Trump advierte de que Israel perderá todo su apoyo si se anexiona Cisjordania: “No sucederá”
El vicepresidente y el secretario de Estado de EE UU se desmarcan de la extensión de soberanía al territorio palestino

Los principales rostros de la Administración de Donald Trump, que estos días dividen por turnos su presencia en Israel para salvaguardar la tregua que impulsa en Gaza, han advertido este jueves de que una eventual anexión israelí del territorio palestino de Cisjordania (aprobada en la víspera de manera preliminar por el Parlamento) puede poner en peligro el alto el fuego. Marco Rubio, secretario de Estado de EE UU, la ha descrito como una “amenaza” para el acuerdo. Y el vicepresidente, J. D. Vance, ha puesto fin a tres días de visita “ofendido” por la coincidencia de la votación ―que ha calificado de “muy estúpida”— y dejando claro que “la política de Trump es que Cisjordania no va a ser anexionada”.
La oposición la forzó (en realidad, no necesitaría pasar por la Kneset, el Parlamento israelí) contra la voluntad del Ejecutivo de Benjamín Netanyahu para sacarle los colores durante el carrusel de visitas diplomáticas de su gran aliado. De hecho, en una entrevista con la revista Time efectuada antes de la votación y difundida este jueves, Trump dejó claro que la anexión “no sucederá” y que, si Israel osa aprobarla, perderá “todo el apoyo” de EE UU.
La votación ha acabado convertida en el tema candente, al enturbiar el optimismo sobre el alto el fuego en Gaza desplegado por los enviados de Trump desde el lunes y obligar incluso a Netanyahu a pronunciarse. Todo, a pesar de que era preliminar (aún precisa otras tres votaciones) y prescindible, porque el Gobierno podría aprobarla por su cuenta y, de todos modos, viene promoviendo sobre el terreno una anexión de facto, sin declaración formal, a fin de evitar las críticas internacionales. Cisjordania está bajo ocupación militar israelí desde la guerra de los Seis Días de 1967.
Trump ya expresó su oposición el mes pasado, tras reunirse con representantes de países árabes y musulmanes. La ha reiterado ahora con idéntica claridad en la entrevista con Time: “No sucederá. No sucederá porque di mi palabra a los países árabes. Y eso no se puede hacer ahora. Hemos tenido un gran apoyo árabe. No sucederá porque di mi palabra a los países árabes. No sucederá. Israel perdería todo el apoyo de Estados Unidos si eso sucediera”.
Vance ha apuntalado esta posición este jueves en el aeropuerto de Ben Gurión, cerca de Tel Aviv, al poner fin a su visita. Ha colocado a la Casa Blanca en las antípodas de la anexión que parte de la coalición de Gobierno de Netanyahu sueña con aplicar en Cisjordania, uno de los tres territorios palestinos ―junto con la Franja y Jerusalén Este como capital― que deberían conformar un Estado palestino, según el derecho internacional.
“La política de la Administración de Trump es y seguirá siendo que Cisjordania no será anexionada por Israel”, ha espetado el vicepresidente. Israel ya se anexionó en los años ochenta los Altos del Golán, territorio sirio, y Jerusalén Este. El grueso de la comunidad internacional sigue sin reconocer la decisión y considera ambos territorios como ocupados militarmente.
Vance ha asegurado además sentirse “ofendido” por la “maniobra política estúpida” en el Parlamento durante su presencia en el país. Se ha unido así a la postura del Likud, el partido de Netanyahu, que trató de retirarla de la agenda mientras estuviera en Israel.
“Sembrar discordia”
El ruido ha llevado a la oficina de Netanyahu a salir al paso con un comunicado, en el que ha calificado la votación de “provocación política deliberada por parte de la oposición para sembrar discordia” durante la visita de Vance. El primer ministro israelí ha recordado que solo la apoyó un miembro de su partido, Yuli Edelstein, recientemente expulsado de la presidencia del Comité de la Kneset. “Sin apoyo del Likud es improbable que estas leyes vayan a algún lado”, sentenció.
El episodio recuerda al que vivió Joe Biden en 2010, entonces como vicepresidente de Barack Obama. Horas antes de aterrizar en Israel, un comité del Ministerio de Interior aprobó la construcción de 1.600 casas en Ramat Shlomo, una colonia de Jerusalén Este. Netanyahu (también entonces en el poder) se desmarcó de la medida, pero Biden la vivió como una falta de respeto, precisamente en plena promoción de las negociaciones de paz con los palestinos. Biden criticó “la sustancia y el momento del anuncio” y aseguró que “minaba la confianza necesaria” entre las partes.
Vance se cruzó en el aire con el secretario de Estado, Marco Rubio, la última de las sucesivas visitas de altos cargos estadounidenses para mantener el alto el fuego a flote, tras la escalada de violencia del domingo. “Creemos que [la anexión israelí de Cisjordania] podría amenazar el acuerdo de paz”, dijo antes de subir al avión. “El presidente ha dejado claro que esto no es algo que tendría nuestro apoyo en este momento”. Rubio se ha reunido a última hora del jueves con Netanyahu y ha hecho una breve declaración a la prensa en la línea del resto de enviados por la Casa Blanca que le han precedido esta semana. Se mostró “confiado y positivo respecto al progreso” del alto el fuego en Gaza, pero aclaró que “nadie vive en un espejismo” sobre los “retos” y los “obstáculos sustanciales” que aún jalonan el camino.
El 26 de septiembre, Trump se refirió por primera vez a una posible anexión de Cisjordania, que desea una parte del Likud y los dos socios ultranacionalistas (Sionismo Religioso y Poder Judío). “No permitiré que Israel se anexione Cisjordania. Esto no sucederá”, dijo en el Despacho Oval. La contundente respuesta atendía a preguntas sobre si su Administración se había comprometido sobre ello con líderes del mundo árabe e islámico.
Hace décadas, en cualquier caso, que la situación sobre el terreno en Cisjordania dista de parecerse a una soberanía palestina. Sucesivos gobiernos israelíes de distinto signo político han ido favoreciendo la presencia de colonos en el territorio, que ha ido creciendo hasta superar los 700.000, incluyendo Jerusalén Este. La ONG Peace Now, que sigue su crecimiento, cifra en 340 los asentamientos israelíes en poco más 5.600 kilómetros cuadrados, menos que la Comunidad de Madrid. El derecho internacional los considera ilegales. Los colonos son favorecidos por redes de carreteras, de agua o de electricidad de uso prohibido o limitado para los palestinos, sometidos a régimen militar y con la violencia, la humillación y las largas esperas en puestos de control como una constante.
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