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El barrio de Londres que se levanta contra las marchas racistas: “Estamos aquí para detener a los fascistas”

El distrito multicultural de Walthamstow lideró con 8.000 personas las contramanifestaciones pacíficas del miércoles. Pese a la movilización por la convivencia, el Gobierno mantiene la alerta ante el fin de semana

Manifestantes contra las marchas racistas de la extrema derecha, en el barrio de Walthamstow, la noreste de Londres, el 7 de agosto. Foto: ANDY RAIN (EFE) | Vídeo: EFE

La marea humana movilizada contra las marchas racistas y la violencia de la extrema derecha en el Reino Unido ha tenido en el barrio londinense de Walthamstow, al noreste de Londres, un símbolo de resistencia. El vecindario, una de las áreas étnicamente más diversas del país, se convirtió el miércoles por la noche en foco central de las protestas contra los disturbios desencadenados tras el apuñalamiento múltiple en Southport (noroeste de Inglaterra) en el que fallecieron tres niñas de entre seis y nueve años. En respuesta al centenar de convocatorias alentadas por radicales ultranacionalistas frente a centros de apoyo a personas migrantes, Walthamstow reunió un escudo de unas 8.000 personas y lideró la cadena de contramanifestaciones organizadas en varios puntos del país.

Ante los datos recabados por agentes de inteligencia, el miércoles se presentaba como la jornada más temida por las fuerzas de seguridad tras el inicio de unos disturbios que, desde el 30 de julio, acumulan medio millar de detenciones. La alarma, sin embargo, no se llegó a materializar y las esperadas marchas antiinmigración, que se han visto impulsadas por bulos sobre el trágico suceso de Southport en las redes, acabaron transformadas en un despliegue de defensa de la convivencia. Según la policía presente en Walthamstow, no se detectaron manifestantes radicales y los que sí comparecieron en otras convocatorias fueron ampliamente superados en número por quienes salieron a reivindicar su solidaridad y el rechazo a los discursos de odio.

“Estamos aquí para detener a los fascistas”, explicaba Sean, un escocés a punto de cumplir los 60 años que lleva en el barrio más de dos décadas. “Obviamente, en este país tenemos problemas. En estas situaciones, la extrema derecha se extiende como un cáncer y trata de culpar a las personas migrantes, a los extranjeros, a los musulmanes…, por lo que hemos salido para decirles a los racistas que no son bienvenidos”. El mensaje de rechazo al racismo se repetía en centenares de pancartas, muchas de ellas hechas a mano.

Con todo, el compromiso de Walthamstow no es homogéneo en el resto del país y el Gobierno laborista, que lleva apenas cinco semanas en el poder, mantiene la alerta ante el potencial de nuevas protestas de la extrema derecha. Agentes de inteligencia cuentan con avisos de movilizaciones este fin de semana, tras unos días de relativa calma, por lo que el primer ministro, Keir Starmer, convocó este jueves una nueva reunión del Gabinete de Emergencias Cobra, la cuarta de la semana, para monitorizar la situación.

Como en la mayoría de los emplazamientos en el punto de mira, algunos negocios ni siquiera llegaron a abrir el miércoles, siguiendo los consejos de la policía. Muchos de los que se atrevieron cerraron sus puertas antes de lo habitual, incluyendo centros de salud. Algunos establecimientos próximos a la Oficina de Inmigración, en la gran avenida central de Hoe Street en el barrio, pusieron tablones para proteger sus escaparates, conscientes de los graves daños que habían dejado los altercados de los días anteriores en lugares como Liverpool o Mánchester.

Dos horas antes del teórico arranque de las manifestaciones antiinmigración del miércoles por la tarde, en la zona de Walthamstow había más policía que viandantes, pero cuando el reloj se acercaba a las 20.00 (hora local, una más en la España peninsular), los vecinos habían tomado ya la calle y los únicos cánticos que se escuchaban eran de condena al racismo y apoyo a los refugiados. “¿De quién son las calles?”, coreaba una activista con un megáfono. “¡Son nuestras!”, respondía al unísono la multitud, en un ambiente casi festivo en el que se distribuyeron incluso bocadillos, preparados por los propios miembros de la comunidad y repartidos en grandes bandejas de aluminio por un grupo de voluntarios.

Walthamstow —también conocido por su código postal, E17 (inspiración para una banda de pop de la década de los noventa)— presume de credenciales multiculturales. Según el último censo, solo el 36% de sus habitantes son británicos blancos, la mayoría son de otros grupos étnicos, y uno de cada cinco se identifica como asiático. Para los residentes, esta diversidad es una ventaja y sostienen que en el barrio las diferentes culturas conviven en relativa armonía. “Todos vivimos aquí en paz, no vemos motivo para estas protestas”, decía Yassine, musulmán natural de Argelia y en la cincuentena, quien lleva en Walthamstow 40 años, 26 de los cuales al frente de un negocio de hostelería en la propia Hoe Street: “Nunca he tenido problema con nadie. Aquí hay comunidades musulmanas, cristianas, judías. Todo el mundo es igual, es la maravilla de este país”, explicaba entre toma y toma de TikTok, plataforma a través de la que retransmitía lo que ocurría en las calles.

Amplio historial de activismo

El barrio tiene un amplio historial de activismo. Bastión laborista ―partido que domina en todas las elecciones generales desde 1992―, ya en 2012 plantó cara a la extrema derecha al impedir una marcha de la Liga de Defensa Inglesa (EDL, en sus siglas en inglés) dirigida por su líder, el ultranacionalista Tommy Robinson [cuyo nombre real es Stephen Christopher Lennon], considerado uno de los instigadores en la Red de la violencia de estos días. Julia, que supera los 60 años y estuvo presente en la movilización de este miércoles, se movilizó también en aquella ocasión: “Tommy Robinson y sus seguidores vinieron ya en el pasado, y les impedimos el paso. Desafortunadamente, están aquí de vuelta, así que tenemos que seguir saliendo a las calles para pararlos de nuevo”.

Un agente de policía registra a una persona enmascarada en Walthamstow, al noreste de Londres, el 7 de agosto.
Un agente de policía registra a una persona enmascarada en Walthamstow, al noreste de Londres, el 7 de agosto. ANDY RAIN (EFE)

Paula, sindicalista y una de las promotoras de la contramanifestación del miércoles, admitía que hay problemas de raíz que precisan atención: “Un núcleo duro de malvados trata de aprovecharse de que hay muchas personas desesperadas por el coste de la vida o de la vivienda”. Es en esta desafección donde, en los últimos 10 días, ha prendido el discurso del odio, alentado por el virus de la desinformación, tras las acusaciones falsas que atribuían el crimen de Southport a un ciudadano sirio ficticio, pese a la confirmación oficial de que se trataba de un joven de 17 años nacido en Gales, en el seno de una familia originaria de Ruanda.

La prioridad ahora es sofocar la ola de violencia, exacerbada en internet. El Gobierno confía en que el despliegue policial, con 6.000 agentes especializados en orden público, y las sentencias exprés que se aplican ya a los promotores de los disturbios, ejerzan como disuasión a la violencia. En Downing Street consideran que las últimas jornadas de relativa calma son el resultado del mensaje de mano dura, después de que algunos alborotadores hayan recibido ya penas de hasta tres años de cárcel.

Paralelamente, el Ejecutivo admite que hay una amenaza más amplia en la desinformación y proliferación de doctrinas extremistas en la Red. Esta semana, se ha reunido con líderes de algunas de las plataformas tecnológicas para urgirlos a retirar contenidos tóxicos, pese a no existir todavía un mecanismo legal que obligue a ello. Su petición fue recogida también por el regulador británico de las comunicaciones, Ofcom, que ha escrito una carta a los gigantes de internet para exigirles que asuman su parte de responsabilidad.

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