_
_
_
_

Hacer o no hacer en Siria, el primer dilema de la presidencia de Trump

El republicano ha opinado que Estados Unidos no debe implicarse en el conflicto, pero lo que ocurra en Damasco puede tener consecuencias en la seguridad nacional de la primera potencia

Ciudadanos sirios en Damasco agitan banderas de la oposicion para celebrar la caída del régimen de Bachar el Asad
Ciudadanos sirios en Damasco agitan banderas de la oposicion para celebrar la caída del régimen de Bachar el AsadANTONIO PEDRO SANTOS (EFE)
Macarena Vidal Liy

“No es nuestra guerra, que la resuelvan ellos, no nos dejemos arrastrar”, escribía el presidente electo estadounidense, Donald Trump, en sus redes sociales mientras los grupos de la oposición siria tomaban Damasco este fin de semana. El instinto del republicano, que se declara opuesto a la participación de EE UU en “guerras interminables”, es evitar la implicación en el conflicto. Pero, a cuarenta días de llegar al poder, será su Administración la que tenga que enfrentarse a los acontecimientos allí —y asumir las consecuencias—, en la que será la puesta a prueba más apremiante de su política exterior. Y lo que decida, pese a sus declaraciones, puede acabar siendo bastante similar a la estrategia del presidente saliente, Joe Biden.

Tras la ofensiva relámpago de la alianza rebelde, que provocó la caída del régimen de Bachar el Asad en solo diez días, la gran prioridad ahora es la estabilidad de Siria y evitar que el país levantino, un enclave fundamental para conectar el Mediterráneo y Asia Menor y donde confluyen los intereses de las potencias regionales (Irán, Israel, Turquí, Arabia Saudí) además de Rusia y Estados Unidos, pueda desintegrarse en reinos de taifas o convertirse de nuevo en refugio de grupos radicales islámicos, como ocurriera durante los tiempos del califato del Ejército Islámico y tras el colapso de los regímenes en Libia, Irak o Afganistán.

La Administración Biden se ha movilizado de inmediato. Se han desplazado a la zona los pesos más pesados de la diplomacia estadounidense. El consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, se desplazaba este miércoles para reunirse con representantes del Gobierno israelí. El secretario de Estado, Antony Blinken, comenzaba una gira por Jordania y Turquía para abordar la situación en Siria. El jefe del Mando Central, el general Eric Kurilla, llegaba a Siria para visitar a los cerca de 900 soldados que Estados Unidos mantiene en el este del país para impedir el resurgimiento del Estado Islámico, una pieza fundamental de su estrategia en la zona.

El Gobierno estadounidense asegura que apoyará un proceso de transición que resulte en un gobierno representativo de la voluntad de los sirios y que cumpla cuatro requisitos: respete a las minorías; facilite el flujo de ayuda humanitaria; impida la implantación de grupos terroristas que quieran utilizar su territorio como base, y gestione de manera responsable el vasto arsenal químico con que contaba el régimen de El Asad.

Un derviche danza en la céntrica plaza de los Omeyas en Damasco para celebrar la caída del régimen de Bachar el Asad en Siria
Un derviche danza en la céntrica plaza de los Omeyas en Damasco para celebrar la caída del régimen de Bachar el Asad en Siria ANTONIO PEDRO SANTOS (EFE)

Tomado por sorpresa por la velocidad de los acontecimientos en una guerra que parecía estancada después de trece años de conflicto, la Administración Biden trata de encontrar vías para tratar con los grupos rebeldes, especialmente el principal de ellos, Hayat Tahrir al Spam (HTS), antiguamente aliado de Al Qaeda y al que Washington -como la ONU, la Unión Europea y Turquía- mantiene en su lista de grupos terroristas.

“Creemos que nos conviene, que conviene a nuestros intereses de seguridad nacional, que Siria sea segura y estable y que el pueblo sirio pueda determinar su futuro. También que sigamos presionando contra el Ejército Islámico y, por tanto, la misión de nuestras tropas en Siria continúa”, apuntaba esta semana el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, en una rueda de prensa telefónica.

Esos intereses de seguridad nacional son los mismos que la Administración entrante de Donald Trump tendrá que tener en cuenta una vez tome posesión el 20 de enero. La caída del régimen de la familia Al Asad después de medio siglo representa un duro golpe para Irán, su gran apoyo regional y que en el transcurso de las últimas semanas ha visto desmoronarse su influencia en dos de los cuatro países de la región donde la tenía (Siria y Líbano) y ya solo la mantiene en Yemen e Irak. Una Siria estable y próspera puede actuar como tapón en las rutas de suministro de armamento desde Teherán hacia Hezbolá en Líbano. Y está por ver el futuro de las bases de Rusia en Siria.

Pese a los pasos que da la Administración Biden, dada la cercanía de su marcha y del desembarco de la Administración entrante, decidir cómo gestionar la política hacia Siria es algo que corresponderá al equipo de Trump, un hombre que ha descrito a ese país como lleno de “arena y muerte” y que ha propuesto para dirigir los servicios de inteligencia estadounidenses a la excongresista Tulsi Gabbard, quien visitó a Al Asad en 2017 y que consideraba que, aunque el líder era un “dictador brutal”, que se mantuviera al mando era la mejor opción para controlar a los grupos terroristas.

La Casa Blanca actual ya ha dejado claro que, por ejemplo, no va a decidir si levanta la designación de grupo terrorista al HTS, con el argumento de que es una decisión que hay que estudiar con calma y tiempo. Aunque sí precisa que esta organización “de momento está diciendo las cosas correctas”, dejará esa patata caliente en manos de sus sucesores. Precisamente había sido Trump quien incluyó al grupo islámico en la lista negra, en 2018.

El futuro de la operación militar estadounidense

También corresponderá a Trump decidir el futuro de la operación militar estadounidense contra el EI en el este de Siria. Si, como parecía apuntar el fin de semana, opta por cancelarla, o la mantiene. Sería una situación similar a la que se encontró en 2019, cuando declaró que retiraría a los soldados estadounidenses que colaboraban con las fuerzas kurdas en operaciones antiterroristas en el noreste del país. Finalmente acabó por mantener el contingente actual.

Es posible que, en esta ocasión, ocurra algo similar. “Nuestras tropas están ahí para luchar contra el EI y mantener en prisión a los antiguos combatientes del EI. Si esa gente fuera a perpetrar un ataque terrorista contra ciudadanos estadounidenses, sería Trump quien cargaría con la culpa”, apuntaba esta semana Eliot Abrams, del think tank Consejo de Relaciones Exteriores, en una rueda de prensa telefónica.

Su propio equipo -y aliados estadounidenses- pueden recomendarle no volver la espalda a Siria. Su candidato a secretario de Estado, el senador por Florida Marco Rubio, un “halcón” en política exterior, ha apoyado en el pasado un papel activo de Estados Unidos en el país del Mediterráneo oriental. Durante su campaña en las primarias presidenciales republicanas en 2015 reclamó la imposición de zonas de exclusión aérea para proteger a los civiles de los ataques aéreos que lanzaba El Asad contra su propia población. Su futuro consejero de Seguridad Nacional, Mike Waltz, criticó en su momento como un “grave error” la decisión de Trump de retirar soldados estadounidenses de la zona fronteriza entre Turquía y las áreas kurdas de Siria.

Aunque suenen muy diferentes, al final las posturas de Biden y Trump sobre Siria son más similares de lo que parece a primera vista. El presidente saliente pone el énfasis en el riesgo de un regreso del Ejército Islámico y la necesidad de mantener ese tipo de grupos bajo control mediante la presencia del contingente militar estadounidense, pero insiste en que deben ser los sirios quienes decidan el futuro de su país. “Si lo que Trump quiere decir (con su declaración) es que no le corresponde a Washington gestionar la política en Siria a diez mil kilómetros de distancia, eso también es bastante sensato”, apuntaba Steve Cook, también del Consejo de Relaciones Exteriores, en la mencionada rueda de prensa.

“No es que Estados Unidos no deba tener un papel. La posibilidad de un retorno del EI o Al Qaeda es algo que Washington tiene que considerar. Pero implicarse en la política de Siria es otra cosa, y nada bueno puede salir de ello”, agregaba Cook.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_