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Yessica Clemente: “Los niños jugando desarrollan equilibradamente cuerpo, mente y corazón”

La experta acaba de publicar ‘Crecer sin prisas’, en el que trata el juego como medio para que los pequeños adquieran conocimientos, además de para que se autorregulen

Yessica Clemente
Yessica Clemente acaba de publicar ‘Crecer sin prisas’, en el que trata el juego como medio para que los pequeños adquieran conocimientos. Victoria Peñafiel

El juego es vida. Jugar ensancha el mundo y lo recorre. Yessica Clemente es licenciada en Bellas Artes y creadora de la plataforma Rejuega. Acaba de publicar Crecer sin prisas (Grijalbo, 2021) en el que trata el juego como medio para que los niños y las niñas aprendan, además de para que se autorregulen. Clemente insiste en que las madres y los padres observando el juego libre y espontáneo podemos percibir la esencia de la persona que tenemos delante: sus gustos, sus habilidades, sus valores, motivaciones y emociones. Así que no solo exploran y aprenden, también nos cuenta cómo son nuestros hijos e hijas.

PREGUNTA. ¿Qué se desarrolla mediante las actividades lúdicas?

RESPUESTA. Mediante el juego la infancia activa todo el sistema motor desarrollando la musculatura, sobre todo cuando juegan en la naturaleza. Al moverse trabajan el equilibrio y el control espacial tan necesario para experimentar los propios límites y los límites del entorno. Jugando se relacionan con el mundo y disfrutan de un aprendizaje que construye, consolida o redefine las conexiones mentales. Y lo más interesante es que jugando desarrollan equilibradamente cuerpo, mente y corazón.

P. ¿Cómo son las etapas del juego que cuentas en el libro y qué características tienen?

R. Me gusta ver las etapas del desarrollo, del juego (y de la vida) como esos cubos que se apilan de mayor a menor, donde el anterior es necesario y fundamental para poder sostener el siguiente. Imaginen un bebé en su cuna que acaba de descubrir su propia mano en su campo de visión y se queda embelesado mirándola largo rato, girándola sin más… A los meses esa misma mano le ayuda a girarse, luego a arrastrarse para atrapar con sus deditos un tapón que descubrió en el suelo. A los dos años ese tapón es el cuenco donde pone la arena para alimentar con su mano a su bebé mientras crea conversaciones que poco a poco son reconocibles. Y luego dibuja en un papel montañitas describiendo los platos del menú del restaurante al que te invita entrar, y ahí descubres que ese tapón ahora es el tomate de tu ensalada. Pero sobre todo hay que tener siempre presente que cada niño o niña llega y consolida las etapas del juego en el momento que le toca, sin prisas.

P. ¿Se aprende mejor jugando?

R. Me encanta la frase de Piaget, psicólogo y epistemólogo suizo, para contestar esta pregunta adulta: “Los niños y niñas no juegan para aprender, pero aprenden porque juegan”. La infancia aprende mejor jugando porque en ese binomio juego-aprendizaje interviene su motivación, su curiosidad, su superación, su emoción e intención de descubrir los misterios escondidos.

P. ¿Suprimiría los deberes para que puedan jugar más tiempo?

R. Creo que los deberes deberían ser jugar. Si acabamos de ver que jugando e interactuando con su realidad inmediata aprenden, entonces deberíamos ser capaces de invitar a descubrir en casa los retos que se han planteado en la escuela, viviéndolos en otro entorno. Un aprendizaje se fija cuando está relacionado con la realidad, con una emoción vivida y cuando la persona encuentra el sentido a ese aprendizaje.

P. ¿Y si se aburren jugando? ¿Qué podemos hacer?

R. Quizás están rodeados de muchos estímulos, tecnología o juguetes que lo hacen todo sin que ellos y ellas puedan aportar mucho. Quizás nuestras expectativas están en que ese juego ha de durarles horas y en realidad no les cautiva tanto como pensábamos. Pero creo que más interesante es, si se aburren, preguntarnos: ¿qué emociones surgen en mí? Porque muchas veces es a nosotras a quien más nos incomoda y solemos reaccionar ofreciendo actividades a raudales o facilitándoles el acceso a la tecnología, sin darles el espacio para sean ellos o ellas quienes encuentren la manera de crear su propio camino.

P. ¿La tecnología es una aliada o una enemiga?

R. La tecnología es tecnología. El dilema está en el uso que hacemos de ella. Si como en el caso anterior la utilizamos para acallar una emoción (frustración porque me aburro), reflexionemos si ese es el camino que queremos. Si la usamos para buscar información y dar respuesta a una pregunta que nos hacen, la estaremos usando puntualmente como herramienta. Si la empleamos para ver una película en familia, ¿qué vínculos se forman? Creo que la pregunta que deberíamos hacernos mejor es, ¿para qué le ofrezco la tecnología a mi hijo o hija ahora?

P. Y si solo quieren jugar, ¿cómo gestionamos las obligaciones o las cosas que no les gusta hacer?

R. Esta es la realidad. Hay momento en que lo que les pedimos no les apetece. Y esto también hay que entenderlo y respetarlo. La idea es cómo tú, el adulto, puedes hacer que ese momento se convierta en algo más apetecible. Y a mí se me ocurre: ¡jugando! Si para ellos y ellas el juego es su motor, ¿por qué no plantear lo tedioso como un juego? ¿Te imaginas recoger cantando una canción especial para este momento? ¿O retaros a recoger antes de que el reloj tenga las agujas en tal posición? ¿O guardar los juguetes con los ojos cerrados siguiendo las indicaciones que la otra persona te dé?

P. ¿Cuándo y por qué dejamos de jugar?

R. ¿Cuándo y por qué dejamos de respirar? Quizás cuando eras pequeña respirabas con total normalidad y ahora te encuentras con momentos de hiperventilación y apuntándote a clases de yoga o meditación para reconectarte con la mente, el cuerpo y el corazón, y así recuperar tu respiración calmada y natural…. El juego es igual. No dejamos de respirar igual que no dejamos de jugar. Solo que quizás ahora no le prestamos atención, o no nos hemos dado cuenta de que tu juego actual no es el de jugar como cuando eras pequeña, sino que quizás tu juego está ahora en salir a correr e intentar llegar a hacer la maratón de tu ciudad. El juego evoluciona igual que evoluciona el ser humano. La cuestión es saber que siempre el juego está disponible para nosotras.

P. ¿Pero no jugamos cada vez menos?

R. Lo cierto es que hay una serie de condicionantes que merman el juego y hacen que nos desconectemos de él conforme crecemos y son: no otorgarle la importancia que se merece y desvalorizarlo o ridiculizarlo a partir de ciertas edades, interrumpirlo constantemente para realizar las obligaciones (sin convertirlas en juego). Ser dirigido continuamente mientras se juega sin tener espacio para la espontaneidad, libertar de movimiento y creatividad personal. También afecta negativamente la valoración excesiva y el halago como medidor de lo idóneo y no de lo hecho, así como los entornos estériles que pocos retos ofrecen para jugar y arriesgar.

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