De 10.000 soldados a 2.000 en cinco años: el declive francés se acelera en África
Una ola de soberanismo y la irrupción de nuevos actores como Rusia, China y Turquía destierran a París de su principal zona de influencia en el Sahel
El 2 de febrero de 2013, el entonces presidente francés François Hollande era recibido como un libertador en las ciudades malienses de Bamako y Tombuctú, después de que una rápida intervención militar liderada por París lograra desalojar a los yihadistas de las principales ciudades del norte del país. Once años después, los antes héroes ahora son expulsados de África por una ola de soberanismo que, sumada a la irrupción de nuevos actores como Rusia, Turquía o China, pretende desterrar la enorme influencia y el intervencionismo galo del continente: de 10.000 militares presentes en África hace tan solo cinco años, apenas quedan unos 4.000, y se prevé que se reduzcan a menos de 2.000 en los próximos meses tras los recientes anuncios de Chad y Senegal.
Este martes, dos aeronaves francesas de combate despegaban de la base de Adji Kossei, en Chad, rumbo a Francia. Se trata del primer paso de la salida de las tropas galas del país después de que, el pasado 28 de noviembre, el Gobierno chadiano hiciera pública la ruptura del acuerdo militar que ampara la presencia de un millar de soldados franceses en su territorio. Ese mismo día, el presidente senegalés, Bassirou Diomaye Faye, preconizaba el cierre de la única base militar francesa en su país.
Son las últimas fichas de un dominó que, según Dagauh Komenan, doctor en Historia Contemporánea y especialista en el Sahel, comenzó a caer en 2017. “A veces nos olvidamos de que República Centroafricana fue el primer eslabón. Francia decide poner fin a la Operación Sangaris y Rusia aprovecha ese vacío para inaugurar su nueva doctrina en África con la compañía privada Wagner y el control de los minerales”, asegura.
La presencia militar francesa data de los años inmediatamente posteriores a las independencias. Muchos regímenes de países africanos que habían sido colonias galas firmaron acuerdos con la antigua metrópoli para garantizar su supervivencia frente a opositores, rebeldes y golpes de Estado. Con apenas 10.000 efectivos repartidos por un puñado de países, a Francia le bastó para intervenir militarmente hasta en 30 ocasiones entre 1964 y 2012, la época dorada de ese complejo entramado de relaciones marcadas por la injerencia neocolonial bautizado como Françafrique, durante la cual París logró mantener su influencia sobre el continente. Pero los tiempos han cambiado.
A finales de los años noventa, el músico de reggae marfileño Alpha Blondy ya cantaba sin tapujos: “Ejército francés, váyanse. Aléjense de nosotros. Ya no queremos la independencia bajo estrecha vigilancia”. Emergía por todo el continente una nueva generación de ciudadanos que exigía profundizar en el soberanismo y que hoy ha cristalizado en movimientos políticos y sociales. “La anormalidad que representa la relación paternalista de Francia con sus excolonias se ha situado en el centro del debate”, asegura Jesús Pérez Triana, coordinador de la web de análisis Osint Sahel, “estamos en un momento de cambio de paradigma, no solo en lo militar, también en lo económico”.
De aquellos 10.000 soldados, más de la mitad desplegados en el Sahel con la Operación Barkhane, hoy quedan unos 4.000. La principal base francesa, con 1.500 efectivos, se encuentra en Yibuti, una plataforma estratégica logística y operacional que se asoma a una ruta marítima clave en el comercio mundial y desde donde es posible intervenir en poco tiempo no solo en África, sino en Oriente Próximo y el Océano Índico. Tras ella, la presencia más robusta está en Chad, con un millar de efectivos, último bastión de su acción en el Sahel tras su salida forzada de Malí, Níger y Burkina Faso, donde han sido reemplazados por soldados y mercenarios rusos. De hecho, la ruptura del acuerdo militar hecha pública por Yamena cogió a París por sorpresa.
“El 28 de octubre, Boko Haram atacó una base militar en la zona del Lago Chad y asesinó a unos 40 soldados. El ejército lanzó una respuesta, pero no obtuvo el apoyo de Francia. Sintieron que los habían dejado solos”, asegura Komenan. Para Pérez Triana, al presidente chadiano Mahamat Idris Déby le interesa más adquirir material bélico procedente de Turquía, China o Rusia, como drones de última generación, que mantener un modelo de cooperación militar que no suma en su combate contra el terrorismo. “Francia no está en la primera línea contra la yihad en Chad porque esto tiene un alto coste político interno, ya no le aporta ningún rédito”, explica el experto.
Tras su expulsión de Malí, Burkina Faso y Níger entre 2021 y 2024 por las nuevas juntas militares, motivado en buena medida por el propio fracaso de la Operación Barkhane contra un yihadismo cada vez más extendido, y en medio de la creciente ola de soberanismo que recorre África, la propia Francia había emprendido un plan de disminución de sus tropas en el continente. A finales de noviembre, el ministro de Exteriores francés, Jean-Marie Bockel, entregó al presidente Emmanuel Macron un plan en el que detallaba la reconfiguración de su dispositivo militar.
La misión en Yibuti, intacta
Aunque no han trascendido las cifras oficiales por ser información clasificada, distintos medios de comunicación franceses apuntaron durante el verano que se pretendía reducir a la mitad, pasando de unos 4.000 a unos 2.000. Solo la base de Yibuti se mantendría intacta. “Pretendían mostrar que se van, no que los echan”, dice Pérez Triana. Pero el anuncio de Chad y Senegal “ha sido un golpe a su orgullo nacional y a su prestigio internacional”, concluye Komenan.
En Dakar, la decisión del presidente Faye de cerrar la base de Ouakam afectará a unos 350 soldados. Sin embargo, su impacto es más simbólico que operacional. Senegal ha sido siempre un firme aliado, pero la llegada al poder de Pastef, un partido que ha hecho bandera de su discurso soberanista y panafricanista, hacía prever una decisión en este sentido. Con su marcha, los 100 soldados franceses estacionados en Costa de Marfil (en la actualidad son 600, pero París prevé una reducción) serán los únicos que queden en África occidental. El debate sobre su presencia en este territorio no tardará en contagiarse, sobre todo, de cara a las elecciones de 2025. Finalmente, en Gabón permanecen unos 350 efectivos que el Elíseo quiere dejar en un centenar.
“A su pesar, el nombre de Macron va a quedar en la historia, entre otras cosas, por ser quien dejó marchar la influencia francesa en África”, asegura Komenan. “No solo los africanos se están replanteando el papel de Francia, sino que los franceses se replantean sus lógicas neocoloniales. Es un cambio en los equilibrios de fuerzas. Los ejércitos africanos de los ochenta o noventa se alimentaban de material, doctrina e incluso estética francesas, pero ahora hay otras fuentes de aprovisionamiento, un mercado en el que París no está. La sensación de que la presencia militar francesa es inasumible también viene de ahí”, remacha Pérez Triana.
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