asociarse al fracaso. Los niños reciben esta percepción de los adultos y crecen con la sensación de que todo se basa en el acierto o el error. Pero, tras esa dualidad, hay más opciones y puntos de vista que enriquecen el camino de los niños hacia su edad adulta. Aprender, implica experimentar. “De los errores se aprende, cuando se produce un proceso reflexivo posterior para analizar por qué me he equivocado. Se está perdiendo el desarrollo del pensamiento crítico en la educación de los niños. Se inculca la competitividad; el ser el mejor y pisotear al resto para alcanzar objetivos, como un puesto de trabajo. Esto provoca que los niños crean que para sacar mejores notas tienen que hacer todo bien a la primera; no equivocarse y no frustrarse”, explica Ana López, pedagoga, especialista en neuropsicología educativa.

Poner el foco de los niños en acertar siempre y no equivocarse suponga una distorsión de la vida real, que conduce a tener que ser “tolerante con la incertidumbre y flexible. Estamos educando a los niños en una incoherencia psicológica y emocional. Conviene enseñarles a regular las expectativas. Mostrarles que si algo no sucede de determinada manera, no ocurre nada. Se trata de ser analizar, reflexionar y volver a planificar. De forma que, si un niño o adolescente saca un cuatro en un examen y en el siguiente saca un seis y va mejorando, ahí está el logro y el acierto. Ha sabido reaprender, reajustar su comportamiento y adaptarse”, comenta López.

Equivocarse para crecer

La base del aprendizaje de los niños y, en general de todas las personas, es el error. “Cuando me equivoco, despierto; siento frustración porque el resultado no corresponde con lo que esperaba. Me paro; reflexiono y mejoro mi plan de actuación. Todo son beneficios. Conviene que los adultos nos planteemos qué entendemos por equivocación y enseñar a nuestros hijos a reflexionar sobre el error y no tanto a reaccionar frente al castigo”, añade la psicóloga Ana López.

La sociedad del éxito implica que estemos “orientados y presionados para hacer las cosas bien. Hay mucha obsesión con la seguridad y el control, pero la vida no puede dirigirse siempre según nuestros deseos e ideales. Como padres y educadores transmitimos esto mismo a los niños en cuestiones, como ser obedientes, portarse bien, sacar buenas notas o no dar problemas. Nos lo ponemos y se lo ponemos, no difícil sino imposible. Esta actitud nos produce una presión, muchas veces, innecesaria, que llega a obstaculizar el desarrollo de otras capacidades, como la creatividad. Las aulas están llenas de alumnos que aunque han estudiado lo suficiente y saben los contenidos, al llegar al examen se bloquean y no son capaces de responder”, dice Tristana Suárez, psicóloga y terapeuta Gestalt.

El miedo del niño a equivocarse y sus consecuencias

Los niños se pueden sentir paralizados por el miedo al error. “Se puede bloquear la creatividad necesaria para buscar soluciones alternativas a lo que parece la única respuesta correcta. Hay muchos campos en la vida donde no existe la dualidad del error o acierto. En gran medida, porque el ser humano se desarrolla en procesos que conllevan tiempo. Lo que parecía ser una equivocación, al final resulta no serlo y, gracias a ello, podemos aprender lecciones, que de otra manera, no hubiésemos descubierto”, comenta Suárez.

Enseñar a los niños a equivocarse “sin miedo; sin pensar tanto en los resultados y más en la experimentación, la exploración e incluso el juego, les puede ayudar mucho, tanto a ellos como a los adultos que les rodean. Acertar y hacerlo bien puede mejorar la autoestima y el autoconcepto, pero nos forjamos con las dificultades y los baches. De esta forma, los niños pueden desarrollar aptitudes que el éxito no proporciona, como la resiliencia, la capacidad de tomar perspectiva, la paciencia, la noción de los propios límites o aprender a reajustar las metas hacia parámetros más realistas. En el error, hay, muchas veces, grandes aciertos. Aparece lo inesperado. Lo sorprendente nos rompe los esquemas y nos obliga a crear otros nuevos. De eso se trata crecer. Además, tener la experiencia de la superación, genera niveles de autoestima de mayor calidad y más estables”, concluye la psicóloga Tristana Suárez.

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