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La UE respira con alivio tras el freno a la extrema derecha en Francia

Bruselas aguarda ante una gobernabilidad compleja debido a la fragmentación del Parlamento expresada en las urnas. “En París, entusiasmo; en Moscú, decepción; en Kiev, alivio”, ha celebrado el primer ministro polaco, Donald Tusk

El primer ministro de Polonia, Donald Tusk, en Varsovia el 2 de julio, es uno de los políticos europeos que ha mostrado su alegría ante el fracaso de la extrema derecha en las elecciones de Francia.
El primer ministro de Polonia, Donald Tusk, en Varsovia el 2 de julio, es uno de los políticos europeos que ha mostrado su alegría ante el fracaso de la extrema derecha en las elecciones de Francia.Omar Marques (Getty Images)
María R. Sahuquillo

El dique francés ha contenido la ola de la extrema derecha y la Unión Europea respira con alivio. En Bruselas y en numerosas capitales observaban con inquietud y cierto pesimismo la segunda vuelta decisiva de las elecciones legislativas en Francia de este domingo. Pero el peor escenario para el proyecto europeo, una mayoría del ultraderechista y euroescéptico Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen en la segunda economía de la Unión, un país esencial para el avance del bloque, no se ha producido, según los primeros datos.

“En París, entusiasmo; en Moscú, decepción; en Kiev, alivio. Suficiente para ser feliz en Varsovia”, ha publicado en las redes sociales el primer ministro polaco, Donald Tusk, poco después de conocerse los primeros sondeos. El político conservador de la familia de Partido Popular Europeo también logró, junto a una coalición liberal y social, frenar y derrotar a la ultraderecha en Polonia a finales del año pasado. Tusk ha celebrado así la contención de los extremistas de Le Pen, cuyo partido ha tenido vínculos con Rusia. Con respecto a los buenos resultados de la izquierda ―unificada en el Nuevo Frente Popular―, en el PPE son muchos quienes la equiparan a la extrema derecha de RN con la extrema izquierda de La Francia Insumisa (LFI, líder de ese bloque), aunque su abordaje de la democracia y de los derechos sociales son radicalmente distintos.

El presidente del Gobierno de España, el socialista Pedro Sánchez, ha celebrado el resultado. “Esta semana, dos de los mayores países de Europa han elegido el mismo camino que eligió España hace un año: rechazo a la ultraderecha y apuesta decidida por una izquierda social que aborde los problemas de la gente con políticas serias y valientes. Reino Unido y Francia han dicho sí al progreso y el avance social y no al retroceso en derechos y libertades”, ha dicho en las redes sociales. “Con la ultraderecha ni se pacta ni se gobierna”, ha añadido Sánchez. “Viva la República”, ha lanzado en las redes sociales el ex primer ministro italiano y comisario europeo Paolo Gentiloni, socialdemócrata.

La inquietud, sin embargo, no se ha evaporado del todo: las urnas, con una movilización récord, dejan un Parlamento fragmentado en Francia, con la izquierda unida en el Nuevo Frente Popular —que incluye a Jean-Luc Mélenchon, de la Francia Insumisa, un político de corte euroescéptico— como primera fuerza. Le sigue el partido liberal del presidente Emmanuel Macron y en tercera posición, los ultras de RN. Poco después de conocerse los resultados, el primer ministro, el centrista Gabriel Attal, anunció que presentará su dimisión.

“Habrá que ver cómo se construye una mayoría y qué gobernabilidad vemos”, señala un veterano diplomático, que habla con la condición de anonimato para hacerlo con libertad. Además, a nadie se le escapa que millones de franceses han apostado por la extrema derecha del RN, un partido anti-imigración, xenófobo, que tiene posiciones eurófobas y que con gran probabilidad se unirá a Patriotas Europeos la nueva familia política ―de corte natalista, extremista y con afinidades con el Kremlin― impulsada por Viktor Orbán en el Parlamento Europeo. Desde allí, tratarán de impulsar una agenda que ayude al partido de Le Pen a avanzar de aquí a las elecciones presidenciales, previstas para 2027.

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“Se ha esquivado la bola curva, pero veremos la próxima vez”, afirma una alta fuente comunitaria que advierte de que la situación parlamentaria puede debilitar a Francia en la escena europea. Aun así, el sosiego empieza a llegar a Bruselas, donde se veía con preocupación la posible cohabitación del presidente Macron con un primer ministro de extrema derecha, cargo al que aspiraba el delfín de Le Pen, Jordan Bardella, un eurodiputado al que apenas se le ha visto el pelo ni en la capital comunitaria ni en Estrasburgo, sede de la Eurocámara.

“Esta noche, mis amigos y camaradas franceses demuestran que es posible detener a la extrema derecha uniendo a la izquierda”, ha declarado en las redes sociales Iratxe García Pérez, presidenta del grupo europarlamentario de Socialistas y Demócratas. “Los resultados son claros: al colocar al Nuevo Frente Popular en cabeza de los escaños de la Asamblea Nacional, el pueblo francés se movilizó para defender la República de los peligros que la esperaban”, ha añadido. “Esta tarde se abre una nueva página en nuestra historia parlamentaria”, ha dicho la liberal Valerie Hayer, presidenta del grupo Renew en la Eurocámara. “Una nueva página donde tendremos que trabajar de otra manera, donde nuestras convergencias deben superar nuestras diferencias para ofrecer un camino al país”, ha añadido Hayer, que ha puesto como ejemplo las alianzas entre los distintos grupos y familias políticas que se labran en el Parlamento Europeo.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.
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