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Las potencias de Oriente Próximo llevan su pugna al Kurdistán iraquí y amenazan su estabilidad

Los bombardeos de Irán, las amenazas de Turquía, la presencia de EE UU y las acusaciones sobre Israel ponen a prueba el equilibrio que mantienen las autoridades kurdas

Peshraw Dizayee
Imagen del funeral del empresario Peshraw Dizayee y de su hija de un año, ambos muertos por misiles iraníes, el 16 de enero, en Erbil (Irak).GAILAN HAJI (EFE)
Andrés Mourenza

La pugna de las potencias de Oriente Próximo amenazan con arrastrar al Kurdistán iraquí —una zona segura hasta hace unos años y clave para Estados Unidos— a la inestabilidad, convirtiéndola en parte del tablero en el que los países más poderosos de la región se juegan sus intereses geopolíticos. Los bombardeos de Irán y Turquía, la presencia militar estadounidense, las denuncias sobre una supuesta influencia israelí, el que ejerza de refugio de grupos considerados terroristas por sus vecinos y las disputas sobre el petróleo conforman un cóctel explosivo que, hasta hace poco, las autoridades kurdoiraquíes habían logrado manejar, pero que puede estallar en cualquier momento.

La noche del lunes al martes, Irán lanzó una decena de misiles y varios drones suicidas contra varios objetivos en Erbil, la capital de la región autónoma del Kurdistán iraquí. Murieron cuatro civiles —dos importantes empresarios, la hija de uno de ellos y una empleada del hogar—, pero las autoridades de la República Islámica alegaron que habían alcanzado un “centro de espionaje” del Mosad, los servicios secretos de Israel, y que el ataque se justificaba en la represalia por las actividades anti-iraníes en la zona de organizaciones y países extranjeros.

Horas más tarde, en Ankara, el ministro de Exteriores turco y antiguo jefe de los servicios secretos, Hakan Fidan, en una sesión parlamentaria, lanzaba una advertencia: “Pese a nuestras sanciones contra Suleimaniya, continúa la cooperación entre la UPK y el PKK [grupo armado kurdo considerado terrorista en Turquía y la UE]. Si la UPK no cambia su actitud respecto al PKK, no dudaremos en tomar medidas”. Suleimaniya es la segunda mayor ciudad del Kurdistán iraquí y la sede del poder de la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), la formación política que se reparte el control del territorio y del gobierno regional con el Partido Democrático del Kurdistán (PDK). El PDK es proestadounidense y cercano a Turquía, mientras que la UPK es más próxima al Gobierno de Bagdad y, tradicionalmente, ha mantenido lazos con Irán.

“Aceptamos que son superpoderes regionales, aceptamos que tenemos una extensa frontera y aceptamos cooperar con ellos para mantener la seguridad, pero que no lo paguen con la pobre población del Kurdistán”, se queja Sadi Ahmed Pire, miembro del politburó y portavoz de la UPK: “Estamos dispuestos a dialogar, a cooperar, pero muchas veces ni siquiera entendemos qué es lo que quieren, porque las excusas que utilizan para sus ataques son falsas”.

Tras neutralizar al PKK en suelo turco, en el último lustro, las Fuerzas Armadas de Turquía han incrementado los bombardeos sobre las montañas que hacen frontera entre Turquía e Irak y entre Irak e Irán, donde se hallan las bases del grupo kurdo. Los militares turcos también han avanzado y fortificado sus posiciones dentro de territorio iraquí. Pero en el último mes, han perdido más de una veintena de soldados en combates contra el PKK, una cifra que no se registraba desde hace años, de ahí la irritación del Gobierno turco.

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No se trata únicamente de ataques en las zonas fronterizas más agrestes. Hasta hace unos años la región del Kurdistán presumía de ser la más segura y estable de Irak, adonde llegaba la inversión extranjera y el turismo, donde se refugiaban quienes huían de la violencia sectaria en el resto del país. Pero eso está cambiando. Los datos del proyecto sobre conflictos armados ACLED muestran que, solamente en el último año, en las provincias bajo control del Gobierno Regional del Kurdistán se produjeron más de 3.700 incidentes violentos, entre bombardeos, atentados, combates y asesinatos políticos, casi tres veces más que en el resto de Irak. El número de fallecidos sigue siendo menor (451 frente a cerca de un millar), pero la población de las provincias kurdas apenas supone un 15 % de la de todo Irak.

Además de los bombardeos turcos, desde 2020, Irán y sus milicias aliadas en Irak han atacado en repetidas ocasiones con misiles y drones diversas localidades del Kurdistán iraquí, especialmente su capital. Uno de los objetivos ha sido la zona del aeropuerto, en el norte de Erbil, junto al que hay una base militar con efectivos de la coalición antiyihadista y el gran complejo consular de EE UU, lo que ha llevado a algunos comentaristas a pedir que los militares estadounidenses se alejen de las zonas residenciales por el peligro que supone su presencia. También se han producido atentados, homicidios e intentos de asesinato —tras los que se ve la mano de los países vecinos— contra activistas y políticos kurdos huidos de Turquía e Irán, que también albergan grandes minorías de esa etnia.

“El Kurdistán ha permanecido fuera de la violencia sectaria de la zona y de las tensiones internacionales, buscando activamente contribuir a la estabilidad. Les hemos dicho a Irán, a Turquía y a otros actores de la región que dejen de atacarnos, que no nos hagan responsables de sus fracasos internos y de su incapacidad para resolver sus respectivas cuestiones kurdas”, denuncia Janghis Awakalay, coordinador de relaciones internacionales del PDK.

Acusación de cooperación con Israel

El temor ahora es que, a las tensiones subyacentes con los países vecinos, se una el contagio por la guerra de Gaza. La acusación iraní de que Erbil e Israel mantienen una supuesta alianza secreta es un viejo tópico del que también se hacen eco otros actores regionales. “De vez en cuando, el Mosad ha dado ayudas a los peshmergas [combatientes kurdoiraquíes], pero tampoco hay que exagerar los lazos. Estas acusaciones son, en muchos casos, parte de teorías de la conspiración antikurdas y antisemitas”, opina un exdiplomático extranjero con amplia experiencia en Irak.

Es cierto que, históricamente, Israel ha apoyado la causa kurda en su intento por debilitar a los regímenes árabes enemigos, y posteriormente también en el caso de Irán y Turquía, cuando dejaron de ser aliados. El propio Benjamín Netanyahu apoyó públicamente el referéndum de independencia del Kurdistán convocado en 2017, que ningún país del mundo reconoció y que enturbió aún más las relaciones entre Bagdad y la región autónoma.

Según la televisión israelí i24, en esa época, Israel llegó a comprar la mitad del petróleo que el Kurdistán iraquí bombeaba mediante un oleoducto que atraviesa Turquía, pese a que Bagdad se oponía a la exportación unilateral por parte de Erbil. Esa vía se cerró hace un año cuando el Tribunal Internacional de Arbitraje dio la razón al Gobierno federal iraquí y ordenó que Erbil y Ankara pagasen compensaciones.

Irán ya atacó el año pasado —sin causar víctimas— el hogar de un empresario kurdo que trazaba un plan para exportar hidrocarburos a Europa con ayuda de Israel. Fue “un mensaje multipropósito a varias personas y grupos, y a ellos les corresponde interpretarlo”, afirmó una fuente de la seguridad iraní a la agencia Reuters. En el caso del empresario muerto en el ataque de esta semana, en cambio, representantes políticos del PDK, UPK y partidos iraquíes han dicho que no tenía nada que ver con Israel. “Fue una víctima inocente de las tensiones entre Irán, EE UU e Israel”, afirma Bayan Sami Abdul Rahman, asesora del primer ministro kurdoiraquí: “Como víctimas de tantos conflictos en el pasado, [los kurdos de Irak] no queremos vernos involucrados en un conflicto regional. Queremos tener relaciones buenas y pacíficas con nuestro vecino Irán, pero no podemos quedarnos callados cuando se viola de esta manera la soberanía de nuestro país”.

El Gobierno de Irak, que trata de hacer equilibrios entre la influencia de Washington y la de Teherán, ha denunciado a Irán ante la ONU (lo que Erbil apoya), a la vez que llamaba a consultas a su embajador en la República Islámica, y también ha pedido la marcha de las tropas estadounidenses (cosa que Erbil rechaza). El diplomático retirado consultado cree que las autoridades del Kurdistán iraquí tratarán de seguir navegando las procelosas aguas de su complicado vecindario, como han hecho siempre. Pire, el portavoz de la UPK, se resigna: “Uno no puede elegir la geografía en la que vive”.

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