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Scholz afronta el fin de la legislatura debilitado y con una Alemania derechizada

La victoria socialdemócrata en Brandeburgo da aire al canciller sin despejar las dudas sobre el futuro de su coalición

El candidato del Partido Socialdemócrata (SPD) y primer ministro del Estado de Brandeburgo, Dietmar Woidke, en una conferencia de prensa en Berlín, Alemania, el 23 de septiembre.
El candidato del Partido Socialdemócrata (SPD) y primer ministro del Estado de Brandeburgo, Dietmar Woidke, en una conferencia de prensa en Berlín, Alemania, el 23 de septiembre.CLEMENS BILAN (EFE)
Marc Bassets

Alemania no sale indemne de las elecciones regionales celebradas en Brandeburgo el pasado domingo y en Turingia y Sajonia a principios de septiembre. El ciclo electoral deja un canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, debilitado, y un país derechizado.

La victoria del SPD de Scholz en Brandeburgo le dará aire para los próximos meses, pero sin garantías de que su impopular coalición con ecologistas y liberales pueda agotar el año que le queda de legislatura. La pujanza, a izquierda y derecha, de partidos contrarios a la inmigración ha acelerado la competición entre los moderados para apretar las tuercas a los inmigrantes sin papeles.

En los tres Estados federados del territorio de la antigua República Democrática Alemana que acaban de votar, la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD) ha recogido cerca de un tercio de los sufragios y se ha consolidado como una fuerza central. El nuevo partido de Sahra Wagenknecht, disidente de la izquierda poscomunista y también favorable a medidas restrictivas con los extranjeros, será decisiva para formar gobierno en Turingia y en Brandeburgo.

Tras varios ataques islamistas que han disparado la inquietud en una parte de la sociedad, la coalición del socialdemócrata Scholz ha reforzado los controles en las fronteras, mientras la oposición cristianodemócrata le exige ir más allá. La inmigración se ha instalado en el centro del debate alemán.

Scholz encara el otoño con la economía estancada y una industria en crisis. También, a la vuelta de la esquina, un debate presupuestario que amenaza con romper la llamada coalición semáforo. Y una creciente impaciencia sobre la ayuda alemana para Ucrania en la guerra desatada por Rusia que se expresa en los éxitos electorales de AfD y de la nueva Alianza Sahra Wagenknecht (BSW).

Olaf Scholz, en una rueda de prensa este lunes en Nueva York.
Olaf Scholz, en una rueda de prensa este lunes en Nueva York.Michael Kappeler (DPA vía Europa Press)

Si las elecciones legislativas se celebrasen hoy, los conservadores de la CDU/CSU ganarían con un 31%, según un sondeo reciente del instituto Forsa. Quedaría en segunda posición la extrema derecha de AfD con un 17% y, tercero, el SPD de Scholz con un 15%. La CDU/CSU ha acordado designar como candidato al veterano Friedrich Merz, representante del ala derechista que repudia las políticas más moderadas de la excanciller Angela Merkel, del mismo partido.

“La gente está decepcionada con la coalición semáforo, especialmente en el Este“, analiza Uwe Jun, politólogo de la Universidad de Tréveris. “Creen que no han sabido trabajar bien juntos, que la comunicación es errática y que no han conseguido resolver problemas de las que inquietan a la gente respecto a la inmigración o al futuro económico de Alemania. Y por eso han decidido votar más por partidos de protesta como AfD y BSW.“

Los tres Estados que han votado este mes suman unos 8,5 millones de habitantes, un 10% de la población total de Alemania. No son representativos de todos el país. Es arriesgado extrapolar.

“La parte oriental siempre estuvo más abierta a nuevos partidos como AfD o BSW, porque los vínculos con los partidos establecidos son menores“, explica el politólogo Jun. “Se sienten más insatisfechos con la situación política y económica. Algunos tienen la impresión de ser ciudadanos de segunda clase y de que la parte occidental domina en la política y que no pueden alcanzar el nivel de la Alemania Occidental en cuestiones como las pensiones o los salarios. Y responsabilizan a los políticos.“

“Desde la reunificación [en 1990], siempre ha votado distinto respecto a la Alemania del Oeste”, dice Joseph de Weck, columnista en la revista alemana International Politik y especialista del laboratorio de ideas francés Institut Montaigne. “Estos resultados“, advierte en referencia a las recientes regionales, “no se reproducirán a escala nacional“.

Han sido unas elecciones muy orientales. Y, sin embargo, el impacto se siente en todo el país.

“Que el riesgo de que Scholz no salga reelegido sea tan alto“, dice De Weck, “demuestra que Alemania está en una fase de inestabilidad nueva para este país. La inestabilidad es política, con AfD que avanza y que la Alianza Sahra Wagenknecht, que no existía hasta hace unos meses y ahora se impone en el paisaje político. El sistema político era estable y los nuevos partidos necesitaban mucho tiempo para implantarse. Ahora se ve cómo un partido puede implantarse de la noche a la mañana”. Apunta el experto a otro factor, un creciente desánimo social. “Hasta hace unos años los alemanes pensaban: ‘Todo va bien, somos líderes en Europa, somos el motor del crecimiento”, dice. “Ahora tienen un poco la impresión que la nave hace aguas”, añade.

Si, como preveían los sondeos, la extrema derecha hubiese ganado en Brandeburgo, es posible que hoy la disolución de la coalición semáforo estuviese a la orden del día, o al menos la renuncia de Scholz a presentarse a la reelección en las legislativas de septiembre de 2025. Por ahora, mantiene la candidatura, pese a que circulan nombres, como el del ministro de Defensa, Boris Pistorius, como recambio.

Los socialdemócratas, en Brandeburgo, ganaron con un 30,9% de votos y mantienen así un feudo que gobiernan desde 1990. AfD quedó segunda, con un 29,3%, seguida del partido de Wagenknecht con un 13,5%. Para gobernar, los socialdemócratas necesitarán a Wagenknecht, aliada necesaria también para los cristianodemócratas si quieren gobernar en Turingia y evitar que llegue al poder la extrema derecha, primera en votos en las elecciones del 1 de septiembre en este land.

El cordón sanitario se aplica a AfD pero no a Wagenknecht. El primero es un partido de la derecha radical; la segunda, de izquierdas. Ambos conectan con una parte de la población que se siente más cercana de Rusia. La presión a Scholz para que rebaje el apoyo a Ucrania crecerá. De momento, el éxito de estos partidos ha contribuido a poner la inmigración en lo alto de la agenda.

“Los partidos políticos racionales saben que pierden las elecciones si no usan palabras fuertes sobre la inmigración, y esto se puede ver desde AfD hasta partes el SPD, desde los liberales hasta el partido de Wagenknecht”, observa Wolfgang Merkel, politólogo del Centro de Investigación de Ciencias Sociales de Berlín. “El único partido relevante que no ha seguido este movimiento hacia la derecha en inmigración son Los Verdes. Y pagan por ello”.

En Brandeburgo, Scholz salvó los muebles, pero nadie le atribuye la victoria a él, sino a Dietmar Woidke, presidente del land y candidato del SPD. Woidke hizo campaña distanciándose de Scholz y la coalición, y le funcionó.

La coalición cotiza a la baja. En Brandeburgo y los otros dos Estados que han celebrado elecciones, los resultados de los otros socios de Gobierno han sido desastrosos.

Los liberales del FDP son el eslabón más débil. No han superado el 1,1% en ninguna de las tres elecciones y su líder, el ministro de Finanzas Christian Lindner, promete un “otoño de las decisiones”. Traducido: si Scholz y los ecologistas no ceden en cuestiones como el presupuesto o la inmigración, amagan con romper la coalición y precipitar unas elecciones anticipadas en las que los conservadores parten como favoritos.

“El SPD escondió a Scholz durante la campaña, por eso su triunfo es una victoria contra el canciller”, resume el sensacionalista Bild Zeitung. Y concluye, señalando a Scholz y sus aliados: “Quien realmente quiera tomarse en serio la voluntad de los votantes, debe cambiar de política, o simplemente dejarlo correr”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).
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