Desconcierto en Ucrania ante la propuesta de Trump de tomar el control de sus centrales nucleares
La Casa Blanca asegura que la mejor manera de garantizar la defensa de las cuatro plantas atómicas ucranias es que pasen a ser de titularidad estadounidense

Donald Trump explicó el miércoles por teléfono a Volodímir Zelenski que la mejor manera de obtener medidas de defensa para el sector energético de Ucrania es que traspase las centrales atómicas de su país a compañías estadounidenses. Esto es lo que propuso el presidente de Estados Unidos a su homólogo ucranio, según dijo la portavoz de la Casa Blanca y corroboró un comunicado de Marco Rubio, secretario de Estado estadounidense, y Mike Waltz, consejero de Seguridad Nacional: “Trump dijo que EE UU podría ser de gran ayuda gestionando estas centrales con su electricidad y experiencia. La propiedad americana de estas plantas sería la mejor protección para estas infraestructuras”.
Los medios ucranios recibieron la noticia con incredulidad. Tras el “chantaje” del acuerdo de los minerales, como lo definió TSN, el principal informativo de la televisión privada de Ucrania, llega ahora una nueva oferta de Trump que parece aprovecharse de la debilidad de Ucrania. Kiev y Washington tienen pendiente suscribir un acuerdo por el que Ucrania cede a un fondo común dirigido por EE UU el 50% de los ingresos de sus yacimientos de minerales estratégicos, del petróleo y del gas natural. Este pacto había sido una exigencia de Trump para proseguir con las negociaciones sobre las futuras medidas de defensa que aporte EE UU a Kiev.
El temor en Ucrania es que el mandatario estadounidense tenga ahora otro requisito, hacerse con sus cuatro plantas nucleares. Estas son la central de Jmelnitski, para la que se han adquirido nuevos reactores de la estadounidense Westinghouse, la de Rivne, la denominada Sur Ucrania y la más conocida de todas, la de Zaporiyia, la mayor de Europa y actualmente bajo ocupación rusa. Zelenski aseguró en la noche del miércoles que Trump solo le había hablado en su conversación de invertir en Zaporiyia en el caso de ser liberada.
La situación recuerda a otra confusión que se produjo tras la reunión que mantuvieron el 11 de marzo las delegaciones de Zelenski y de Trump en Yeda (Arabia Saudí). El jefe de la oficina del presidente ucranio, Andrii Yermak, negó que hubieran debatido qué territorios ocupados se cederían a Rusia. Waltz explicaba al mismo tiempo en una entrevista de televisión que por supuesto que habían discutido sobre concesiones territoriales, y que incluso él puso sobre la mesa un mapa de Ucrania para dibujar sobre este cómo podrían dividirse las regiones. La misión estadounidense en Yeda también mostró especial interés en la central de Zaporiyia.
Zelenski, que ha optado por una estrategia de cortejo a Trump, describió su entrevista con el mandatario estadounidense como “positiva, muy sustanciosa y franca”, además de darle varias veces las gracias por su apoyo. El presidente ucranio ha recordado este jueves durante una visita oficial a Noruega que sus centrales nucleares son de titularidad estatal y que la opción para EE UU es que invierta si quiere en Zaporiyia para modernizarla y ponerla a punto una vez sea desocupada por Rusia. Está previsto que el asunto se retome en la reunión convocada para el próximo lunes en Arabia Saudí entre las delegaciones ucrania y estadounidense.
“Como un buitre”
No todo el mundo ha reaccionado con tanto tacto. “Trump es como un buitre que sobrevuela una Ucrania herida”, ha publicado en sus redes sociales Maksim Borodin, exdiputado de Mariupol y destacado activista político. “Traducido, EE UU quiere poseer la central nuclear de Zaporiyia, de lo contrario, podrá seguir en manos rusas”, ha escrito el exministro de Economía de Ucrania Timofii Milóvanov. Euromaidan Press, un medio de activistas proeuropeos, considera que es otra imposición “de corte colonial” como lo fue el pacto de los minerales.
“Quizá se refería a esto cuando dijo que hablaría con Vladímir Putin de repartir los activos de Ucrania”, valora a este diario uno de los comandantes más importantes del frente de Zaporiyia, que pide mantenerse en el anonimato. Estas palabras hacen referencia a las declaraciones del pasado lunes de Trump, un día antes de entrevistarse telefónicamente con Putin, y en las que expresó su interés en abordar con el autócrata ruso “el reparto de activos” en Ucrania, mencionando de forma concreta los territorios ocupados y la planta de Zaporiyia. “Llevamos tres años luchando para recuperar esta central y ahora quien tenía que ser nuestro aliado dice que solo si es suya puede estar protegida de los rusos. No sé ni qué decir”, añade este alto rango militar.
“Ucrania se ha acostumbrado a estas noticias, pero existe siempre un desasosiego porque Trump es impredecible”, explica Oleskii Melnik, codirector del Centro Razumkov de estudios políticos y de seguridad. Melnik opina que lo mejor que puede hacer el Gobierno ucranio “es secundar cualquier iniciativa de los americanos y no enfadar a Trump, porque las consecuencias se han demostrado muy negativas”. Con esto se refiere este académico a la suspensión este marzo, durante 10 días, de la inteligencia militar estadounidense a Ucrania, y que supuso un grave contratiempo para las defensas del país invadido. Zelenski ha aprendido rápido esta estrategia, indica Melnik, “desde que entendió que argumentar es inútil, durante su pelea en el Despacho Oval [la tormentosa reunión con Trump del 28 de febrero en la Casa Blanca]”: “De algún modo hay que aprender de lo que hace con Trump nuestro enemigo, Putin, que le dice que sí pero mientras le da largas y consigue lo que quiere”.
Melnik asegura que las ideas de Trump no son sólidas y que incluso son inviables. El centro Razumkov cuenta con algunos de los mejores analistas en política energética de Ucrania, y su conclusión es que en el caso de la central de Zaporiyia, al tener tecnología soviética y adaptaciones nacionales ucranias, una empresa estadounidense no podría operarla. Mijailo Gonchar, director del grupo de análisis de Strategy XXI, uno de los más reconocidos en Ucrania en estudios en el sector energético, corrobora que las centrales ucranias no pueden ser operadas por técnicos estadounidenses. Lo que sí podría ser es que la propiedad de la empresa sea estadounidense: “En ese caso, según los protocolos internacionales, deberían garantizar que militares estadounidenses operen sistemas de defensa, desde misiles antiaéreos a cazas de combate”.
“EE UU quieren obtener beneficio de Ucrania y de nuestra deblidad”, concede Gonchar. Este espera que el Gobierno ucranio descarte la oferta porque, pese a las promesas de ayuda militar, está en juego la seguridad energética del país.
“Los americanos hace días que no hablan de los minerales, quizá pasó a mejor vida el trato”, dice Melnik, “y quizá se olvidarán de las centrales nucleares y dentro de una semana sacarán otra carta”. Su conclusión es que “por desgracia, cada vez hay más pruebas de que el Gobierno de EE UU no sigue ninguna estrategia, solo impulsos para conseguir resultados a corto plazo”.
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