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Pedagogía
Crónica
Texto informativo con interpretación

Niñas pilotas y niños enfermeros, ¿y si educamos sin corsés?

Criar sin estereotipos empieza por reconocer que estos existen en la sociedad y que por ello la familia tiene un papel importante para hacer todo lo posible por no seguir reproduciéndolos

Los estereotipos de género no solo se aprenden en el relato de las familias, otros agentes socializadores son la escuela, los compañeros/as de clase, los medios de comunicación, las series de televisión, las redes sociales o la publicidad
Los estereotipos de género no solo se aprenden en el relato de las familias, otros agentes socializadores son la escuela, los compañeros/as de clase, los medios de comunicación, las series de televisión, las redes sociales o la publicidadPexels

El Instituto de las Mujeres realizó en 2020 un estudio sobre estereotipos y roles de género en la publicidad de juguetes y las conclusiones son tajantes. El 34 % de los anuncios relacionados con profesiones y dirigidos a niñas se asocian con el sector de peluquería y estética; de los dirigidos a niños, el 50 % lo hace con la actividad de piloto, policía o militar. El género es una construcción social y por tanto no hay juguetes, ropa, estudios, deportes, profesiones, cortes de pelo para chicos o para chicas. El sistema sexo-género se aprende desde la cuna y los juguetes socializan a las niñas en unos estereotipos y a los niños en otros.

Los estereotipos de género no solo se aprenden en el relato de las familias, otros agentes socializadores son la escuela, los compañeros/as de clase, los medios de comunicación, las series de televisión, las redes sociales o la publicidad. Para Clara Merín de Educaiguales los estereotipos definen “cómo deberíamos ser y restringen la libertad de que cada niña/niño o individuo sea como realmente quiera ser”. Está claro que no a todos los niños les gustan los tractores, ni a todas las niñas les gusta el color rosa, pero si desde que somos chiquitos, “por el hecho de ser niñas nos regalan el carrito, la muñeca y el biberón nos están dando el mensaje de que los cuidados y el ámbito doméstico es nuestro lugar natural como futuras mujeres”. Merín considera que, en cambio, a los niños se les regalan juguetes para jugar en el espacio público y que recalcan valores como la competitividad, el liderazgo, el dinamismo, la ambición.

Si educamos en valores de respeto, de cooperación, creatividad e imaginación, si enseñamos a expresar las emociones y relacionarnos de forma sana, la agente de igualdad Sara Order Luna dice que llegará un día que sus alumnas de 4º de primaria no le dirán “que los chicos les dejan jugar a futbol en el patio, que les permiten entrar en su espacio, pero que cuando ellas marcan goles, estos no cuentan, no valen, porque son de chicas”. Educar sin estereotipos es dar la libertad de información y de posibilidades para que cada persona se desarrolle en todas las capacidades que desee, sin verse con limitaciones, sufrimiento y discriminaciones por cuestiones de imposiciones sociales llamadas normas de género, dice Order Luna.

Señala también que educar sin estereotipos empieza por reconocer que estos existen en la sociedad y que por ello la familia tiene un papel importante para hacer todo lo posible por no seguir reproduciéndolos. “Una buena práctica es si tenemos hijos y los introducimos en aquellas cosas que consideras femeninas, y si tenemos hijas en las cosas consideradas masculinas”. Por qué no pueden las niñas soñar con ser camioneras o lampistas, y los niños enfermeras o maestras del jardín de infancia. Para Clara Merín las diferencias entre niños y niñas, son culturales y tienen que ver con la construcción social de lo que significa ser hombre o mujer en una cultura/sociedad determinada. “El género además incluye una jerarquía, según la cual lo masculino siempre es superior y lo femenino es inferior. De ahí que esté tan mal visto por los niños varones llorar como una niña”.

En su libro Maldito Estereotipo, Yolanda Domínguez expone la importancia de las imágenes, personajes e historias de ficción: “Si no admiramos en la ficción mujeres doctoras, abogadas, ingenieras o presidentas, las niñas nunca se podrán proyectar en ese lugar. Si no observamos en la ficción hombres amorosos, sensibles, cuidadores que limpien su casa, ¡o las de otros!, tampoco lo contemplaremos en la realidad. No es que esas calles no existan, es que no están representadas en los mapas y por lo tanto no las podemos transitar ni experimentar”.

Sara Order Luna afirma que si queremos que nuestros hijos e hijas sean felices y logren ser la persona que desean ser, no se les puede privar de la mitad de las posibilidades de experimentar con los juegos. “Debemos mostrarles que hay mujeres reales que son científicas, ingenieras, empresarias, deportistas, presidentas. Y que hay hombres reales que son enfermeros, bailarines, profesores de infantil, peluqueros, maquilladores, cuidadores”. Como madres podemos hacer mucho para educar una mirada crítica en niñas y niños. Clara Merín anima, por ejemplo, a cuestionar cuando en las series de ficción solo se representa a personajes masculinos, “podemos incluso pasar el Test de Bechedel a los contenidos audiovisuales”, dice. También sería interesante “llamar su atención cuando en las películas se hacen comentarios machistas o sexistas y cuando los personajes que ven en los dibujos están muy estereotipados”.

Amelia García Pérez, docente y coordinadora de Igualdad CIPFP Misericordia de Valencia y perteneciente a la Associació per la Coeducació”, invita a los padres y a las madres a pensar si seguimos los mandatos de género o si “nos declaramos desobedientes a las normas patriarcales”. Y a preguntarnos: ¿Tiendo a abrigar más a mi hija que a mi hijo?, si tengo una hija ¿le dejo subir a los árboles?, ¿le manifiesto que cruce las piernas?, ¿permito que se ponga ropa cómoda para que pueda moverse libremente? García Pérez considera necesario valorar nuestros actos: “Por ejemplo, si tengo un hijo ¿atiendo sus emociones y las acompaño?, ¿refuerzo su lado más tierno y dulce para que reproduzca ese comportamiento?, ¿permito que me ayude en la cocina, que haga las camas, que pase la escoba?”.

Juegos, abrazo familiar y relato (películas y cuentos) libres de cadenas y condenas de género. La libertad no entiende de corsés ni de profesiones por género. En definitiva, plantar la semilla de que mujeres y hombres tienen las mismas capacidades y deben tener los mismos derechos. Y todas las personas, por el hecho de ser, han de ser respetadas.

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