Israel prepara una respuesta al ataque en los Altos del Golán mientras crece el temor a una escalada regional
El ejército israelí lanza bombardeos sobre el sur de Líbano contra Hezbolá. La localidad de Majdal Shams entierra a las víctimas del impacto de un misil en un campo de fútbol. Al menos 11 niños y adolescentes murieron. Uno sigue desaparecido
El misil que cayó al borde del campo de fútbol y mató el sábado al menos a 11 niños y adolescentes en la localidad de Majdal Shams, en los Altos del Golán ocupados por Israel en el norte, impactó a escasos cinco metros de un refugio construido para proteger a los vecinos en caso de un ataque. Entre el olor a quemado, los restos de sangre permanecen visibles este domingo junto a los patinetes y bicicletas ennegrecidos de los menores, que habían llegado en ellos para jugar un partido. Sobre la pared de hormigón del refugio, además de los impactos de la metralla, se lee la impronta de la ONG que lo entregó: “Donado con amor para la seguridad del pueblo de Israel”. De nada sirvió para salvar la vida de las víctimas, que tenían entre 10 y 16 años. Hay un niño, de nombre Jivara, de 11 años, que está aún por localizar. El ejército de Israel, que atribuye el ataque al partido-milicia libanés Hezbolá y amenaza con responder “duramente al enemigo”, ha lanzado bombardeos simultáneos contra siete regiones del interior y el sur del Líbano. La ONU y Estados Unidos y otros países han instado a la contención a Israel y Hezbolá, que rechaza la autoría del ataque, para evitar una guerra total en la región.
Entre escenas de dolor, varios miles de personas han despedido este domingo en un funeral por el centro de la localidad hasta el cementerio a 10 de las víctimas mortales ―otra ha sido sepultada en una localidad vecina―. Tras una oración, el cortejo ha partido de la plaza presidida por la estatua del revolucionario druso y líder sirio Sultán Al Atrash Bacha, con su espada en alto en gesto desafiante. Los cuerpos han sido trasladados a hombros en féretros cubiertos con sudarios blancos, mientras niños y niñas portaban por delante coronas de flores.
Un rato antes, Taim Abu Saleh acudía a las pistas deportivas junto a sus amigos Nishan Shaer y Marcel Awad. Todos tienen 16 años. Abu Saleh ha perdido a su amigo y compañero de clase Amir, de la misma edad. Los tres ayudan a recoger restos esparcidos por la zona del impacto del proyectil. Un hombre con un termo va repartiendo café a los presentes. Es Alwely Fares, de 68 años, uno de los primeros en llegar a la carrera tras escuchar la alarma antiaérea, el silbido del misil y el impacto. Calcula que estaba a un centenar de metros. “Avisé a los servicios de emergencia y la primera ambulancia, la que tenemos aquí en Majdal Shams, llegó a los pocos minutos mientras los vecinos tratábamos de ayudar”, explica. Se encontró con un número de cadáveres que no es capaz de precisar y heridos tratando de escapar del lugar. A algunos les faltaba una pierna.
Este ataque, del que Israel acusa a Hezbolá y que dejó también una treintena de heridos, es el peor en la zona fronteriza desde que comenzó la guerra el pasado 7 de octubre. “El ataque de Hezbolá cruzó todas las líneas rojas, y la respuesta será acorde. Nos estamos acercando al momento de una guerra total contra Hezbolá y el Líbano”, declaró el sábado el ministro de Asuntos Exteriores, Israel Katz, mientras que el responsable de Defensa, Yoav Gallant, ha asegurado este domingo que atacarán “duramente al enemigo”. Según Roni Kaplan, portavoz militar, el bombardeo del sur de Líbano la pasada madrugada no se considera la respuesta al ataque de Majdal Shams y forma parte del constante intercambio de disparos desde ambos lados de la frontera. “Estamos analizando cuál debe ser la respuesta”, ha afirmado.
“Una guerra a gran escala puede saltar aquí mismo mañana. Esperamos que no ocurra, pero estamos preparados”, comentaba a EL PAÍS el pasado martes el teniente coronel Dotan Razili, de 55 años, asomado a la frontera con Líbano desde un mirador del kibutz Eilon, a unos dos kilómetros de la separación entre ambos países. El ejército israelí, afirma el militar, se enfrenta a una milicia, Hezbolá, que, a lo largo de los casi diez meses de contienda, ha mejorado sus capacidades. Lo consigue gracias a armamento ruso e iraní, como el cohete modelo Fajer que Israel afirma han usado contra Majdal Shams. También, añade el teniente coronel, han extendido sus ataques a zonas civiles cada vez más alejadas de la frontera y han mejorado el empleo cotidiano de aviones no tripulados tanto en acciones ofensivas como en las de vigilancia y espionaje, lo que supone otro “reto” para las tropas israelíes.
Por su parte, Irán, que apoya a la milicia chií, ha advertido a Israel de que no lleve a cabo “nuevas aventuras” en el Líbano para no provocar un aumento de la inestabilidad regional. El secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, ha afirmado en un acto en Tokio: “Hago hincapié en el derecho [de Israel] a defender a sus ciudadanos y en nuestra determinación de asegurarnos de que son capaces de hacerlo. Pero tampoco queremos que el conflicto se agrave. No queremos que se extienda”. Adrienne Watson, portavoz del Consejo de Seguridad Nacional de EE UU —que depende directamente de la presidencia—, ha incidido este domingo en un comunicado en que Washington secunda la atribución israelí de la autoría al partido-milicia chií libanés, pero que “está trabajando en una solución diplomática que ponga fin a todos los ataques de una vez por todas”, informa desde Nueva York María-Antonia Sánchez-Vallejo.
Majdal Shams es una localidad de población drusa ubicada en territorio sirio ocupado por Israel desde 1967. Solo en torno al 20% de sus 11.000 vecinos disponen de la nacionalidad israelí. Sin querer dar nombres ni excesivos detalles, los familiares de algunas de las víctimas expresaron su deseo de que los funerales no se politizaran y reclamaron que no hubiera altos representantes del Gobierno israelí. El ultranacionalista Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas, ha visto cómo un grupo de vecinos lo ha echado a gritos cuando ha acudido a visitar el lugar del ataque rodeado por agentes, según imágenes publicadas en redes sociales. Otros ministros israelíes han acudido también a la localidad, donde algunas personas les han dejado claro que no son bienvenidos, según la prensa local.
Tamir Abu Saleh y sus amigos reconocen que su corazón es sirio, aunque no se sienten maltratados por las autoridades de Israel. Ninguno de los vecinos consultados por EL PAÍS reconoce disponer de nacionalidad israelí, aunque son parcos en palabras cuando se les pide hablar de política. Alwely Fares, el vecino que corrió al escenario del ataque, afirma que, desde la guerra de Yom Kippur, en 1973, el pueblo no había vivido “nada tan horrible como esto”. “En una guerra, los dos bandos salen perdedores”, añade.
“Pensábamos que los drusos no formábamos parte de este conflicto, pero cuando cayó el misil nos quedamos traumatizados”, comenta Hatem Said, de 53 años, cuya angustia se aplacó en la tarde del sábado cuando comprobó que su hijo y su hija no estaban en el campo de fútbol donde suelen ir con frecuencia.
El líder espiritual de los drusos, el jeque Mowafaq Tarif, se ha dirigido a los presentes en las honras fúnebres de los niños: “Ayer fue un sábado oscuro para los drusos y para los residentes del norte. Es un sábado que quedará grabado en la memoria como un punto bajo de la humanidad, la matanza de niños. Las escenas de horror nunca se borrarán”, informa el diario Haaretz.
Poco después de que la comitiva abandonara el cementerio, el avión oficial del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, tomaba tierra de regreso de su viaje oficial de Estados Unidos. Desde el aeropuerto de Ben Gurión, partió directo a una reunión con su equipo en torno al ataque en los Altos del Golán.
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