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Los insultos a minorías en el mitin de Trump en Nueva York incendian la recta final de la campaña

Los exabruptos contra puertorriqueños, afroamericanos y judíos amenazan con perjudicar al candidato republicano y suponen un regalo inesperado para Harris

Residentes de la ciudad de Reading, en Pensilvania, celebran un festival por el Día de Puerto Rico este septiembre.Foto: Jaclyn Licht (EL PAÍS) | Vídeo: Reuters
Macarena Vidal Liy

A solo ocho días de las elecciones, Puerto Rico, un Estado asociado que no vota en las elecciones de Estados Unidos, se ha convertido en un asunto candente de la campaña electoral estadounidense. El comentario del cómico Tony Hinchcliffe en el mitin de Donald Trump el domingo en Nueva York (“hay una isla de basura flotando en el Atlántico, creo que se llama Puerto Rico”), y todo el acto electoral en el Madison Square Garden, lleno de insultos y lenguaje agresivo, se han convertido en un repentino lastre para el candidato republicano. También en un regalo tan inesperado como oportuno para la demócrata Kamala Harris, que en los últimos días había visto cómo se reducía la pequeña distancia que había arañado a su rival en las encuestas.

La frase sobre Puerto Rico también se sumaba a otro chiste soez sobre las prácticas reproductivas de la comunidad latina. El chascarrillo puede acabar costando muy caro al candidato republicano. El colectivo puertorriqueño sí puede votar cuando reside en EE UU, y es muy numeroso en Estados como Florida o Nueva York. Seis millones de boricuas habitan en el mainland estadounidense. Pero, sobre todo, es clave en Pensilvania, el mayor de los siete Estados bisagra (la lista se completa con Georgia, Carolina del Norte, Michigan, Arizona, Nevada y Wisconsin): allí representa en torno a los 620.000 habitantes, de un total de 13 millones. Un millón de personas se identifican como latinas, según los datos del censo. Cuando las encuestas arrojan un empate casi absoluto entre Harris y Trump, cualquier cambio en la intención de voto entre este electorado puede resultar decisiva. Y esa comunidad, este lunes, estaba al rojo vivo de ira.

La campaña republicana ha condenado el chiste de Hinchliffe sobre Puerto Rico, pero no el resto de los insultos pronunciados durante el mitin al que asistieron cerca de 19.000 personas, según los organizadores. El exalcalde de Nueva York, Rudy Giuliani, se refirió a los palestinos como “gente a la que se le enseña a matar estadounidenses cuando tienen dos años”. Steve Miller, antiguo asesor de inmigración de Trump, reclamaba: “Estados Unidos es solo para los estadounidenses”, un lema utilizado por el Ku Klux Klan. El presentador Tucker Carlson aludía a la teoría de la conspiración que asegura que las élites quieren sustituir a la mayoría de población blanca en EE UU por inmigrantes: “La gente sabe, en un país tomado por una clase dirigente que les desprecia a ellos y sus valores y su historia… hasta el punto de que está intentando reemplazarle, saben que hay alguien que les quiere, y ese es Donald Trump”.

El propio Hinchcliffe también repartió cera entre otras minorías. Sobre el conflicto palestino-israelí, sugirió que se resolviera con un juego de “piedra, papel, tijera”. “Sabemos que los palestinos escogerán la piedra, y a los judíos les cuesta echar papel”, dijo, haciendo un gesto de tirar billetes con la mano. También señaló a alguien en la audiencia para preguntar: “¿Quién es ese? ¿Un negro con una lámpara en la cabeza? Es broma, es un amigo. Estuvimos ayer en una fiesta de Halloween, cortando sandías juntos”. Las sandías se utilizan en algunos contextos en EE UU como una referencia racista.

La campaña de Trump ya tuvo que salir al quite el mismo domingo, para negar que los comentarios del cómico representaran la opinión del candidato. Este lunes, la portavoz del expresidente Karolyne Leavitt subrayaba en declaraciones a la cadena Fox News que se trató de “un humorista haciendo una broma de mal gusto”. “Es una pena que los medios se enfoquen en un solo chiste de un comediante, en lugar de todas las verdades que se repitieron durante el mitin”, declaraba.

Harris: “Alentar las llamas de la división”

Por su parte, Harris hacía referencia en unas declaraciones a la prensa a la frase y al tono general del mitin, donde los participantes que precedieron a Trump lanzaron una avalancha de comentarios racistas e insultos hacia minorías y los simpatizantes demócratas. “Es más de lo mismo, quizás más vívido de lo normal”, señalaba la candidata demócrata. “Es absolutamente algo que tiene la intención de alentar las llamas de la división en este país”.

El mitin, y el comentario de Hinchcliffe, llegaba apenas horas después de que Harris hubiera visitado un restaurante puertorriqueño en Filadelfia y hubiera propuesto lo que calificó de “un grupo de ayuda centrado en Puerto Rico”. Horas después, celebridades boricuas como Bad Bunny compartían el discurso de la vicepresidenta en sus redes sociales. Bad Bunny, varias veces.

Para la comunidad puertorriqueña llovía sobre mojado. El mitin volvía a recordar cómo la Casa Blanca de Donald Trump gestionó la catástrofe causada en Puerto Rico por el paso del huracán María, que dejó a la isla sin luz durante semanas. El entonces presidente suspendió ayuda federal a la isla y, cuando se desplazó allí para repartirla, lanzó rollos de papel higiénico a los afectados.

“Este es el tipo de errores que no puedes permitirte en una campaña electoral”, apuntaba el pastor evangélico puertorriqueño Luis Zamot, residente desde hace más de dos décadas en las afueras de Filadelfia —la gran metrópolis de Pensilvania―, que se describe como de ideología conservadora y que en el pasado ha votado republicano. “Es un repudio total, sumamente ofensivo” contra la comunidad puertorriqueña y la comunidad latina, consideraba.

“Kamala viene con su discurso y luego, minutos después, este individuo viene con esta expresión, que se ve con toda la intención. Si escuchaste a Kamala decir lo que dijo, tú tenías que haber presentado una contraoferta, decir ‘la vicepresidenta ha dicho esto, pero nosotros ayudamos a Puerto Rico y vamos a hacer algo mejor”, apuntaba Zamot.

Las redes sociales, los comentarios en grupos y las conversaciones entre conocidos ardían en el Estado con frases de condena e incredulidad sobre las bromas de Hinchcliffe. “Ha desatado un tsunami de indignación”, resumía Zamot.

No solo Hinchcliffe, sino el propio candidato republicano, deben convocar una rueda de prensa “lo antes posible, a poder ser hoy mismo” para tratar de aplacar la ira de los votantes, opina el pastor. “Se ha convertido en un tsunami en su contra que le puede costar las elecciones al candidato republicano Donald Trump, porque la opinión pública se ha volcado, esto es un insulto masivo”, apuntaba Zamot, que aseguraba que este lunes su teléfono echa humo con los comentarios de familiares, fieles y conocidos. “Esto va a tener un impacto en la intención de voto, ya lo estoy empezando a detectar entre los míos”, advertía.

La declaración de desaprobación de la campaña republicana “no es suficiente”, considera el pastor evangélico. “A mí, que alguien de la campaña me diga que esta no es la opinión del presidente Trump no me vale. Me lo tiene que decir el propio Trump, en público”.

Él mismo, hace un mes, era uno de esos indecisos en estas elecciones en Estados Unidos, alguien que aún no se había decidido entre Trump o su rival demócratas. Entonces aseguraba que esperaría hasta el último momento para marcar su papeleta, y tendría en cuenta sobre todo los intereses de su comunidad. Ahora, sostiene, ya lo tiene claro. Lo ocurrido el domingo en el Madison Square Garden le ha ayudado a aclararse. “Y por quién votar”.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.
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