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Starmer viaja a Irlanda del Norte y Escocia para recomponer las relaciones territoriales del Reino Unido

Los republicanos del Sinn Féin expresan su “felicidad” por el regreso al Gobierno del Partido Laborista. El nuevo primer ministro enfría la idea de un nuevo referéndum de independencia

Keir Starmer
La ministra principal de Irlanda del Norte, Michelle O´Neill, recibe este lunes en Belfast al primer ministro británico, Keir Starmer.Clodagh Kilcoyne (REUTERS)
Rafa de Miguel

Catorce años de tensión y desencuentros entre los distintos territorios autónomos del Reino Unido y los sucesivos gobiernos conservadores han dejado su huella. Por eso, el nuevo primer ministro laborista, Keir Starmer, ha querido dedicar los primeros días de su mandato a visitar Escocia, Gales e Irlanda del Norte, e incluso a destinar tiempo a los alcaldes de las principales ciudades del país.

Starmer juega con un factor de ventaja. Los deseos de independencia, por parte escocesa, o de reunificación de la isla, por parte de los republicanos irlandeses, han pasado a un segundo plano, ante la prioridad de reconstruir la economía británica.

El Partido Nacional Escocés (SNP, en sus siglas en inglés) sufrió en las elecciones del 4 de julio una derrota estrepitosa. Perdió 39 de los 48 escaños que tenía en el Parlamento de Westminster, y se ha sumergido ya en un proceso de reflexión interna.

Los republicanos del Sinn Féin fueron los más votados en Irlanda del Norte, y retuvieron sus siete diputados (que, como han hecho siempre, no enviarán a Londres, al no reconocer la soberanía británica sobre la isla). Pero el hecho de que Michelle O’Neill ocupe por primera vez el puesto de ministra principal del Gobierno autónomo norirlandés, después de un largo periodo de bloqueo de las instituciones, y de la violencia sectaria unionista en las calles de Belfast y Londonderry por culpa del Protocolo de Irlanda y las consecuencias del Brexit, obliga a los republicanos a concentrarse en demostrar que son buenos gestores antes que a dedicar sus esfuerzos a reclamar el referéndum de reunificación que contempla el Acuerdo de Viernes Santo.

“La estabilidad y la certidumbre a largo plazo estarán siempre en el centro de todo lo que mi Gobierno haga por Irlanda del Norte. Colaboraremos con todas las comunidades y todos los partidos políticos, y con todo el respeto hacia las distintas tradiciones”, ha afirmado Starmer.

En las escaleras de la entrada de Stormont, el lugar donde reside —y como se la denomina en la jerga política norirlandesa— la Asamblea Legislativa Autónoma de Irlanda del Norte, recibía este lunes al nuevo primer ministro Edwin Poots, el speaker (presidente) de la Cámara. Starmer viajaba acompañado de su nuevo ministro para Irlanda del Norte, Hilary Benn, un histórico laborista y uno de los diputados que combatió con más ardor el Brexit durante los últimos años.

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Sus reuniones con el Gobierno autónomo y con las diferentes formaciones políticas norirlandesas se han saldado con buenos gestos y optimismo por parte de todos. Ha sido la presidenta del Sinn Féin, Mary Lou McDonald, que ha viajado expresamente de Dublín a Belfast para asistir al encuentro, la que expresaba su “felicidad” por el regreso al Gobierno central del “partido que impulsó el Acuerdo de Paz de Viernes Santo”.

“Creo que la diferencia es la de la noche y el día. Durante los últimos años, la austeridad impuesta por los tories ha dañado especialmente al norte [los republicanos se refieren siempre a Irlanda del Norte sencillamente con ‘el norte’, para no reconocer el dominio británico]. Ha deteriorado los servicios públicos y las relaciones entre los gobiernos. Tengo una gran esperanza en que todo se corrija. Nuestra voluntad es muy constructiva”, anticipaba McDonald.

El ‘legado’ de la violencia

Junto a asuntos urgentes de financiación y construcción de infraestructuras, el asunto más urgente al que debe hacer frente en Irlanda del Norte el nuevo Gobierno de Starmer es la llamada Ley de Legado y Reconciliación de los Problemas [troubles, como se conoce en inglés a las décadas de guerra y violencia sectarias], que entró en vigor el 1 de mayo. La amnistía impuesta por el anterior Gobierno conservador a todos los delitos de sangre cometidos en esos años —especialmente, por parte de los soldados británicos desplazados a la región— ha sido rechazada por todos los partidos políticos norirlandeses y por el Gobierno de Dublín, que junto al de Londres es responsable del cumplimiento de los acuerdos de paz. Un alto tribunal norirlandés ha bloqueado de momento la aplicación de la ley y la puesta en marcha de una Comisión de Verdad y Reconciliación que debería escuchar los casos pendientes y otorgar, de modo individual, esa amnistía.

El Partido Laborista se comprometió a revocar la ley si llegaba al Gobierno, pero el ministro Benn ha querido rebajar el ritmo de las expectativas. “Todo este proceso debe consistir en ofrecer apoyo y la posibilidad de cerrar heridas a las víctimas y sus familiares. No se puede hacer con una legislación que, de momento, no tiene respaldo aquí, en Irlanda del Norte. Pero la comisión ya ha iniciado sus trabajos, y le corresponde demostrar si responde a las aspiraciones de esos familiares”, señalaba.

La tregua escocesa

La visita de Starmer a Escocia fue la primera de su gira por el Reino Unido. La relevancia de los apoyos electorales obtenidos en ese territorio por el Partido Laborista es enorme. Ha pasado de un solo diputado escocés a 37, y acaricia la idea de que la región vuelva a ser el poderoso feudo de la izquierda británica que fue durante décadas.

“El nuevo Gobierno del Reino Unido colocará Escocia en el corazón de todas nuestras decisiones. Mi mensaje a los escoceses es simple y claro: estáis en el centro de la nueva era de prosperidad de este país, y reconstruiremos una Escocia más fuerte en la próxima década de renovación nacional”, aseguraba Starmer el domingo a su llegada a Edimburgo.

“Mi oferta al Gobierno escocés es la misma”, añadía. “Podemos convertir el desacuerdo en cooperación”.

El actual ministro principal de Escocia, John Swinney, hacía hincapié, nada más reunirse con Starmer, en el “terreno común” sobre el que pueden trabajar ambos gobiernos. Respecto al proceso independentista, el dirigente escocés aseguraba que sigue existiendo un mandato de los electores para lograr un segundo referéndum, reconocía la existencia de “diferencias relevantes” con el Gobierno central y señalaba que el SNP debe realizar su propia “reflexión” sobre los desastrosos resultados de las últimas elecciones.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.
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