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Eslovaquia, un ‘thriller’ político con un fin dramático

El intento de asesinato del primer ministro se produce en un clima político polarizado y extremadamente agresivo que se fraguó en los noventa, tras la época comunista y la disolución pacífica de Checoslovaquia

Policías escoltaban el viernes al sospechoso de atentar contra Robert Fico, identificado como Juraj Cintula, en Levice.Foto: MARKIZA TV (VIA REUTERS) | Vídeo: EPV
Gloria Rodríguez-Pina (ENVIADA ESPECIAL)

La historia política reciente de Eslovaquia es también la de su primer ministro, Robert Fico. Y esta ha quedado marcada por dos tiroteos: el que forzó su dimisión en 2018 y el que casi lo mata esta semana. El primer intento de magnicidio en Europa en décadas ha conmocionado a la Unión en un momento de alta volatilidad. Supone además un aviso de que la polarización y la agresividad retórica, muy arraigadas en Eslovaquia, pueden cristalizar en violencia real.

El 26 de febrero de 2018 aparecieron asesinados Ján Kuciakun reportero que investigaba los vínculos entre la ‘Ndrangheta italiana y altos cargos del Gobierno— y su novia. La sociedad eslovaca se levantó frente a la atmósfera de impunidad y de corrupción que campaban en el país y forzó la dimisión del primer ministro. Cinco años después, en octubre de 2023, una versión radicalizada de Fico volvió al poder con ánimos de venganza tras una campaña extremadamente tóxica que profundizó las divisiones. El pasado miércoles, un hombre de 71 años le disparó cinco veces, según el Gobierno, en protesta por las medidas impulsadas en los primeros seis meses del cuarto mandato de Fico.

La polarización no es un fenómeno exclusivo de Eslovaquia. Michal Vasecka, director del centro de análisis Instituto de Política de Bratislava, cree, sin embargo, que es más profunda en este país “artificial”, donde “no hay consenso elemental ni siquiera sobre la historia”. Este territorio de 5,4 millones de habitantes que Vasecka define como la confluencia de tres civilizaciones —Europa occidental, Europa del Este y los Balcanes—, provee episodios que podrían alimentar varias temporadas de un thriller político. El arranque sería en los años noventa, cuando el país salía del régimen comunista y emergía como Estado independiente tras el divorcio de terciopelo que disolvió Checoslovaquia en 1993. El protagonista de esos capítulos sería el ex primer ministro Vladímir Meciar, un exboxeador aficionado que gobernó el país entre 1990 y 1998.

Esa década de privatizaciones estuvo sembrada de prácticas mafiosas, incluyendo sobornos y asesinatos. La hemeroteca guarda episodios rocambolescos como el secuestro en 1995 del hijo del entonces presidente, Michal Kovác, archienemigo de Meciar, para soltarlo borracho en Austria y que lo detuvieran, porque tenía orden de búsqueda. La versión que ha quedado en la memoria es que lo raptaron los servicios secretos, que a su vez subcontrataron a la mafia el asesinato de un testigo clave. “Ahí empezaron los problemas. Esa gente del Salvaje Este se quedó entre nosotros”, explica Vasecka en su despacho del centro histórico de la capital.

“Eslovaquia está polarizada desde el nacimiento del Estado”, sostiene Grigorij Meseznikov, politólogo y presidente del centro de pensamiento Instituto de Asuntos Públicos. La división, desarrolla, está marcada por enfoques distintos sobre el poder. De un lado estaban los nacionalpopulistas de Meciar —y ahora Fico—, “que quieren conservar el poder casi de manera automática”. Del otro, las fuerzas liberales llamadas democráticas en la región. “Es fácil saber en qué bloque está cada partido cuando se crean”, apunta.

Las privatizaciones de los noventa generaron también conflictos entre ganadores y perdedores de la transformación económica, como recuerda Juraj Marusiak, director del Instituto de Ciencias Políticas de la Academia Eslovaca de las Ciencias. La política exterior, marcada por el aislamiento causado por el autoritarismo de Meciar, también enfrentó a los eslovacos al final de esa década.

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Radicalización

Fico asume el protagonismo político del país cuando gana su primer mandato, en 2006. Gradualmente, el dirigente que atrae el voto poscomunista empieza a buscar también apoyos en la derecha en el hueco que deja Meciar. Tras un par de años en la oposición (entre 2010 y 2012), vuelve a liderar el Gobierno de forma ininterrumpida hasta 2018. Según Vasecka, continúa derechizándose “hasta saltar por encima de la ultraderecha”.

Robert Fico saluda a unos simpatizantes a su llegada a una reunión del Gobierno en Handlová el pasado miércoles, antes de que le disparasen.
Robert Fico saluda a unos simpatizantes a su llegada a una reunión del Gobierno en Handlová el pasado miércoles, antes de que le disparasen.Radovan Stoklasa (REUTERS)

Cuando dimite tras los asesinatos del periodista y su novia, todo el mundo lo da por amortizado. El primer ministro y su equipo se sienten agraviados y tratados injustamente. Su partido, Smer, toca fondo en las encuestas. La periodista Eva Mihockova, que dirige la revista de la Asociación eslovaca de política exterior tras haber trabajado en varios medios, recuerda muy bien cómo sus fuentes en la formación de Fico le contaban que su estrategia era radicalizarse para ampliar el electorado.

En 2020 gobierna una coalición encabezada por Igor Matovic, un populista de centroderecha que lidera el partido OĽaNO (Gente corriente y personalidades independiente), y después, por Eduard Heger, que llegan con la promesa de limpiar la corrupción. La legislatura, que no se completó, estuvo marcada por la pandemia de la covid, el caos y las tensiones internas.

La lucha contra la corrupción, que tuvo errores, llevó a la condena e imputación de decenas de personas relacionadas con Smer, incluyendo jueces, policías, empresarios y altos cargos. Hasta Fico fue acusado de colaborar con una organización criminal y el número dos del partido, el actual ministro de Defensa, Robert Kalinák, estuvo tres semanas detenido, aunque un fiscal retiró los cargos contra ambos.

“Fico se dio cuenta de que en el pasado, Smer no se había centrado en la gobernanza”, explica el académico Marusiak. Tras un regreso marcado por el deseo de venganza en 2023, empezó a tomar medidas para controlar la policía, el poder judicial, las ONG y los medios de comunicación, inspirado en dirigentes como el ultraconservador húngaro Viktor Orbán. “Para la parte más liberal de la sociedad, esto supone un ataque a la libertad política y el inicio de una transformación autoritaria del país”, señala.

Influencia rusa y desinformación

El sociólogo Jozef Zagrapan, también de la academia Eslovaca de las Ciencias, explica en su despacho de un edificio de 1920 que “la guerra en Ucrania se ha convertido en otro elemento importante de división en la política”, con un Gobierno más abierto a Moscú que a Kiev. Meseznikov apunta también como responsable de la confrontación social a “elementos de toxicidad alentados especialmente en los últimos ocho años por redes externas rusas”. La desinformación y las teorías de la conspiración encuentran un terreno fértil en Eslovaquia, donde la mitad de la población se inclina a creerlas, según un estudio del think tank Globsec, que apunta también que el 38% es favorable al liderazgo autócrata. En el país está muy marcada también la división entre el campo y las zonas urbanas.

“La provocación y la deshumanización del oponente” atraviesan la cultura política eslovaca, como explica con un café la periodista Mihockova. “Trabajan con emociones y cualquier psicólogo puede explicar que las negativas, como el miedo o el odio, funcionan mejor”. La vulgaridad, los insultos, están a la orden del día.

En un mitin, Lubos Blaha, un alto cargo de Smer, hoy vicepresidente del Parlamento, incitó a la muchedumbre a completar con la palabra curva (prostituta) una frase referida a la presidenta, la liberal Zuzana Caputová. Fico se ha referido a ella como “agente americana” y “rata”, el mismo término que usa para hablar de otros políticos, además de “cerdo”. A los periodistas los llama habitualmente “enemigos”, después de descalificarlos como “prostitutos antieslovacos”. En la campaña de las legislativas, el ex primer ministro Matovic y Kalinák llegaron a las manos, aunque la periodista Mihockova achaca este episodio más a la personalidad provocadora del primero, no tanto al carácter del país.

La oposición convoca manifestaciones habitualmente para protestar contra las maniobras autoritarias del Gobierno de Fico. Los medios hacen su trabajo de control del poder. Pero Mihockova asegura que jamás con el lenguaje agresivo de Smer y otros partidos de la extrema derecha. Tras el intento de asesinato de Fico —que sigue grave, pero estable, según informó Kalinák este sábado—, los elementos más radicales del Gobierno insisten en culpar a los adversarios políticos y a la prensa. Incluso el vice primer ministro y titular de Defensa, que representa al ala más pragmática, sostiene que deben disculparse por generar el ambiente que ha propiciado el ataque de Juraj Cintula, de 71 años, que este sábado fue enviado a prisión provisional después de declararse culpable ante el juez.

El país vive horas delicadas, pero Mihockova incide en que es buena señal que la calle está tranquila. Este sábado, las únicas multitudes en Bratislava eran los grupos de turistas que recorrían el castillo y el casco antiguo siguiendo a los guías. La periodista espera que otros países tomen nota: “Esto es el resultado de palabras muy agresivas convertidas en acción”.

Lukasz T, un cineasta de 36 años que se reserva su apellido, observa el intento de asesinato de Fico como parte de un guion “de una película absurda y trágica”. Para él, el odio que llevó al asesinato de dos personas en un bar LGTBI en Bratislava en 2022 es parecido al que empujó a Cintula a disparar al primer ministro. El hombre, antes de seguir andando bajo la lluvia que empapa la capital, expresa una pregunta muy compartida estos días: ¿cambiará Fico tras el intento de asesinato? “Tengo mucha curiosidad. Es como el fin de una temporada. Él ha contribuido a azuzar el odio y la venganza. ¿Habrá aprendido de sus errores?”.

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