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Carmen Romero, psicóloga infantil: “Ante una rabieta es muy importante que los padres no pierdan el liderazgo y mantengan la calma”

La también autora de ‘Bilulu lo quiere comprar todo’ explica que es superimportante establecer límites con los hijos, a pesar de que estos puedan sufrir frustración y tener una pataleta, y ofrece pautas para gestionar estas situaciones

NIño llorando
El deber de padres y madres deber es ayudar al niño a manejar las rabietas porque son el inicio de la consolidación de las habilidades sociales.Elena Skarynka (Getty Images/iStockphoto)

A Bilulu le encantan los regalos, pero salir de paseo se ha convertido en una fuente de conflictos. Si mamá y papá no le compran lo que quiere, Bilulu estalla en una rabieta. ¿Cómo enseñarle que la felicidad se puede alcanzar de muchas otras maneras? Este es el resumen del libro Bilulu lo quiere comprar todo (Vegueta Infantil, 2023), de la psicóloga infantil Carmen Romero (Barcelona, 49 años) que, a través de este cuento ―parte de la colección de este personaje cuya primera parte se titula Bilulu se va a dormir (2022)― guía a los progenitores en la difícil tarea de establecer límites y ofrece pautas para gestionar la frustración de los niños.

Quien tiene hijos sabe qué es una rabieta. Unas son más largas que otras, o más intensas, o suceden en el momento que menos te lo esperas, por ejemplo, en medio del supermercado o en un vuelo donde no hay escapatoria”, relata Romero. Nervios, sudores, angustias, impotencia, no saber muy bien qué hacer, sentir que somos unos bichos raros o, lo que es peor, sentir la mirada inquisitoria de otros adultos que con ella parecen decir que no sabemos “controlar” ni “educar a nuestros hijos”, son algunas de las consecuencias, según explica la psicóloga.

PREGUNTA. ¿Es normal que los niños tengan rabietas?

RESPUESTA. Las rabietas son procesos absolutamente normales en todos los niños y forman parte de su desarrollo emocional, aunque algunos tienden a tener más que otros. Pero es importante ser conscientes de que es algo normal y que debemos aprender a gestionarlas para que puedan atravesar esta etapa de la manera más armónica posible.

P. ¿A qué edad empiezan?

R. Suelen iniciarse cerca de los dos años. A veces algo antes o después, pero sí que conviene saber que podemos pasar por etapas en las que haya un aumento de las mismas y otras épocas más tranquilas. Pero todas forman parte de esta adaptación al nuevo mundo del niño, donde empieza a desarrollar sus habilidades sociales. Alrededor de los seis años suelen estar algo más controladas, sin embargo, si los cuidadores o padres tenemos conciencia de lo que sí debemos hacer y de lo que debemos evitar, conseguiremos que esta etapa sea mucho más estable.

P. ¿Qué hay que hacer frente a una rabieta?

R. Lo importante es saber qué errores debemos evitar en el momento que se activa una rabieta. En primer lugar, deberíamos ser pacientes y no ponernos muy nerviosos, a pesar de que oír a nuestro pequeño llorar es algo que nos suele remover y alterarnos. Debemos tratar de no tener prisa para que el niño deje de llorar porque, como nos angustia, intentamos actuar para que se calme y, a veces, se le tiene que acompañar, se le tiene que ofrecer regulación con un abrazo y con una comprensión y conexión. No podemos evitar momentos en los que llore. Otra de las cosas que no debemos hacer es abandonar nuestro liderazgo como cuidadores principales de nuestros hijos. Esto quiere decir que cuando tienen una rabieta que nos supera, acabamos cediendo porque no somos capaces de sostener el llanto de nuestro pequeño. Eso no puede sucedernos como tampoco puede pasar que los cuidadores principales no nos pongamos de acuerdo en cómo actuar frente a la rabieta. Si uno cede siempre y el otro se mantiene firme, el niño estará confundido y tendrá más rabietas.

Carmen Romero, psicóloga infantil, explica que lidiar con las rabietas de los hijos requiere paciencia.
Carmen Romero, psicóloga infantil, explica que lidiar con las rabietas de los hijos requiere paciencia.Calafell

P. ¿Es normal que el entorno (abuelas, tías...) diga que el niño “es rebelde o maleducado, que ha salido así y que nada puede hacerse”?

R. Este es otro error a evitar. Los padres debemos tener siempre muy presente que nosotros podemos hacer muchas cosas para que nuestro hijo viva con estabilidad emocional, seguro, tranquilo y feliz. Nuestro deber es ayudarle a manejar las rabietas porque son el inicio de la consolidación de las habilidades sociales, ese conjunto de comportamientos que adquirimos y aprendemos en el momento en que nos vamos relacionando con nuestro entorno.

P. ¿Está hablando, quizás, de que enseñar a los hijos a gestionar sus rabietas mejorará en su futuro la manera en la que se van a relacionar con los demás?

R. Conocernos a nosotros y relacionarnos con los demás es básico en el aprendizaje y estas habilidades se adquieren de formas muy variadas, por experiencia directa o por observación, por ejemplo. Aprender a no obtener ese placer inmediato, atravesar algunos conflictos, algunas rabietas y algunos lloros es importante.

P. ¿Puede enumerar alguna pauta más para lidiar con las pataletas?

R. Sí, en primer lugar, siempre debemos intentar prevenirlas, pero esto no siempre es posible. Por tanto, cuando se han activado debemos mantener ese liderazgo. Esto no implica que debamos ser autoritarios, pero sí saber que somos un referente para nuestro hijo y que le debemos marcar el camino. Por otro lado, debemos ser determinantes, que vean que hemos decidido algo porque pensamos que es lo más adecuado y ahí es donde nos vamos a mantener siempre dando todo tipo de explicación y conectando con las emociones del pequeño. Esto no siempre es fácil, es decir, si el menor se ha enfadado porque no le estamos dando un dulce, debemos conectar con su emoción y decirle: “Entiendo que estés enfadado, es normal que te sientas mal; sin embargo, debes entender que yo como madre no te puedo dejar tomar caramelos en este momento”.

P. ¿Y hablarles con calma?

R. Hablar en un tono adecuado es lo que hace que logremos esa calma, además de transmitirle respeto al niño. No debemos perder los papeles, sino que debemos hablar con un tono suave y aunque él esté llorando y gritando, nosotros no debemos chillar. Le hablaremos con el respeto que lo haríamos, por ejemplo, si hablásemos con nuestro jefe, creando un ambiente de armonía que facilite su estabilidad emocional.

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