Diez álbumes ilustrados con los que cargar a Papá Noel y los Reyes Magos
En De Mamas & De papas hemos seleccionado estas joyas para paladares exquisitos que serán un acierto seguro
Las editoriales de literatura infantil han echado el resto en el último trimestre de 2020 y eso significa que Papá Noel y los Reyes Magos lo van a tener difícil para elegir, entre tanta cantidad y tanta calidad, los álbumes ilustrados con los que despertar la ilusión y el amor por los libros de los futuros lectores. Para facilitarles la tarea, en De Mamas & De papas hemos seleccionado 10 joyas para paladares exquisitos que serán un acierto seguro.
Lo que construimos (Andana): Siguiendo la estética y la estela del insuperable Estamos aquí, en el que más que notas para vivir en el planeta Tierra, lo que veía la escritora Margarita García Robayo era otro mensaje: “perdón por traerte aquí”; y también el diálogo que inicio en aquel título con su hija Mary, a quien vuelve a dedicar el álbum, en Lo que construiremos el superventas Oliver Jeffers ilustra con maestría una emotiva historia que se clava directa en el corazón y que refleja como ninguna otra el amor incondicional e infinito de un padre por su hija. Podría decir y no me equivocaría que este libro es en sí una carta de amor de Oliver a su hija. Lo bueno de los libros infantiles es que con su publicación el autor da el permiso para que todos los padres que compartan lecturas con sus hijos e hijas se apropien de esa carta y la hagan suya mientras con más o menos recursos, con más o menos suerte, sueñan junto a sus hijos con construir un refugio en el que conservar aquello que más aman.
He visto un pájaro carpintero (Fulgencio Pimentel): Mención Especial en los Bologna Ragazzi Awards 2020, He visto un pájaro carpintero es algo más que un libro, es un documento histórico único, uno de esos regalos que de vez en cuando nos regala la vida a través de las más diversas conexiones y casualidades. Sólo eso puede explicar que hoy podamos disfrutar de los textos minimalistas que, a modo de diario, escribió un niño polaco de 8 años (Michal Skibinski, hoy un anciano de 89 años aquejado de diabetes y de otras dolencias propias de la edad) durante el verano de 1939 para perfeccionar su escritura. Unos textos que sobrevivieron a la guerra y al paso del tiempo y que han sido recogidos tal y como estaban en el cuaderno, con el único añadido de las magníficas y poderosísimas ilustraciones de Ala Bankroft. El contraste entre las primeras ilustraciones, llenas de luz, de verano, y las últimas, oscuras, tétricas, ya con la invasión nazi de Polonia en marcha, hacen de He visto un pájaro carpintero un libro para recordar, para valorar lo que tenemos y para comprender que, si perdemos la memoria, los días de luz pueden dar paso a una oscuridad que llega sigilosa, casi sin avisar, a devorar lo que dejó atrás.
Desde 1880 (Kalandraka): Uno recuerda inevitablemente ‘La casa’ (J. Patrick Lewis y Roberto Innocenti, Kalandraka) mientras admira las páginas del último Premio Internacional Compostela para álbumes ilustrados, Desde 1880, del italiano Pietro Gottuso. Hay un hecho irrefutable que une a ambas creaciones y es la increíble capacidad con la que las dos obras reflejan el paso del tiempo sin necesidad de cambiar de escenario. En la primera, la casa es la protagonista de ese paso del tiempo, la espectadora de lujo de los cambios políticos, económicos, culturales y sociales. En ‘Desde 1880’ ese papel lo juega una librería, testigo privilegiado durante casi un siglo y medio de la evolución (¿revolución?) del mundo. O al menos de un mundo que se circunscribe a una calle, un edificio, una acera y dos comercios separados por la puerta principal del edificio. Uno es la propia librería, que resiste a todo (¿a todo?): a las pandemias, a la guerra, al fascismo, a la modernidad, a los televisores, a la irrupción de la tecnología, a internet, a las cafeterías gentrificadas. El otro va cambiando: ayer fue una galería de arte, después una tienda de electrodomésticos, más tarde un ciber que la rescató del abandono, hoy una cafetería de moda con una estética a la moda. Con esos únicos ingredientes y sin necesidad de recurrir al texto (ahí la diferencia principal con ‘La Casa’), Pietro Gottuso ha creado una obra espectacular que es a su vez una clase rápida y visual de historia, un repaso a lo que fuimos y a lo que somos desde la puerta de un espacio, la librería, que siempre ha sido un punto de encuentro. Incluso en tiempos de Amazon (Y ya estoy siendo más optimista que el autor).
El rey del bosque (Nórdica): No se prodiga con asiduidad Nórdica en el mundo de la literatura infantil y el álbum ilustrado, pero cuando lo hace hay que estar atentos porque no tiene desperdicio. Su último álbum ilustrado, El rey del bosque, cuenta con una edición cuidada hasta el más mínimo detalle y unas coloridas y atractivas ilustraciones de Roció Martínez que ponen imágenes a la historia con aire de fábula clásica narrada por Margarita del Mazo. La escritora nos adentra en un bosque como cualquier otro, en el que la vida fluye en su particular desorden natural hasta que un oso plantea la necesidad de nombrar un rey que asuma el papel del león en la sabana. La idea del oso provoca un conflicto entre todos los habitantes del bosque que este soluciona nombrándose rey a sí mismo y tomando decisiones que dejan poco espacio a la imaginación…y a los animales, demostrando que a veces el desorden natural es mejor que un orden artificialmente impuesto.
Migrantes (Libros del zorro rojo): Se ha intentado explicar de muchas formas la crisis de refugiados a los pequeños lectores. En los últimos años, sobre todo desde el comienzo de la crisis en Siria, se han multiplicado los títulos que, con más o menos acierto, han querido acercar un tema tan complejo y necesario a los niños y niñas de la parte afortunada del mundo. Ninguno, posiblemente, lo haya hecho con la intensidad y el impacto visual que produce Migrantes, recientemente galardonado con el Premi Llibreter 2020. Hemos visto, leído y escuchado tanto sobre esta crisis de refugiados que nos hemos anestesiado. Eso debió detectarlo la autora peruana Issa Watanabe, que decidió prescindir del texto en esta fábula visual que narra sin eufemismos, pero con una capacidad conmovedora increíble, el viaje de un grupo de animales que no tardamos en identificar como refugiados y a los que pronto, con timidez, se une una compañera de viaje tan siniestra como inevitable: la muerte. Es espectacular el contraste que consigue Watanabe en sus ilustraciones entre el negro del que se tiñe el mundo y el colorido de unos personajes en los que somos capaces de adivinar todas las emociones que, intuimos desde nuestro intento de empatía, debe provocar una experiencia traumática como esta: miedo, dolor, rabia, impotencia, la más absoluta de las tristezas, y la esperanza cuando en una metáfora preciosa las ramas secas dan paso a árboles en flor. No pasa siempre, y eso lo muestra a la perfección este álbum ilustrado, pero hasta en estas tragedias humanitarias a veces la vida nos da motivos para creer en algo y vuelve a florecer. Una auténtica belleza.
¿Por qué los patos vuelan en forma de v? (Liana Editorial): Hace ya unos años que la ciencia encontró explicación a por qué las aves vuelan en forma de v. Supongo que esto sería lo que uno esperaría encontrar en ¿Por qué los patos vuelan en forma de V? si éste fuese un álbum ilustrado informativo. Pero la creación de Pablo Caracol está lejos de serlo. Yo diría que afortunada y, por otra parte, esperadamente. Sobre todo, si uno ha tenido el tiempo y la posibilidad de acercarse antes al mundo poético y metafórico del artista valenciano. No defrauda Caracol en este álbum precioso que nos ofrece una explicación alternativa (y más inspiradora) a la pregunta que da título al libro; y que, sobre todo, rinde con la delicadeza de sus imágenes y lo evocador de su texto un homenaje a las relaciones entre abuelos y nietos (¡cuánto aprendimos nosotros y aprenden nuestros hijos de su sabiduría vital!) en lo que es, a su vez, una invitación a no dejarnos llevar por la velocidad del mundo, a pisar el freno, a mirar al cielo, a admirar a los pájaros (y a todo lo que nos rodea y que nos perdemos entre tanta pantalla), a replantearnos nuestras vidas y a reencontrarnos con el camino que un día, cuando todavía teníamos capacidad de volar con nuestra imaginación, soñábamos para nosotros.
Viajo sin salir de casa (Vegueta): La pandemia y el confinamiento han visibilizado y nos han descubierto la importancia de lo cotidiano y lo doméstico, de todo aquello que ocurre de puertas de casa para adentro, un universo en apariencia pequeño pero en el que cuando hay amor y relaciones sanas cabe el mundo entero. Mateo Maté, artista internacionalmente reconocido que ha sabido como nadie hacer arte de lo cotidiano y de lo doméstico, parte de esa reflexión en Viajo sin salir de casa, un álbum ilustrado al que dio forma durante los meses de confinamiento y que en sus propias palabras es “una reflexión sobre la memoria, la fantasía y la observación”. Mezclando evocadoras fotos caseras de escenarios domésticos, frases estimulantes de grandes personajes de la historia y un texto lírico que invita a imaginar y a encontrar la grandeza en las pequeñas cosas, Maté ha creado un álbum precioso e inspirador que a su modo es también un sentido homenaje a los niños y niñas que nos dieron una lección durante las semanas de confinamiento; y a la literatura, que en muchas casas a lo largo y ancho del mundo ha sido la herramienta mágica que nos ha permitido a grandes y pequeños seguir viajando y viviendo otras vidas sin necesidad de salir del salón de nuestra casa.
Qué absurdo (Impedimenta): El espectacular y bellísimo catálogo de ilustrados de Editorial Impedimenta se está vistiendo con un traje gótico que le sienta genial. A Los Liszt, Mary, que escribió Frankenstein o Atticus, se suma ahora ¡Qué absurdo!, un álbum que no entiende de edades, uno de esos libros que lo mismo podemos leer a nuestros hijos que disfrutar en solitario por que permite múltiples niveles de lectura y reparar, en función de nuestra edad y nuestra capacidad de comprensión lectora, en unos u otros detalles de la biografía de Edward Gorey. Porque sí, este álbum es la biografía de un inclasificable escritor y artista norteamericano cuyo particular estilo (a medio camino entre lo siniestro, lo estrafalario y lo adorable) dejó una huella profunda en sus sucesores, como así han reconocido autores de la talla de Tim Burton o Lemony Snicket (‘Una serie de catastróficas desdichas’). Lori Mortensen ha sabido narrar con sencillez y muchas dosis de humor absurdo una vida que vale mucho la pena conocer, porque a su modo es una reivindicación de la imaginación, de la diferencia y del arte que, lejos de buscar la aceptación general, intenta incomodar y hacer pensar. Chloe Bristol, por su parte, ha hecho un trabajo maravilloso con las ilustraciones del que Gorey, estoy seguro, estaría orgulloso. Aunque muy posiblemente, teniendo en cuenta lo que narra Mortensen, si Edward Gorey viviese no se tomaría muy en serio esta biografía; como tampoco entendía que la gente se tomase en serio sus obras. ¡Qué absurdo! O, cómo diría Gorey: “sería el colmo de la locura”.
La tierra donde crecen los helados (Niño): La última apuesta de Niño Editor en su vocación de rescatadores literarios es una delicia (y no solo por su título’). Se trata de un álbum publicado originalmente en 1979 que surgió de una idea y de unas ilustraciones de uno de los más prestigiosos ilustradores italianos, Fulvio Testa, colaborador habitual de figuras emblemáticas de la literatura universal como Gianni Rodari o el polifacético Anthony Burgess. Este último, por cierto, firma el texto (cargado de un humor muy fino y de una imaginación desbordante) de este álbum ilustrado que es una apuesta segura porque encantará sí o sí a los más pequeños de la casa. Y a los más mayores también, por supuesto. Porque, seamos sinceros, ¿Quién no ha fantaseado alguna vez con aterrizar en un continente en el que todo está hecho de deliciosos helados? Pues eso, precisamente, es lo que consiguen (¿o quizá no?) los simpáticos e imaginativos protagonistas de La tierra donde crecen los helados, que emprenden una arriesgada expedición y nos sumergen en una divertida y dulce aventura. Tanto que, al final, puede que, como alguno de ellos, acabemos empachados de helado. O no.
La visita (Globito, los tremendos y las paplinias) (Galimatazo): Que un álbum ilustrado arranque con una dedicatoria de su autora, Marisa López Soria, al gran Julio Cortázar, “dignatario de la literatura como juego”, ya genera inevitablemente unas expectativas y establece de antemano unas coordenadas por las que el lector intuye que puede transitar la historia. Esas expectativas y esas coordenadas, sin embargo, pueden volverse en contra de un libro si no se cumplen o se quedan a medias. No sucede tal cosa en La visita (Globito, los tremendos y las paplinias), un álbum ilustrado con calidez y mucho sentido del humor por Alejandro Galindo, que contribuye con sus dibujos al homenaje que Marisa López Soria rinde a la literatura del absurdo, de la que Cortázar fue un gran referente. Aquellos que solo acuden a los libros infantiles para encontrar una moralina con la que educar a sus hijos podrán sacar de este libro muchos mensajes sobre la amistad o la resolución de conflictos que trasladar a sus pequeños; un servidor, en cambio, les recomendaría que se acercan con sus hijos a las páginas de La Visita porque, además de estar maravillosamente escrito, uno cierra el libro con una sonrisa en la boca. Y la literatura, a veces, también consiste en eso: en saber sacar sonrisas.
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