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Lukashenko se perpetúa más de tres décadas en el poder en unas elecciones a medida en Bielorrusia

El mandatario se presenta a sus séptimos comicios sin permitir la candidatura de ningún opositor, con urnas opacas y comisiones electorales seleccionadas por su Gobierno

Alexandr Lukashenko elecciones Bielorrusia
El presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko, deposita su voto este domingo en un colegio electoral de MinskEvgenia Novozhenina (REUTERS)
Javier G. Cuesta

Las urnas de los colegios electorales bielorrusos son tan opacas como sus propias elecciones. En sus papeletas está escrita la opción de voto “contra todos”, pero no hay cortinillas que oculten completamente al votante de la mirada indiscreta de los miembros de las mesas, seleccionados por el Gobierno meses antes de que se anunciasen las propias elecciones. Además, los candidatos opositores reales están en la cárcel o en el exilio. Son unos comicios a medida con los que el presidente bielorruso, Alexandr Lukashenko —Korys, Bielorrusia, 70 años—, se dispone a prolongar este domingo más de tres décadas en el poder.

El comité electoral central bielorruso cifró la participación en un masivo 85,7%. Según los supuestos sondeos a pie de urna publicados por las autoridades, Lukashenko habría obtenido un 87,6% de votos, un punto menos que su aliado Vladímir Putin en las presidenciales rusas del año pasado.

El mandatario bielorruso no piensa en ceder aún el trono que ostenta desde 1994. “Llegado el momento, lo pensaremos”, ha aseverado este domingo, en los que son sus séptimos comicios consecutivos. En los anteriores se apuntó el 80,1% de los sufragios, frente al 10,1% de su rival, Svetlana Tijanóvskaya, cuya candidatura unió a toda la oposición. Aquel fraude electoral desembocó en unas protestas masivas que el régimen ha reprimido sistemáticamente en estos cinco últimos años. Hoy, un lustro después, nadie se atreve a disentir en alto por el terror a ser arrestado.

Tijanóvskaya y otros líderes opositores bielorrusos en el exilio encabezaron este domingo una manifestación masiva en Varsovia contra el régimen de Minsk. “Juntos somos imparables. Como bielorrusos, no vamos a perder la esperanza. Reclamaremos nuestro país y nuestro regreso a casa más fuertes que nunca”, ha proclamado la cabeza visible de la disidencia.

La Comisión Europea ha calificado los comicios de “simulación electoral” y ha exigido a Lukashenko la puesta en libertad de los 1.245 presos políticos que la ONG defensora de derechos humanos Viasná estima que siguen encarcelados. “La UE seguirá imponiendo sanciones selectivas contra el régimen al mismo tiempo que apoya financieramente a la sociedad civil y la democracia bielorrusa”, ha afirmado la alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores, Kaja Kallas, en un comunicado.

La farsa de la democracia de Lukashenko

Las irregularidades fueron evidentes en los comicios de 2020, pero esta vez el Gobierno no ha dejado nada al azar. Además de prohibir la candidatura de todos los opositores libres, también ha cambiado algunas reglas electorales, como impedir la presencia de observadores cerca de las mesas o las urnas.

De hecho, el régimen de Lukashenko ha vuelto a evitar la presencia de los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) al invitarla con apenas una semana de antelación. El organismo ha declinado participar al no tener margen para preparar su misión.

“Lukashenko tiene tanto miedo al proceso electoral que no deja que exista una remota posibilidad para que sus títeres ganen las elecciones”, afirma Matvéi Kupréichik, expolicía y ahora responsable del Centro de Monitoreo Bielorruso (BELPOL son sus siglas en bielorruso), al presentar en su web un informe con las violaciones electorales del régimen.

La Comisión Electoral Central de Bielorrusia anunció el 23 de octubre del año pasado que los comicios tendrían lugar este domingo. Sin embargo, BELPOL ha tenido acceso a numerosos documentos del Gobierno que prueban que más de 10.000 miembros de las comisiones electorales fueron seleccionados ya mucho antes —entre junio y septiembre de 2024— a través de correos enviados entre Minsk y las administraciones locales marcados como “solo de uso oficial”.

Una vez elegidos, los integrantes de cada comisión electoral fueron chequeados por el servicio secreto, el temido KGB, antes de los comicios. Además, BELPOL ha constatado en dos centenares de listas que un 82% de los presidentes y un 72% de los miembros de las mesas electorales han repetido respecto a las elecciones parlamentarias de 2024.

Los nombres de los miembros de las comisiones electorales son secretos por ley. “Es para proteger su información personal, especialmente de los estafadores”, argumenta el presidente del colegio electoral número 22 del distrito central de Minsk, Denís Verigo. “En tu casa tienes una alfombra; en la mía no. Si no me gustan, no tendré ninguna. Cada uno tiene su propio sistema y elige lo más correcto para su país”, responde Verigo al ponerle como comparación la formación de las mesas electorales en España, donde se realiza por sorteo la selección de sus miembros y es transparente.

La mitad de los votos, en urna desde primera hora

En su colegio hay registrados 1.310 votantes y a las 9.30 de la mañana de este domingo ya contabilizaban 566 papeletas, más de la mitad. Todos los colegios comenzaron a recibir votos el 21 de enero, en lo que las autoridades llaman “voto anticipado”. Sin embargo, para la oposición es una forma sencilla de maquillar el proceso.

“Pueden cambiar los votos por la noche”, aseguran fuentes de la ONG defensora de derechos humanos Viasná, que también recalcan que cada mesa recuenta su parte de los votos en cada colegio electoral, pero la suma total definitiva la envía sin más comprobación el presidente de la comisión.

Las urnas del punto electoral número 22 de Minsk, translúcidas, no permiten calcular bien cuántos votos hay en su interior. Los tres observadores presentes en la mesa, miembros de partidos y organizaciones sociales permitidas por el Gobierno, no tienen ninguna identificación. Los tres aseguran que no se ha producido ninguna irregularidad en toda la jornada.

El sello que precinta cada urna está en manos de los presidentes de los colegios electorales. La oposición denuncia que nada impide que puedan acceder tras su cierre y manipular los votos. “Hay dos empleados de las fuerzas de seguridad permanentemente aquí”, afirma Verigo. “Lo controlan todo: la seguridad es mejor que en un banco”.

En el colegio número 14 de la calle Melnikaite, también en la capital, se observa más actividad, aunque ambos puntos electorales comparten que la inmensa mayoría de los votantes, prácticamente todos, son pensionistas. En este último hay 2.394 votantes registrados y 935 papeletas contabilizadas en los días previos. Sus tres urnas son totalmente opacas y frente a los vestíbulos de voto, sin cortinillas, hay dos personas de la organización. “¿Recuerdas que tuvimos la covid? El régimen sanitario las prohíbe”, afirma el jefe de la comisión electoral de aquel punto de votación, Andréi Petujov, sobre la ausencia de elementos que aporten privacidad al elector.

El presidente de aquel colegio asegura que ha venido a votar más gente que en las cuestionadas elecciones de 2020. “La gente ha entendido cuál es el camino. Este año es se cumple el 80º aniversario de la II Guerra Mundial, y han entendido que no quieren otra”, afirma Petujov, que da por concluida la entrevista al preguntarle cómo fue formada su mesa. Tres observadoras permanecen sentadas en el otro extremo del pasillo. Afirman ser parte de los partidos que compiten con Lukashenko, pero rechazan identificarse. “¿Para qué? Quienes nos han enviado aquí ya saben quiénes somos”, afirma una de las mujeres. Y agrega: “Te han dejado venir y puedes hablar, todo está bien”.

En el exterior del colegio, el goteo de pensionistas que acuden a votar es constante. El resto de adultos prácticamente brilla por su ausencia. “Habría que hacer un monumento al presidente por no vender el país a Occidente”, manifiesta una mujer. “Somos gente pacífica”, añade.

El rechazo firme de Lukashenko a entrar en la guerra de su aliado Putin contra Ucrania es un factor clave en el apoyo al presidente bielorruso de sus seguidores. “Nuestros niños van a la escuela tranquilamente, no les bombardean ni les disparan”, afirma un votante de 65 años que también quiere permanecer en el anonimato y luce un brazalete de “vigilante para la protección del orden público en la República de Bielorrusia”.

Este jubilado cobra una pensión de 1.100 rublos bielorrusos (330 euros), pero el trauma de la crisis postsoviética sigue siendo un factor determinante en el voto de los mayores. “No existe alternativa a Lukashenko. Antes de que llegase no teníamos nada en las tiendas y los bancos estaban vacíos. Ahora tenemos de todo y la situación está tranquila”, asegura. Reconoce, eso sí, que muchos se han ido —incluidos algunos familiares próximos— en busca de una vida mejor.

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