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Irán e Israel pasan página (de momento)

La comedida respuesta israelí permite a ambos países salvar la cara y reivindicar logros en la disuasión del enemigo, en una especie de regreso a la guerra soterrada que mantenían hasta el bombardeo en Damasco que desencadenó la escalada

La plaza de Naqsh-e Yahán, este viernes en Isfahán (Irán).Foto: RASOUL SHOJAIE (VIA REUTERS) | Vídeo: EPV
Antonio Pita

Tras días de guerra dialéctica y amenazas de todo tipo entre Israel e Irán, la anécdota habla por sí misma. El ministro iraní de Exteriores, Hossein Amir Abdollahian, se dirigía este viernes a un encuentro con embajadores de la Organización para la Cooperación Islámica cuando una periodista le preguntó: “¿Algún comentario sobre el ataque de anoche? ¿Tomará Irán represalias?”. El ministro ignoró las preguntas y un miembro de su comitiva respondió sin detenerse: “¿Qué ataque?”.

Los dos países parecen tratar de pasar página tras la comedida represalia israelí. Al menos de momento, es una suerte de regreso a la guerra soterrada que mantenían hasta el bombardeo de un edificio consular iraní en Damasco, que ha hecho temer en las últimas tres semanas una guerra regional. Israel guarda silencio después de una represalia que le permite salvar la cara, tanto ante el gran aliado estadounidense como ante su opinión pública, sin añadir mucha leña al ya ardiente fuego de Oriente Próximo. E Irán le resta importancia y hasta siembra dudas sobre quién está detrás, eximiéndose de la obligación simbólica de lanzar la “dolorosa” e “inminente” respuesta que había prometido.

“Es una crisis aplazada, no una crisis resuelta”, resume por teléfono Ali Vaez, director del proyecto de Irán del centro de análisis estadounidense International Crisis Group. Israel ha mostrado a su archienemigo que “no puede reescribir unilateralmente las reglas de la competición estratégica” que mantienen, sin ponerle a la vez “en una posición que le obligase a tomar represalias”. “Lo más probable es que se deba a las reticencias de Israel a una guerra abierta en la que tendría que combatir en muchos frentes a la vez y a la presión de Estados Unidos. Mientras se mantenga como un episodio puntual, se puede dar por cerrado, pero todavía existe la posibilidad de un estallido” porque, en este nuevo y “ambiguo” statu quo, ha dejado de estar claro dónde están las líneas rojas.

Teherán se escuda en lo limitado del ataque y las dudas sobre la autoría para no responder de inmediato. Cuatro días antes, su presidente, Ebrahim Raisí, había dejado claro que “la más mínima acción” de Israel recibiría una respuesta “dolorosa”. Y el viceministro de Exteriores, Ali Bagheri, que llegaría “en segundos”.

Las defensas aéreas derribaron drones cuadricópteros, según el portavoz del Centro Nacional Espacial de Irán, Hossein Dalirian. Se trata justamente de aparatos no tripulados con cuatro hélices y de tamaño mediano a los que se puede añadir carga explosiva y que Israel ha utilizado contra territorio iraní en el pasado. La más reciente, en enero de 2023, contra un centro militar, también en Isfahán, en una acción que fuentes oficiales estadounidenses atribuyeron al Mosad, el servicio secreto en el exterior. También en 2021, en un sabotaje a centrifugadoras de enriquecimiento de uranio y, dos años antes, en Beirut, la capital de Líbano, contra un bastión de Hezbolá, la principal milicia aliada de Irán.

El termómetro del Brent

Los mercados también han percibido la voluntad de borrón y cuenta nueva. El barril de petróleo Brent es un gran termómetro de cuán nerviosos pone a los mercados el conflicto en Oriente Próximo, porque Irán es el octavo productor mundial y miembro fundador de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Al conocer la activación de defensas aéreas en la provincia de Isfahán, que alberga el corazón del programa nuclear iraní, se disparó un 4,5%. Tras conocerse más detalles, confirmar el Organismo Internacional de la Energía Atómica que ninguna instalación nuclear había sufrido daños y aclarar un alto cargo iraní que no planeaba responder de inmediato, la subida se quedó en un 1% (88,2 dólares).

La impresión ahora es que unos y otros vuelven a la casilla de salida con logros que reivindicar. Israel, dos: tener la última palabra (lo que suele mostrar quién es el más fuerte en una dinámica de acción-reacción) y haber cumplido su promesa de responder directamente con un ataque en Irán, que hizo el primer ministro, Benjamín Netanyahu, cuando Teherán dio señales claras de que no dejaría pasar los asesinatos en Damasco. E Irán puede presentar la respuesta como señal de que Israel tenía miedo y jactarse de lo barato que le salió romper las reglas no escritas y lanzar la semana pasada un ataque sin precedentes.

Manifestación antiisraelí, este viernes en Teherán.
Manifestación antiisraelí, este viernes en Teherán.ABEDIN TAHERKENAREH (EFE)

La escalada comenzó el pasado día 1. Israel mató a 13 personas, entre ellas tres altos mandos de la Fuerza Revolucionaria. Tanto el perfil, como el lugar (un edificio consular en Damasco, considerado territorio soberano) y el momento (tras seis meses de sangrienta invasión en Gaza) decidieron a Teherán a marcar una línea roja y mostrar con hechos que ese ataque, a diferencia de otros, no quedaría sin respuesta. El pasado sábado, por primera vez en la historia de los dos países, lanzó un ataque desde su territorio contra Israel, con más de 300 drones y misiles.

En público, Israel quitó importancia a las informaciones de que de Teherán había avisado a los países vecinos y que Estados Unidos (que derribó la mayoría de los proyectiles) había negociado el alcance de la respuesta a través de Turquía, lo que generó el temor a que la escalada degenerase en guerra abierta. Irán también elevó el tono con amenazas inéditas y Netanyahu, que ahora guarda silencio, mantuvo la retórica beligerante, con un ojo en su electorado y otro en su aliado estadounidense, que le había pedido contención en su respuesta tras el éxito en la intercepción.

El mensaje de la demostración de fuerza iraní, anunciada y casi coreografiada como un espectáculo, no era tanto el daño como la capacidad de hacerlo y de la posesión de armamento para alcanzar al enemigo donde sea. Igual que Israel este viernes. Una fuente oficial estadounidense señaló, de hecho, a la cadena ABC que el ataque no solo incluyó drones, sino también tres misiles lanzados desde fuera de Irán contra el sistema de radares de defensa aérea que protege el centro de enriquecimiento de uranio de Natanz. Fue, según la fuente, “muy limitado”. Es decir, un mensaje de la capacidad de dejar Natanz desprotegido.

Israel rara vez reconoce sus operaciones en el extranjero, por lo menos no de inmediato. Pero podría haberse apresurado a sacar músculo con alguna de las típicas declaraciones en las que un alto cargo político o militar sugiere la autoría, sin reconocerla expresamente. Solo se ha pronunciado el ministro de Seguridad Nacional, el ultraderechista Itamar Ben Gvir, con un mensaje de una sola palabra (traducible como “débil”) que refleja su decepción por que no fuese más potente. Su ministerio controla la policía, pero él no forma parte del gabinete de guerra que toma las decisiones militares, por lo que ha sido interpretada casi unánimemente como una forma de distinguirse en un momento en el que los sondeos lo sitúan fuera del poder.

Itamar Ben Gvir visitaba el lugar de un atentado, el pasado febrero cerca de Maale Adumim (Cisjordania).
Itamar Ben Gvir visitaba el lugar de un atentado, el pasado febrero cerca de Maale Adumim (Cisjordania).AMMAR AWAD (Reuters / ContactoPhoto)

Fuentes gubernamentales israelíes han criticado el mensaje desde el anonimato y el líder de la oposición, el anterior primer ministro, Yair Lapid, ha sido particularmente duro: “Nunca un ministro del gabinete de seguridad había hecho tanto daño a la seguridad del país, a su imagen y a su estatus internacional. En un imperdonable tuit de una sola palabra, Ben Gvir ha logrado burlarse y avergonzar a Israel desde Teherán hasta Washington”.

Los dos enemigos tienen además otras formas de responder más adelante. El primero, con más asesinatos de miembros de la Guardia Revolucionaria en Siria o Líbano o de científicos nucleares, o ciberataques. El segundo, con atentados en el extranjero contra intereses israelíes o a través de sus milicias aliadas, principalmente Hezbolá, en Líbano. Y, por supuesto, tiene el as nuclear en la manga. Este jueves, el comandante de la Guardia Revolucionaria a cargo de la seguridad nuclear, Ahmad Haghtalab, dejó caer la posibilidad de “revisar la doctrina y las políticas nucleares para desviarse de las consideraciones anunciadas en el pasado” ante el uso de “la amenaza de atacar los centros nucleares como herramienta de presión”.

Arsenal nuclear

Israel es uno de los pocos países del mundo y el único de Oriente Próximo con arsenal atómico, aunque es voluntariamente ambiguo sobre su existencia porque vulnera el Acuerdo de No Proliferación Nuclear. De hecho, durante el ataque iraní, el ejército dio instrucciones especiales a la población en la ciudad de Dimona, cuya central nuclear es considerada el corazón del programa.

Para seguir manteniendo esa superioridad estratégica (que obtuvo con ayuda de Francia en los años cincuenta y percibe como garantía de su supervivencia), el Estado judío abandera la mano dura de sanciones y de amenazas militares, y boicoteó activamente el acuerdo internacional con Teherán para controlar su programa atómico, que abandonó Estados Unidos en la era de Donald Trump.

También lo ha hecho por la fuerza de las armas. En 1981 bombardeó un reactor nuclear en Osirak, en el Irak de Sadam Husein. En 2007 destruyó un conato de otro en Siria. Es uno de los escasos bombardeos en el exterior que ha reconocido formalmente (11 años más tarde). En su periodo más largo en el poder (2009-2021), Netanyahu estuvo a punto de decretar un ataque contra las instalaciones nucleares de Irán ante las voces que alertaban de que el desarrollo de un arma atómica era cuestión de meses.

Apoyo ruso

La población israelí estaba además dividida sobre el asunto, consciente tanto de que Irán es un Estado y mucho más poderoso que Hamás, la milicia que lanzó el ataque del 7 de octubre, como de que una guerra con una potencia regional apoyada por Rusia en pleno cisma con Occidente por la guerra de Ucrania no se saldaría con la pérdida de unos 260 soldados, los que van en medio año de guerra en Gaza. Mientras que la invasión de la Franja sigue contando con un apoyo sólido, un 52% de los consultados se oponía a que su país respondiese al ataque iraní, según un sondeo difundido el lunes por la Universidad Hebrea de Jerusalén.

Entre el 48% que apoyaba la represalia, más de la mitad incluso si hubiese degenerado en un conflicto abierto, está Zaki Shalom, experto en política israelí de defensa en el Instituto Misgav de Seguridad Nacional y Estrategia Sionista, con sede en Jerusalén, que lamenta la pérdida de una “oportunidad única” de responder la misma noche del ataque para mostrar a toda la región el precio de provocar a Israel. “No estoy de acuerdo en que esta vaya a ser la nueva ecuación de seguridad con Irán. No nos coloca en un buen lugar como fuerza de disuasión”, señala por teléfono.

Israel habría podido superar las defensas antiaéreas iraníes en un ataque más amplio. Son, de hecho, similares a las que hay en Siria desde 2015, donde su fuerza aérea bombardea con frecuencia (la última este mismo viernes) contra objetivos vinculados a Teherán y lleva una década recabando información sobre cómo evitarlos. Lo recordaba este jueves el exjefe de la defensa aérea israelí, el brigadier general en la reserva Zvika Haimovich. El régimen de los ayatolás es una “superpotencia en misiles balísticos tácticos y en drones”, pero no en defensa aérea, sustentada principalmente en sistemas rusos o en sus equivalentes locales, incluso con cazas estadounidenses que datan de la época del sha Mohammed Reza Pahlavi, aliado de Washington y derrocado por la revolución islámica en 1979.

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Sobre la firma

Antonio Pita
Corresponsal para Oriente Próximo, tras cubrir la información de los Balcanes en la sección de Internacional en Madrid. De vuelta a Jerusalén, donde ya trabajó durante siete años (2007-2013) para la Agencia Efe. Licenciado en Periodismo y Máster de Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid.
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