El plan de paz de Zelenski: tres reuniones y una cumbre con (deseable) participación rusa
El presidente de Ucrania quiere organizar conferencias sobre la seguridad energética, alimentaria y el regreso de presos de guerra y menores entre julio y septiembre. Moscú rechaza participar en una segunda ronda de diálogo
La palabra negociación se mira aún con cierto recelo entre los ciudadanos ucranios. Se había metido en un armario y tirado la llave durante meses de resistencia y contraataque frente a la agresión rusa. Tampoco estaba a diario en boca del Gobierno. Pero dos años y medio después de iniciada la invasión a gran escala, empieza a asomar la cabeza, ya sea como estadio último de un proceso en el que se ha sumergido de lleno el presidente Volodímir Zelenski. El mandatario ucranio quiere pisar el acelerador, junto a su gabinete, dirigido por Andrii Yermak, y la labor diplomática de su ministro de Exteriores, Dmitro Kuleba, y cubrir las siguientes etapas marcadas en su hoja de ruta previas a la celebración, previsiblemente antes de finales de año, de una segunda cumbre de paz con posible representación rusa. Si prospera este plan, llegarían, de forma inevitable, las negociaciones. Un rompecabezas difícil de completar en un momento complicado para el ejército ucranio, muy presionado en el sector de Donetsk, en el este del país, y una ciudadanía que quizá no esté en la misma línea que el Ejecutivo: según una encuesta realizada por el prestigioso Centro Razumkov, solo el 44% de los ucranios cree que ha llegado el momento de negociar. Un 61% no cedería en nada de lo que, a priori, demanda Rusia.
Tras varias reuniones internacionales a nivel ministerial o de asesores en temas de seguridad (Copenhague, Yeda, Malta y Davos), el objetivo de Zelenski para este año, al menos público, era lograr esa primera cumbre de paz que se celebró entre el 15 y 16 de junio en Bürgenstock (Suiza). Y lo logró. El comunicado, con 87 firmas de apoyo en este momento, contemplaba avanzar en tres de los 10 puntos del plan de paz del presidente ucranio (la llamada Fórmula Zelenski): seguridad energética ―incluida la recuperación del control de la central nuclear de Zaporiyia―, alimentaria y, finalmente, intercambio de presos y regreso de los niños ucranios en poder de las autoridades rusas.
En Suiza, el presidente subió un nuevo escalón y expresó su deseo de organizar ya este mismo año una segunda reunión para avanzar en una “paz justa”. De reojo, Kiev observa el ascenso en las encuestas del candidato republicano, Donald Trump, y su compañero en el ticket, J. D. Vance, opuesto a mantener la ayuda a Ucrania. Este lunes, Zelenski, en conferencia de prensa, fijó los escalones previos a una nueva cita, una hoja de ruta que pasa por una reunión, en julio o principios de agosto, en Qatar y sobre energía; otra en agosto, a celebrar en Turquía, sobre el libre acceso al comercio de grano por las aguas del mar Negro, y una tercera que aborde, en Canadá, en septiembre, el regreso de prisioneros de guerra y menores deportados.
Si hay éxito en esos tres puntos, el presidente ha pedido a su equipo que tenga listo en noviembre (mes de las elecciones en Estados Unidos) un plan con el resto de su fórmula de paz y que, por tanto, se pueda celebrar la segunda cumbre. Con un extra: “Creo que deberían acudir representantes de Rusia”, dijo este lunes Zelenski. Sería en esta cita donde se hablaría de la retirada de las tropas rusas y el cese de hostilidades.
Este esquema de trabajo diplomático está expuesto, sin embargo, a lo que ocurra en la contienda. “Lamentablemente”, señala en un intercambio de mensajes Serhii Kuzan, presidente del Centro de Cooperación y Seguridad de Ucrania (USCC, en sus siglas en inglés), “el país no se encuentra actualmente en la mejor posición para iniciar negociaciones. Rusia es hoy el que tiene la iniciativa en el campo de batalla”. Kuzan, exasesor del Ministerio de Defensa ucranio, considera, no obstante, que en otoño habrá cambios a medida que el potencial de la campaña de verano rusa comience a desvanecerse. “Rusia se encuentra ahora en lo más alto de sus capacidades”, prosigue este analista, “mientras que los socios occidentales, por el contrario, están abriendo fábricas en Ucrania, brindando asistencia adicional, y su propio complejo industrial de defensa está ganando capacidad”.
Con la primera parte del plan trazado por el presidente ucranio hay claros y oscuros. Si bien la sociedad ucrania ha demostrado su resiliencia tras la ofensiva a la infraestructura energética, los daños en el sector son enormes. Desde marzo, Moscú bombardea el sistema eléctrico, bien sean plantas térmicas, esenciales tras la reducción del flujo de las nucleares en territorio ocupado, bien sean simples subestaciones. Según estimaciones recientes de funcionarios ucranios para Financial Times, Ucrania genera la mitad de potencia que antes de la invasión. El perjuicio para la economía del país y los cortes de luz a los ciudadanos son terribles.
También en el terreno del claroscuro estaría la vuelta de los militares capturados por el enemigo y de los niños trasladados forzosamente. Ucrania ha recuperado solo desde mayo y en tres tandas a 259 soldados. El mismo número de uniformados ha obtenido a cambio Rusia. El canje se mantiene a un buen ritmo, mientras que, en el caso de los menores, de los 20.000 niños identificados por el Gobierno que habrían sido transferidos a territorio ocupado o directamente a Rusia, solo han regresado 388. La tercera etapa de la hoja de ruta, la seguridad alimentaria, es quizá la que avanza a mejor ritmo. Gracias a la presión mantenida en el mar Negro, a través de bombardeos y drones marinos lanzados contra la flota rusa, los cargueros han podido volver a circular hacia el Bósforo y está recuperando los niveles de exportación de grano ucranio anteriores a 2022.
Aunque estos tres puntos del plan de Zelenski lleguen a buen puerto, se encontraría, salvo sorpresas, con la negativa tajante del Kremlin a acudir a la cumbre de paz. Su participación no solo es deseable para Kiev; a la cita de Suiza, potencias como China y Brasil, tan relevantes en la actualidad para el Gobierno ucranio, no acudieron alegando la ausencia de enviados de Moscú. Unas horas antes de que echara a andar la cumbre de Bürgenstock, el presidente ruso, Vladímir Putin, manifestó como condiciones para empezar a hablar el reconocimiento como territorio ruso de las provincias de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia y Jersón (ninguna está controlada completamente por el ejército ruso), así como la desmilitarización de Ucrania y su renuncia a adherirse a la OTAN. Estas tres líneas rojas equivaldrían, según el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, en sus siglas en inglés), a una petición de “capitulación”. El pasado día 12, el viceministro de Exteriores ruso, Mijaíl Galuzin, insistió en que Moscú no estaría presente en una segunda ronda de paz y calificó la Fórmula Zelenski de “ultimátum” y “callejón sin salida”.
“Falta comprensión y actitud constructiva por parte de los rusos”, señala Serhii Kuzan, del USCC. “No se guían por los principios básicos de las negociaciones, sino que plantean ultimátums que no se pueden cumplir sobre la capitulación o la entrega de territorios. Ucrania habla de una solución paso a paso a este problema militar, y los rusos hablan el lenguaje de la manipulación bajo diversas formas para poder legalizar la ocupación ilegal de territorios ucranios, para que se les retiren las sanciones y se frenen los suministros de armas a Ucrania. Quieren ganar tiempo para esperar un cambio en la situación política en Europa y en el mundo, para atacar aún más con nuevas fuerzas. Esperan que el mundo se canse de lo que llaman la ‘crisis ucrania”.
Sea más pronto o más temprano, la posibilidad de una negociación con Rusia está presente en la sociedad ucrania. Este lunes, el periódico Dzerkalo Tyzhnya publicó los resultados de una encuesta realizada por el Centro Razumkov, referencia en el estudio sociológico en Ucrania. Entre las conclusiones, una paradoja: el 44% de los consultados, una mayoría relativa, respondió que ha llegado el momento de iniciar unas conversaciones entre los dos países. Un 35% contestó de forma negativa. Y pese a que el porcentaje de los síes, aunque no muy elevado, es relevante, un 61% dijo no querer ceder en nada de lo pedido por Putin en sus últimas declaraciones ―el 84% no está dispuesto a ceder territorio―. Más allá incluso, el 51% expresó como condición mínima para el diálogo mantener las fronteras ucranias selladas en 1991, una línea muy roja para Moscú. Un 66% manifestó que la victoria en la contienda es posible.
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