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La crisis política en Francia deja en el aire los ajustes que exige Bruselas

La Comisión Europea cree que el efecto económico de la caída del Gobierno de Barnier “es bastante contenido y limitado”

Michel Barnier y Ursula von der Leyen
El ex primer ministro francés Michel Barnier con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en noviembre en Bruselas. Associated Press / LaPresse Only italy and SpainOmar Havana (Associated Press / LaPresse)

Francia tiene un problema serio con sus cuentas públicas: una montaña de deuda que supera con holgura todo lo que produce su economía en un año. De esto son conscientes en Bruselas y en París, donde el Gobierno recién derrocado de Michel Barnier había pactado con Bruselas una senda de ajustes que iban a poner su primera piedra en los presupuestos de 2025. Se esperaba de esas medidas que embridaran algo un déficit público que este año se irá, con casi total seguridad, por encima del 6% del PIB, más del doble de lo que fijan los tratados comunitarios, en un país que ya tiene un expediente abierto precisamente por exceder con mucho ese límite el año pasado. Pero esas cuentas públicas, que contemplaban una ligera subida de impuestos y de recaudación, han acabado por caer y arrastrar consigo al Ejecutivo que las ha propuesto. El presidente, Emmanuel Macron, ha anunciado en su discurso de este jueves que los presupuestos se prorrogarán para 2025 mediante una ley de finanzas a mediados de diciembre.

Desde la capital de la Unión Europea, por ahora, se reacciona con calma. Se recuerda, eso sí, que hay unos compromisos alcanzados entre la Comisión y el Ejecutivo de Michel Barnier en la senda fiscal a medio plazo aprobados hace apenas una semana. “Es importante que los presupuestos que se adopten sean coherentes con el plan de medio plazo”, advierte un portavoz de la Comisión Europea, después de subrayar que tanto el plan como el presupuesto remitido por París ya se habían analizado por los equipos técnicos y ya tenían el visto bueno. Aunque también admiten: “Por ahora, el efecto económico está bastante comedido y limitado”.

Esa calma, de alguna manera, también está provocada porque, aunque la crisis francesa de estos días ha encontrado su espoleta en los presupuestos, tiene una causa más profunda: la inestabilidad política y la debilidad parlamentaria del Gobierno que designó el presidente Emmanuel Macron. “No me gusta hablar de una crisis presupuestaria porque es política y, si continúa así, pues puede acabar siendo presupuestaria o de deuda”, aclara pronto André Sapir, profesor de la Universidad Libre de Bruselas, que sí apunta a que “hay un problema presupuestario”. Esto ya se vio el verano pasado, añade, cuando quedó claro que el déficit anual iba a ser más alto de lo previsto. Después llegó esa negociación con Bruselas que ahora, al menos en su pata más inmediata, las cuentas de 2025, está en el aire. “Así que no está en camino de cumplir el compromiso”, concluye este antiguo asesor económico de la Comisión.

También Victor Laquiller, del instituto de estudios BSI Economics, cree que lo sucedido con los presupuestos complica la ruta fiscal que la propia Francia se había marcado: “Los compromisos adquiridos serán difíciles de cumplir. Las tensiones existirán, claro. ¿Cómo podrá evitar pagar una multa [por incumplir]? Difícil. Y eso, aunque la multa no sea tan alta, son más dificultades”.

No falta quien le quita hierro a este último asunto, porque “Francia nunca ha respetado las reglas presupuestarias”. Esta afirmación de Léo Barincou, analista de Oxford Economics, es cierta. Las primeras reglas fiscales, el llamado Pacto de Estabilidad y Crecimiento, que tuvo la UE acabaron en nada porque París y Berlín las incumplieron. Sin embargo, en los últimos años, con la pandemia y la invasión de Ucrania, estuvieron suspendidas y ahora hay unas reformadas que acaban de ponerse en marcha. Habrá que dejar pasar unos años para ver si París logra reducir su montaña de deuda: el plan que ha acordado con Bruselas permite que crezca hasta 2027, cuando tocará techo (una cantidad equivalente al 117% del PIB) para después empezar a bajar de forma muy paulatina. Solo en 2041 está previsto que caiga al 100%. Aunque si esto sucede, en opinión de Barincou, no llegará por la presión externa de la UE, “será más bien la política interior”.

Para eso será necesario que los franceses y los partidos que han derrocado al Gobierno asuman que Francia precisa de ajustes, en su caso, también recortes, porque el peso del sector público en la economía supera holgadamente la mitad de su PIB —bastante más que en la media europea— mientras que los ingresos se quedan por debajo de ese 50%. “Hay que financiar ese gasto y parte de ese déficit es estructural, y lo es desde hace 30 años, porque durante mucho tiempo París ha hecho pequeños cambios en ingresos y ahorros”, apunta el economista Carlos Martínez Mongay, ex alto cargo de la Comisión Europea en el departamento de Economía y Finanzas.

Cambiar esa política económica, que han seguido Gobiernos socialistas, conservadores y liberales, pasa por reducir al agujero en las finanzas públicas y eso, como recuerda Barincou, “pesará sobre el crecimiento”. “Ese será el principal problema”, abunda, sabiendo que las previsiones apuntan que la actividad, al menos en los próximos dos años, será anémica.

Y puede haber otros problemas. Por ahora los mercados no se han cebado mucho con los bonos de deuda franceses. Es verdad que la prima de riesgo gala —indicativa del grado de solvencia que tiene un país— llegó a superar a la griega. Pero como apuntan tanto Laquiller como Barincou, la reacción de los inversores no ha sido grande. “Quizá ya estaba descontado”, señala el segundo. Y a eso hay que añadir que la próxima semana se espera que, según Laquiller, el Banco Central Europeo reducirá los tipos de interés oficiales y eso aliviará los pagos de la deuda de todos los países de la zona euro.

No obstante, como apunta Sapir, por ahora los mercados tienen paciencia porque creen en la economía francesa. Pero si la inestabilidad se prolonga las cosas pueden cambiar: “Los mercados están vigilando, no solo Bruselas”, zanja este experto.

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