Netanyahu arrastra los pies con el alto el fuego en Gaza
La superioridad estratégica y el apoyo cerrado de EE UU permiten a Israel ignorar los términos del acuerdo mientras exige a Hamás un cumplimiento estricto, igual que hace en Líbano con Hezbolá

Cena de gala en la conferencia de presidentes de las principales organizaciones judías estadounidenses, en Jerusalén. El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, toma la palabra. Ya de por sí suele emplear un tono mesiánico, pero este domingo está crecido, consciente de que juega en casa y de que ―como subraya― “ni Israel ha sido nunca tan fuerte, ni tampoco la alianza con EE UU”. El público comienza un aplauso y lo detiene, al sentir que interrumpe el discurso. Netanyahu para y les dice: “Podéis aplaudir”.
Es su estado de ánimo con la tregua en Gaza a punto de cumplir su primer mes y Donald Trump en la Casa Blanca. A principios de marzo, debería comenzar la segunda de las tres fases del alto el fuego. El acuerdo estipula que las negociaciones de transición de una a otra deberían haber comenzado hace casi dos semanas.
Hamás mandó una delegación a Doha y El Cairo. Netanyahu lo hizo solo este lunes, tras reunirse con el enviado de EE UU para Oriente Próximo, Steve Witkoff, un hombre más sobrio y de humor menos cambiante que Trump, que ha pasado de acabar una entrevista en 2021 sobre Netanyahu con la frase “Fuck him” (”Que le jodan”) a colmarle de regalos políticos desde que regresó a la Casa Blanca, el pasado enero. “En lugar de ayudar a Netanyahu a encontrar su equilibrio en el terreno sólido de la realidad, Trump lo está empujando al borde del abismo”, escribía este lunes en el diario Yediot Aharonot Nahum Barnea, uno de los principales comentaristas políticos de Israel.

Netanyahu no despachó antes una delegación negociadora precisamente porque viajaba a EE UU y quería saber lo que de verdad importa: qué le diría Trump. Salió con una sonrisa de oreja a oreja y un plan de “limpiar” Gaza de sus 2,3 millones de habitantes y dejarla bajo control de EE UU. Estuvo una semana fuera (en la oposición escoció que siguiese un canje de rehenes israelíes por presos palestinos, el sábado, desde la distancia) y tardó tres días en convocar a su gabinete de seguridad, mientras los mediadores esperaban una señal.
Este domingo se reunió con Witkoff, que en una entrevista televisiva aseguró que “ciertamente” habrá segunda fase del alto el fuego, pese a ser “más complicada e intrincada”. Netanyahu despachó el equipo este lunes a El Cairo para hablar solo de la primera fase. Luego cambió un comunicado para aclarar que el gabinete de seguridad le dará “instrucciones para la continuación de las negociaciones sobre la segunda fase”.
La reunión previa del gabinete era una condición del ministro ultra de Finanzas, Bezalel Smotrich, para permanecer en el Gobierno, pese a su oposición al alto el fuego. Smotrich asegura que Netanyahu le ha prometido desde el principio que reanudará la guerra y que tumbará el Gobierno si incumple su palabra. También que ha “comenzado los preparativos” con el equipo de Trump para poner en marcha el plan de limpieza étnica de Gaza, que espera ver comenzar “en las próximas semanas”. “No habrá nada para los habitantes de Gaza en los próximos 10 o 15 años. Cuando volvamos a los combates y toda Gaza parezca Yabalia [una ciudad de 200.000 habitantes convertida en ruinas por los bombardeos], definitivamente no habrá nada para ellos allí”, decía la pasada semana en una entrevista.
El acuerdo de alto el fuego marca la duración (seis semanas) y el punto de destino de la segunda fase: el fin de la guerra y la entrega de los rehenes israelíes restantes, que serían entonces unos 60, entre vivos y muertos. Pero no el camino, ya que cerrar los detalles a priori habría hecho imposible el acuerdo.
Esa es, a juicio de Mairav Zonszein, analista sénior sobre Israel del think tank International Crisis Group, precisamente la “gran pregunta”: “qué forma tendrá” esa segunda fase. “Ya sabemos que Netanyahu está tratando de alargar las cosas. Y que la retórica del plan de Gaza de Trump es definitivamente un regalo para la coalición de Netanyahu porque no se puede ser más de extrema derecha que la limpieza étnica de Gaza”, señala en conversación telefónica. Pero, por otro lado, “tiene ahora un Gobierno más estable para avanzar en la liberación de rehenes” y le resultaría “muy difícil” aparecer ante el conjunto de los israelíes como el responsable del descarrilamiento del acuerdo, que conllevaría movilizar de nuevo tropas y “más muertes de soldados y rehenes” sin “obtener muy rápidamente una narrativa de victoria”.

Las filtraciones apuntan a que Israel pedirá básicamente a Hamás algo parecido a una rendición. Que entregue primero su única baza negociadora (los rehenes) y luego renuncie al poder (incluido su papel en la vigilancia del transporte de ayuda humanitaria) y se desarme. Los islamistas están dispuestos tanto a lo primero ―siempre que quede en manos de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que Netanyahu ha salido este lunes a reiterar que carecerá de todo rol en la Gaza de posguerra― como a lo segundo, pero en el marco de la creación de un Estado palestino, a la que se opone el primer ministro israelí.
Todo esto mientras Trump y Netanyahu proponen vaciar Gaza y convertirla en la “Riviera de Oriente Próximo”, repoblada por “gente del mundo”. “Todo lo que Israel y Estados Unidos vienen diciendo no da a Hamás ningún incentivo para avanzar con la liberación de rehenes, pero no creo que Trump esté realmente interesado en tomar el control de Gaza”, señala Zonszein. El gran dilema, que toca de lleno en el corazón de la segunda fase, es, según cree, cómo pretenden cumplir su objetivo de sacar a Hamás del poder. “Aunque no tiene necesariamente interés en gobernar Gaza, es un grupo de resistencia armada. Y no creo que vaya a aceptar desarmarse o quedar completamente vulnerable. Israel no tiene muchas buenas opciones en este sentido”.
En la primera semana de la segunda fase, además, el ejército debe retirarse del Corredor Filadelfia, la frontera entre Gaza y Egipto, según las filtraciones del texto final. Netanyahu exigió durante meses un control militar permanente de la frontera (bloqueando un acuerdo que acabó firmado ante la llegada de Trump casi igual que el que llevaba muchos meses sobre la mesa) y lo presentó como clave para la seguridad de Israel. “Destruir a Hamás, traer de vuelta a todos nuestros rehenes, garantizar que Gaza ya no represente una amenaza para Israel y devolver sanos y salvos a los residentes en la frontera norte. Tres de ellos pasan por un solo lugar: el Corredor Filadelfia”, decía en septiembre.
De momento, Israel acumula otros incumplimientos en la primera fase. Debería haber permitido la entrada de 60.000 caravanas (como hogares temporales para quienes lo han perdido) y maquinaria pesada para desescombrar. No ha sucedido. Hamás asegura que recibió garantías la pasada semana de los mediadores, a cambio de dar marcha atrás en su amenaza de no entregar rehenes el sábado pasado. Uno de los ministros del gabinete de seguridad, Zeev Elkin, defendía este lunes el uso de “cualquier herramienta de presión” para lograr a los rehenes de vuelta.
“Las puertas del infierno”
Israel espera, de hecho, la entrega de cuatro cadáveres el jueves y trata de que Hamás libere a los seis con vida de la primera fase este sábado, en vez de a lo largo de dos semanas, como marca el pacto. Solo quedarían entonces cuatro cadáveres de los 33 de la primera fase. El acuerdo estipula el orden de las entregas, pero el ambiente ha cambiado desde que Trump amenazó a Hamás con que se “abrirían las puertas del infierno” en Gaza si no liberaba el pasado sábado a los 76 que quedaban, aunque al final no sucediese ni lo uno, ni lo otro.

Por otra parte, los bombardeos israelíes son puntuales, pero suponen una vulneración del pacto y suman ya cerca de 100 muertos por ataques directos, según el Ministerio de Sanidad del Gobierno de Hamás. Los últimos, este domingo: tres policías de Hamás que vigilaban el reparto de ayuda humanitaria en Rafah, según el Ministerio de Interior. El ejército israelí asegura que “se dirigían hacia las tropas” y el ministro de Defensa, Israel Katz, subrayó que quien penetre en la zona tampón con presencia militar cargará con la responsabilidad de su propia muerte.
Solo un cohete ha sido lanzado desde Gaza este mes, en un episodio confuso que no ha reivindicado ninguna milicia. Cayó dentro de la Franja, matando a un adolescente, y Smotrich reaccionó pidiendo “una respuesta grave y desproporcionada”. También cuando Hamás liberó a cuatro soldadas antes que a una civil. Netanyahu mantuvo a decenas de miles de desplazados a la espera de regresar al norte a ver el estado de sus hogares (solo menos del 10% de los edificios están intactos) y arrancó una liberación extraordinaria.
Es una suerte de “tregua a la libanesa”. Es decir, un alto el fuego que aplica estrictamente para una parte (sea Hezbolá o Hamás), pero Israel vulnera a diario. Porque puede (es, sobre todo ahora, la parte fuerte de la ecuación) y porque, tanto en Gaza como en Líbano, la línea de los incumplimientos la marca en la práctica su gran aliado, Estados Unidos. En Líbano, Washington bendijo primero que no respetase el plazo de retirada de las tropas del sur del país y lo ha hecho este lunes con que permanezcan en cinco puntos militares estratégicos, pese al pacto. El presidente de Líbano, Joseph Aoun, ha admitido la incapacidad de recurrir a algo más que protestas diplomáticas.
Israel ha asesinado también allí este lunes con un dron a un líder del brazo armado de Hamás, Mohamed Shahin. Ha sido en Sidón, una ciudad igual de lejos de Beirut que de la frontera con Israel. Y acaba de generar indirectamente un diferendo diplomático entre Irán y Líbano: no hay vuelos entre sus capitales desde que Beirut detuvo los procedentes de Teherán porque un portavoz militar israelí acusó al régimen de los ayatolás de usar vuelos civiles para pasar fondos a Hezbolá.
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