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China y EE UU ‘resetean’ sus relaciones en busca de un “nuevo enfoque”

La visita al gigante asiático esta semana de Gina Raimondo, la cuarta alta funcionaria estadounidense desde junio, deja un ambiente de “cierto optimismo”, aunque Pekín mantiene su desconfianza

Gina Raimondo, es recibida por el secretario del Partido de Shanghai, Chen Jining, en Shanghai, China, el miércoles 30 de agosto de 2023.
Gina Raimondo, es recibida por el secretario del Partido de Shanghai, Chen Jining, en Shanghai, China, el miércoles 30 de agosto de 2023.POOL (via REUTERS)
Guillermo Abril

El carrusel de visitas de altos funcionarios estadounidenses a Pekín desde junio no ha producido un festín de grandes acuerdos; no ha habido recepciones bombásticas, ni marchas militares, ni paseos cadenciosos al son de instrumentos milenarios —como sucedió con la visita del presidente francés, Emmanuel Macron—. Tampoco era lo esperado. Los resultados tangibles son más bien escasos. Pero los cuatro emisarios de la Casa Blanca, que han aterrizado en el gigante asiático a un ritmo de casi dos primeros espadas por mes, sí parecen haber logrado un cambio de humor en la arena geopolítica y el reseteo de unos vínculos en peligrosa espiral descendente.

Si el primero de estos viajes a China, el del secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, logró colocar en junio un suelo a lo que él mismo denominó “una de las relaciones [bilaterales] más importantes del mundo”, la última figura de nivel que ha pasado por la República Popular, la secretaria de Comercio, Gina Raimondo, aseguró el miércoles que dejaba el país con “cierto optimismo”.

“Esto es el principio de un nuevo diálogo, esto es el principio de un nuevo enfoque”, dijo Raimondo en una comparecencia en Shanghái tras cuatro días en dos ciudades y media docena de encuentros destacados. No fueron meros intercambios de puntos de vista, según su lectura.

Durante su estancia, ambas superpotencias se han comprometido a poner en marcha diversos mecanismos de diálogo para reducir riesgos e incrementar la comprensión mutua: un grupo de trabajo sobre cuestiones comerciales, un mecanismo de intercambio de información sobre la aplicación del control de las exportaciones, la celebración de la 14ª Cumbre de Liderazgo Turístico China-Estados Unidos, y se acordó además que expertos técnicos de ambos países se reúnan para reforzar la protección de los secretos comerciales. “Un excelente principio”, reiteró Raimondo tras enumerarlos ante la prensa en un hangar de la joint venture del gigante aeronáutico Boeing en la República Popular.

La secretaria de Comercio acababa de visitar el parque Disney ubicado en la megalópolis financiera y se refirió a las sonrisas de los niños que vio allí; también habló de las más de mil cafeterías Starbucks abiertas en la ciudad y de los jóvenes chinos y estadounidenses que había visto estudiar codo con codo en la sucursal de la Universidad de Nueva York en la urbe, “retándose unos a otros y teniendo un diálogo y un debate abierto”, dijo. “Ese es todo el negocio que deberíamos estar haciendo”, añadió. “Debemos fomentar el intercambio entre personas y los negocios”.

Seguridad nacional

Como encargada del departamento de Comercio, su visita era de las más esperadas: China considera que Estados Unidos ha emprendido una creciente estrategia de “cerco y supresión” a su desarrollo mediante la imposición de aranceles y restricciones a la exportación de tecnologías críticas. Entre las últimas medidas, apenas dos semanas antes del viaje de Raimondo, el presidente estadounidense, Joe Biden, anunció nuevas restricciones para limitar las inversiones de su país en áreas tecnológicas estratégicas en el país asiático. Durante su estancia en China, varios mandos comunistas reclamaron que redujera esos controles. “Por supuesto, dije que no”, respondió Raimondo, según contó en una comparecencia. Les aseguró que Washington no busca un “desacoplamiento” sino velar por sus propios intereses, y subrayó las líneas rojas: “No negociamos en materia de seguridad nacional”.

Por este motivo, algunos analistas ponen en duda que haya habido un verdadero avance y mantienen su escepticismo. “Impedir el acceso a los semiconductores y otras tecnologías avanzadas que tanto necesita China es, con mucho, la medida más perjudicial que ha tomado Washington contra sus intereses económicos”, valoran desde la consultora Trivium China en una reciente nota. “La negativa estadounidense a relajar tales medidas significa que hay poco margen para que mejoren las relaciones bilaterales” por lo que “los riesgos geopolíticos seguirán siendo elevados para las multinacionales”.

A pesar de que también esta semana se ha retomado el contacto entre altos mandos militares de las dos superpotencias en Fiji, lo cual disminuye el riesgo de choque por falta de comunicación, el diario Global Times, voz contundente de la propaganda de Pekín, aseguraba el viernes al hilo del regreso a casa de Raimondo: “EE UU no da pasos sustanciales para mejorar los lazos con China pese al clima de distensión”.

Pocos habían previsto en la superpotencia asiática la “agresividad” de la administración Biden, cuenta Mark Leonard, director del Instituto Europeo de Relaciones Internacionales, en un reciente artículo de Foreign Affairs. Algunos analistas chinos comparan hoy sus acciones con las del expresidente Donald Trump contra Irán, añade Leonard. “Se ha formado un consenso en Pekín de que el objetivo de Washington no es que China cumpla con las reglas de juego; sino evitar que China crezca”. El análisis concluye, es “incorrecto”: lo que Washington y la Unión Europea buscan es asegurar que sus negocios no comparten tecnologías sensibles con Pekín y rebajar la dependencia de importaciones en sectores estratégicos. Es lo que Bruselas ha denominado derisking (reducción de riesgos).

Poco después de la visita de Blinken, un empresario chino y miembro del partido comunista que ve cómo los negocios no acaban de despegar en China tras la reapertura pospandémica, reclamaba bajo condición de anonimato menos “derisking” y más “depoliticizing” (despolitización) en las relaciones entre Pekín y Occidente. Eso afirmó mientras brindaba con un vino francés desde un hotel con vistas a la plaza de Tiananmén, en Pekín. “Necesitamos comunicación”, aseveraba también este verano una funcionaria del Gobierno de una de las principales ciudades chinas.

Despolitización

En esa misma línea se pronunciaba el martes pasado el primer ministro, Li Qiang, durante la entrevista con Raimondo: “Politizar las cuestiones económicas y comerciales y exagerar el concepto de seguridad […] socavará los intereses de las empresas y la población de los dos países”, le trasladó Li, según la lectura oficial facilitada por Xinhua. Pero Pekín, le indicó, estaba dispuesto a “reforzar el diálogo y la cooperación” en materia de comercio y economía.

Tras un verano de noticias negras para China en estos campos (precios negativos, bajo consumo, caída de las exportaciones, paro juvenil), el Gobierno ha comenzado a tomar medidas de choque para tratar de reactivar la locomotora. Entre ellas, está el llamamiento constante a la inversión extranjera. La República Popular busca de forma acuciante reducir la desconfianza entre las multinacionales. Pero el ambiente no es positivo, más bien todo lo contrario.

Muchas compañías occidentales consideran que el gigante asiático se ha vuelto un destino donde “no invertir”, tal y como le trasladaron varios empresarios estadounidenses a Raimondo antes de su visita. A los viejos problemas de acceso al mercado chino, de propiedad intelectual, de secretos industriales y de terreno de juego desnivelado, se añade ahora una creciente preocupación por un entorno regulatorio impredecible, una ley antiespionaje reforzada, además de las redadas y multas que han sufrido algunas empresas estadounidenses de forma sorpresiva en los últimos meses.

Los mecanismos acordados durante la estancia de Raimondo también buscan tranquilizar a los preocupados empresarios de su país. La alta funcionaria se dio por satisfecha de haber puesto en marcha esos canales activos de comunicación para evitar riesgos por malos entendidos. “No quiero volver a los tiempos del diálogo por el diálogo”, zanjó durante la comparecencia en la sede de Boeing en Shanghái.

Tras el frenesí de visitas, ahora toca esperar a que los líderes de ambos países vuelvan a verse las caras y propongan nuevos objetivos. En su último encuentro, el pasado noviembre durante la cumbre del G-20 de Bali (Indonesia), los presidentes Xi Jinping y Joe Biden lograron un tímido deshielo cuyos resultados han ido permeando durante las visitas de los altos funcionarios estadounidenses de los últimos meses. Entonces, se emplazaron a no adentrarse en una nueva guerra fría.

La próxima cumbre del G-20, que arranca en India este sábado, no será, sin embargo, el escenario de un nuevo cara a cara entre los responsables de las dos mayores potencias planetarias. Xi “probablemente” no acudirá a la cita que se celebra en un país con el que China mantiene serias disputas, según una información exclusiva de la agencia Reuters, aún no confirmada por Pekín. Diversos analistas apuntan en cualquier caso que la siguiente cita entre Biden y Xi podría tener lugar en noviembre durante la reunión anual del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico que se celebra en San Francisco.

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Sobre la firma

Guillermo Abril
Es corresponsal en Pekín. Previamente ha estado destinado en Bruselas, donde ha seguido la actualidad europea, y ha escrito durante más de una década reportajes de gran formato en ‘El País Semanal’, lo que le ha llevado a viajar por numerosos países y zonas de conflicto, como Siria y Libia. Es autor, entre otros, del ensayo ‘Los irrelevantes’.

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