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“Mamá, papá, quiero ser ‘streamer’”

Con más de un 40% de paro juvenil y tras consumir centenares de horas de entretenimiento en directo durante el confinamiento, cada vez más jóvenes abandonan los estudios para abrazar la posibilidad de vivir de grabarse en internet

Puede haber chicos con talento para estas plataformas. Pero, como sucede con aquellos que tienen talento para la música, que sigan con sus estudios es muy importante.
Puede haber chicos con talento para estas plataformas. Pero, como sucede con aquellos que tienen talento para la música, que sigan con sus estudios es muy importante.Unsplash

Desde que volvió de las vacaciones de Navidad, el pasado mes de enero, D.V., un orientador de un colegio del sur de Madrid que prefiere no dar su nombre para preservar la intimidad de los alumnos que pasan cada día por su despacho, no sale de su asombro. Lo que hace un año era, como mucho, una ocurrencia fácilmente disipable de la mente de algún estudiante especialmente poco centrado, hoy empieza a ser una idea consolidada.

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Con el paro juvenil disparado por encima del 40% —según la EPA de finales de 2020—, tras meses encerrados en sus casas y con su tiempo de ocio reducido casi por completo a pasar las horas delante de una pantalla, una imagen ha calado ya en la mente de muchos jóvenes. Ellos y ellas, piensan, escaparán de todo aquello y se harán ricos haciendo lo que más les gusta: jugar a videojuegos, dar consejos sobre estilo, moda y maquillaje o, simplemente, hablar con su legión de seguidores sobre la vida y sus vicisitudes. Al fin y al cabo, opinan muchos, para ello solo necesitan un micrófono, una cámara y tiempo. Mucho tiempo.

“Aunque con los meses lo hemos ido recuperando, el caso más grave que hemos tenido es el de un chico de 16 años que directamente decidió dejar de estudiar para poder dedicar más tiempo a entrenar con videojuegos y poder entrar en la escena competitiva”, relata este docente. Su departamento de orientación maneja informes que hablan de clases de 3º de la ESO (alumnos entre 14 y 15 años) en las que, ante la típica pregunta de qué quieren ser de mayores, más de un tercio de los 30 estudiantes que las componen ofrecen sin titubeos la misma respuesta: ‘streamer’. “Esto no era así antes de la pandemia. Como mucho, cada año uno o dos se fijaban mucho en figuras especialmente conocidas como El Rubius. Ahora conocen a los que tienen muchos seguidores y a los que tienen no tantos, y se saben todos los conflictos que hay entre ellos. Es impresionante”, explica este psicopedagogo.

El riesgo de la adicción

Pero ni es oro todo lo que reluce ni el camino de estos jóvenes hacia el estrellato es tan sencillo como pueda parecer desde fuera. Para empezar, como en cualquier otra actividad que requiera mucho tiempo y esfuerzo —las retransmisiones en directo que algunos de los personajes más conocidos hacen casi a diario para mantener la atención de su comunidad superan con facilidad las cuatros o cinco horas—, existe la posibilidad de caer malsanas obsesiones. Aunque por motivos distintos, Daniel sabe bien lo que es recorrer ese camino. En su caso, lo que empezaron siendo unas inofensivas tardes en casa de su vecino jugando a videojuegos cuando rondaba los 10 años se convirtió, llegada la adolescencia, en todo un modo de vida. Dejó de dormir, dejó de comer y su rendimiento académico se desplomó. Tocó suelo el día en que a su madre le dio una subida de tensión y él no la socorrió por estar encerrado en su habitación junto con su videoconsola. Hoy, a sus 29 años, este informático aconseja tomar aficiones como los videojuegos sin miedo, pero con moderación: “Yo diría a los padres que pongan límites al tiempo en que sus hijos juegan a videojuegos, pero que a la vez se interesen por ellos, que se animen a jugar ellos también Y sobre todo, les diría que estén ahí para recordar a sus hijos que existen otras formas de ocio”.

Coincide con él Daniel Martínez, psicólogo y coordinador terapéutico de la clínica Recal que ha acompañado a Daniel en buena parte del proceso. “El confinamiento lo ha cambiado todo. Se ha producido una explosión de plataformas como Twitch en chicos y chicas de entre 16 y 24 años que, debido a la pandemia, han abandonado el deporte y han dejado de salir”, relata este experto, que cifra en un 50% el aumento del número de llamadas de padres preocupados con la ingente cantidad de tiempo que sus hijos pasan frente a las pantallas.

Conviene tener en cuenta que el origen de esto, ahonda Martínez, no siempre está en los propios jóvenes: “Hay emisiones que duran ocho horas, y hay que recordar que no es normal hacer nada durante ocho horas: ni ver un directo, ni jugar al fútbol, ni estudiar. En el fondo, casi es lógico. Hemos pedido a nuestros jóvenes que estudien en pantallas, pero resulta que las pantallas les ofrecen cosas más estimulantes”.

Acostumbrado a tratar con jóvenes que pueden llegar a dedicar 13 horas al día a su adicción, Martínez recomienda, ante las dudas de los padres, divulgación, información y hablar constantemente con el menor evitando enfados y prejuicios. “Seamos sensibles a los problemas de los jóvenes y hablemos de salud mental, no lo reduzcamos a un problema de unos frikis que solo quieren estar delante del ordenador”. Y, ante todo, Martínez lanza un recordatorio: “Hay muchos que intentando ser como Ibai Llanos han caído en un pozo de depresión del que les ha costado mucho salir. Son mayoría, pero no salen en la tele”.

Un camino casi imposible

Si alguien conoce la dificultad de hacerse un hueco el mundo digital esa es Antía Blanco, una educadora social que se sintió atraída por el mundillo desde hace más de una década, pero que solo desde hace un año ha decidido intentarlo en serio. Por ahora, acumula más de 2.000 seguidores en Instagram, 1.500 suscriptores en YouTube y prepara ya el abordaje a Twitch. En sus canales comparte videos en los que enseña, por ejemplo, lengua de signos, al tiempo que muestra curiosidades sobre distintas ciudades del mundo y da consejos sobre productos cosméticos.

“A los chicos más jóvenes les parece muy fácil ganar dinero con estas plataformas, pero los que llevamos más tiempo hemos visto ya a mucha gente abandonar”, explica Blanco. En YouTube, explica Blanco, para empezar a generar dinero es necesario alcanzar las 4.000 visitas y los 1.000 seguidores, y el usuario solo puede retirar sus ganancias a partir de que acumula 100 euros. “Si echas cuentas de verdad, es mucho tiempo y mucho esfuerzo. Puedes tardar un año entero”. A partir de entonces, relata, los creadores de contenido quedan a expensas de su capacidad de retención del público. Esto significa que no basta con que sus seguidores empiecen a ver sus videos, sino que deben conseguir que se consuman hasta el final para que las empresas, que son quienes pagan, tengan espacio para meter sus anuncios. “Al principio es muy inestable. Un mes te puede ir muy bien y el siguiente muy mal”, señala Blanco.

A ello hay que añadir el hecho de que existen nichos de mercado casi agotados. “No es imposible ser gamer, pero hay tantos que ya no alcanza para vivir de ello. Para tener éxito tienes que tener un tema innovador, ser creativo y trabajar muchas más cosas aparte de la iluminación y el sonido. No todo el mundo sabe comunicar”, resume Blanco.

Desde el punto de vista de las empresas, tampoco ven nada clara la tan cacareada facilidad para hacer dinero que supuestamente ofrecen las nuevas plataformas. En España, pocos conocen mejor este mundo que Mauro Fuentes, director de Marketing y Redes Sociales de El Corte Inglés con experiencia en empresas como Ogilvy. “A veces, la combinación de una nueva plataforma con alguien con talento da estos unicornios que ahora son populares. Pero las redes sufren procesos de maduración y población que hacen que se llegue a cierta situación de contenidos y emisores, y ahí se empieza a complicar aún más la cosa. Que algunos hayan llegado pronto y estén haciendo dinero con ello no significa que sea dinero fácil. Nadie regala nada”.

Para Fuentes la clave está en buscar un equilibrio: “Está claro que puede haber chicos con talento para estas plataformas. Pero, como sucede con aquellos que tienen talento para un deporte o para la música, que sigan con sus estudios es muy importante. Estos les van a dar herramientas para desenvolverse en un mundo que se va a volver muy complejo para ellos. Además, seguro que aprenden cosas que pueden aplicar a su contenido”.

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