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Las dos Polonias se enfrentan en las urnas

Las grandes ciudades como Varsovia y Cracovia representan el país cosmopolita y liberal mientras el campo, más tradicional, se mantiene como bastión del partido ultraconservador Ley y Justicia ante las elecciones del domingo

Jaroslaw Kaczynski en un picnic organizado por PiS en Polajewo, el pasado 30 de julio.
Jaroslaw Kaczynski en un picnic organizado por PiS en Polajewo, el pasado 30 de julio.Lukasz Cynalewski (Agencja Wyborcza.pl)
Gloria Rodríguez-Pina (ENVIADA ESPECIAL)

De Varsovia se sale veloz hacia el sureste por amplias autovías de tres carriles. A Radzyn Podlaski, a unos 165 kilómetros, se llega por carreteras comarcales sin arcén, atravesando lentamente pueblos, rotondas y cruces de la región de Lublin. Vías que se estrechan desde los flamantes rascacielos a las casas de madera con tejados a dos aguas y sólidas construcciones unifamiliares, de los locales de moda a los escasísimos bares de pueblo, de las cadenas internacionales y tiendas de diseño a las de confección modesta. Son las dos Polonias, la moderna, cosmopolita y liberal, y la que prefiere la tradición, la nación y los valores católicos. La que este domingo votará sobre todo al partido liberal de centroderecha Plataforma Cívica (PO) y la que apoyará principalmente al ultraconservador Ley y Justicia (PiS), que llega a las elecciones parlamentarias como favorito en las encuestas pero sin mayoría para gobernar.

Las diferencias entre el campo y la ciudad se van reduciendo en el país, pero el lugar de residencia sigue marcando. También hay una división geográfica: el rural en el norte y el oeste está más desarrollado frente al sur y el este, más pobre. Con todo, los ingresos per cápita en las zonas rurales son de media 1.639 eslotis al mes (357 euros), frente a 2.098 en las urbanas, según un estudio publicado en 2022 por la oficina polaca de estadísticas. Las estrecheces en los pueblos son mayores: el 19,9% vive por debajo del umbral de la pobreza, frente al 6,6% en las ciudades. El 49,2% de las ayudas sociales las reciben en estas áreas, donde vive el 40% de la población polaca.

El sociólogo y analista político Jaroslaw Flis, de la Universidad Jaguelónica de Cracovia, la segunda gran ciudad polaca, explica que PiS “es la opción natural de los desfavorecidos”. El partido en el poder, que busca un tercer mandato, ha engrasado un programa de ayudas sociales que le vale el apoyo de los que se sienten perdedores del cambio social y económico tras la caída del comunismo, en 1989. El programa estrella es el 500+, que otorga 110 euros al mes por hijo, 176 a partir de 2024, según ha prometido el Gobierno en campaña.

Andrzej Renal, albañil jubilado de 64 años, que se mueve en bici por Radzyn Podlaski (unos 15.000 habitantes), asegura que tanto él como sus amigos votarán a PiS. “He visto muchos gobiernos y el único que ayuda a los pobres es PiS”, argumenta. En los comicios de 2019, el 53,4% de los vecinos votaron al partido de Jaroslaw Kaczynski. El vicealcalde de la localidad, Slawomir Lipski, no se atreve a predecir si repetirá esa victoria, “pero la demografía muestra que hay 6.000 pensionistas, que reciben la 13ª y 14ª pagas extra”, otro programa social de PiS.

Marta y Stanislaw, una pareja de 34 y 32 años con una niña de dos, que trabajan en empresas tecnológicas en Varsovia (casi dos millones de habitantes) y prefieren no dar su apellido, opinan que PiS “sabe cómo comprar votos y cómo manipular a la gente mayor”. La pareja incide en “el odio profundo a [Donald] Tusk” que fomenta la televisión pública, con mensajes que calan. Renal, por ejemplo, dice que no pone la tele por no ver al líder de PO: “Me cabrea mucho verlo. Solo quiere poder. Vendió la mitad de Polonia y quiere volver a hacerlo. Todo lo que dice son mentiras”.

Los jóvenes padres de Varsovia, que votarán a PO, creen que el miedo a perder las ayudas sociales enganchan a una parte del electorado, pero a ellos lo que les preocupa es la deriva democrática del país. “Nos llevan en la dirección de Rusia o Hungría”, dice él. Marta lamenta, a la puerta de una librería donde han comprado varios libros, que en las zonas rurales “son más vulnerables” a la propaganda, “y culturalmente más tradicionales”.

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El sociólogo Flis señala que “ser liberal en lo social es natural en los patricios polacos, pero no lo es para el resto”. Esos patricios, como él llama a ese sector de la población, con mayor nivel educativo, vive sobre todo en las grandes ciudades. “Según baja el nivel de urbanización, el apoyo cambia de Plataforma Cívica a PiS”, subraya. En 2019, PiS cosechó 56% de votos en las zonas rurales, mientras PO sumó un 41% en las ciudades de más de 500.000 habitantes. “Pero lo que es interesante es que la Tercera Vía y Confederación tienen casi el mismo apoyo en toda la sociedad”.

Cientos de miles de personas asisten en una marcha convocada por Plataforma Cívica el pasado 1 de octubre en Varsovia.
Cientos de miles de personas asisten en una marcha convocada por Plataforma Cívica el pasado 1 de octubre en Varsovia.Maciek Jazwiecki/Agencja Wyborcz (Agencja Wyborcza.pl via REUTERS)

Las opiniones generales sobre el aborto, los derechos del colectivo LGTBI o los migrantes también cambian a medida que uno se aleja de la urbe. “Varsovia es multiculti; aquí hay mucha cultura, siempre hay algo que hacer, se oyen todo tipo de idiomas, y además los salarios son más altos”, relata la logopeda de 24 años Julia, que tampoco quiere dar su apellido. Todavía no tiene decidido el voto, pero sabe que no será a PiS. Cuenta que se informa por TikTok, igual que Damian, camionero de 25 años de Radzyn Podlaski que espera un hijo. Él sí tiene claro que votará a la extrema derecha de Confederación, porque “prometen erradicar la inmigración de países musulmanes y bajar los impuestos”. El joven defiende las tradiciones y afirma que “lo que hacen en las marchas [el colectivo LGTBI] es malo para la moral de los niños. Que hagan lo que quieran, pero en sus casas”.

Radzyn Podlaski está coloreado en rojo en el Mapa del Odio, una iniciativa que localiza las zonas y municipios en las que se aprobaron declaraciones discriminatorias, como las que establecían “zonas libres de ideología LGTBI”. El vicealcalde Lipski intenta zafarse diciendo que a ellos no les han cortado los fondos europeos, la respuesta de Bruselas a estos gestos homófobos. En su caso, dice, “solo” aprobaron una resolución en “defensa de la familia”, que excluye todas las que no estén formadas por un hombre y una mujer.

Distancia cultural

La brecha entre el campo y la ciudad es también cultural, aunque el uso de internet (81,2% frente a 90,6%) la va reduciendo. Mucha gente en los pueblos consume grandes dosis de televisión pública, platos tradicionales y discopolo, una música de baile popular en los ochenta, como cuenta por teléfono Marta Klekotko, socióloga de la Universidad de Silesia en Katowice, que advierte, sin embargo, sobre cualquier simplificación y generalización. La influencia de la iglesia católica también tiende a ser mayor en los sitios pequeños, según la socióloga.

La experta explica que “PiS ha devuelto el orgullo a gente que se sentía marginada”, frente a los votantes de PO “más en la vanguardia”. Según Klekotko, hay una parte de la oposición más de izquierdas, que ha viajado, son jóvenes y tienen un estilo de vida más urbano, a quienes les avergüenza que se les relacione con el estereotipo polaco. Ese modelo que “representa a la gente simple, que no saben comportarse cuando viajan al extranjero y que votan a PiS” lo ilustran con mofa con una pareja ficticia llamada Janusz y Grazyna.

El analista Adam Traczyk, director del proyecto More in common (más en común), que busca reducir la polarización en la sociedad, recuerda el mensaje clasista que difundían algunos medios en los años noventa: “Nosotros, la élite cosmopolita, estamos avanzando hacia Europa mientras vosotros, gente sin educación, nos estáis bloqueando el camino hacia la ilustración”, explica. “PiS, además de la redistribución de la riqueza, ha logrado una redistribución simbólica del respeto”. Lo hace, según el experto, atacando a las élites culturales, y a la vez, reivindicando la cultura popular.

“Estamos orgullosos de representar al campo polaco y queremos seguir haciéndolo”, ha dicho durante la campaña Kaczynski. PiS se ha volcado en las zonas rurales en la campaña ante el temor a perder apoyos tras algunos contratiempos. Además de la inflación, ha tenido algunas tensiones con sus aliados en los gobiernos locales por la autonomía local, y porque los fondos de recuperación de la UE prometidos para reconstruir la economía tras la Covid no han llegado. Son los 35.400 millones de euros bloqueados por Bruselas por los asaltos al Estado de derecho.

Pero el principal problema para PiS en el campo ha sido la crisis del grano, que le costó sonadas protestas de agricultores descontentos por la desestabilización del mercado tras la entrada de grano ucranio. El Gobierno lo ha resuelto con un veto unilateral a la importación de productos agrícolas de Ucrania. Piotr Naumiuk, 40 años, dueño del silo de Stepków, también la región de Lublin, cree que la solución llegó tarde y mal, y prevé más dificultades: “El grano ucranio irá a otros países, como Alemania, y eso nos cierra mercados”. Pese al malestar, cree que los pequeños agricultores, un 80% del sector, “seguirán apoyando a PiS, porque tienen subvenciones para fertilizantes y si venden el grano por debajo del precio de producción, el Gobierno les compensa”.

En medio del embrollo, PO intentó captar votantes rurales descontentos fichando al líder del movimiento Agrounia, Michal Kolodziejczak, pero Naumiuk no cree que le funcione: “En Agrounia lo ven como un traidor”. Salvo sorpresas, las encuestas apuntan a que este domingo la Polonia urbana votará de nuevo mayoritariamente a la oposición encabezada por PO, y la rural volverá a preferir a PiS. Dos sociedades en una, con caminos y velocidades todavía distintos.

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