La segunda muerte del camerunés Erasmus Zinkeng: su hermano lleva cinco meses reclamando el cadáver a Panamá
No termina el drama para los familiares de los 39 migrantes muertos en un accidente de un bus en febrero pasado
Sobre el ataúd de Erasmus Zinkeng hay una frase impersonal, en español, que no significa mucho para su familia en Camerún. “Fuiste amor y alegría para toda tu familia. Vivirás siempre en nuestros corazones. Te amamos tus familiares”, dice el texto con las fechas de nacimiento y muerte: 18 de diciembre de 1992- 15 de febrero de 2023.
La fecha del fallecimiento resuena también como la de la mayor tragedia para los migrantes que cruzan por la selva del Darién entre Colombia y Panamá. Y el mensaje sobre el ataúd es el símbolo de la frustración para su familia que, cinco meses después, aún lucha por la repatriación de los restos.
La última vez que Jude Zinkeng habló con su hermano fue el 14 de febrero de 2023. Erasmus, abogado y el menor de una familia de Camerún, estaba en la Estación de Recepción Migratoria (ERM) de Lajas Blancas de Darién, en Panamá, después de atravesar la selva. Por teléfono le dijo que al día siguiente se subiría a un autobús de los que autoriza el gobierno panameño para trasladar a los migrantes hasta el norte del país, en la frontera con Costa Rica.
Después de sobrevivir a la jungla, Erasmus se sentía más cerca de Estados Unidos, donde ya estaba su hermano Jude. Un anhelo similar al de miles migrantes que cruzan por esa peligrosa ruta, que solo este año han atravesado 200.000 personas.
El vehículo salió rumbo a la Estación de Recepción Migratoria (ERM) Los Planes, en el corregimiento de Gualaca, en la provincia de Chiriquí. Pero llegando allí, de madrugada, se estrelló por causas aún no claras. Murieron 39 personas, 37 de ellas migrantes de distintas nacionalidades y dos panameños.
Ahora treinta y un migrantes de Venezuela, Ecuador y Colombia, entre sobrevivientes y familiares de fallecidos están agrupados en dos querellas, una para reclamar el pago del seguro del bus y otra contra el Gobierno panameño. Janneth Vásquez, la abogada que defiende a este grupo, dice que el vehículo tenía sobrecupo, su capacidad era para 44 personas y llevaba 66. “Estaba en pésimas condiciones. Todo indica que fue una falla mecánica”, dice Vásquez.
Hace dos semanas, un grupo de sobrevivientes participó en la reconstrucción del accidente y aportó evidencias antes de seguir su camino. La defensa espera el resultado de los peritos y avanza en una mediación de tipo económico con la aseguradora. “El tratamiento por parte del Gobierno a los migrantes ha sido nefasto. Aún hay tres migrantes de ese accidente en un refugio y cuesta que los traten como víctimas”, agrega.
La investigación
Familiares de haitianos fallecidos en el accidente entregaron un poder a un abogado, pero no se constituyeron como querellantes. Y, en solitario, se encuentran los africanos, como Jude. Para él, primero de una familia de Camerún en migrar a Estados Unidos, todo ha sido caos y depresión desde entonces. “La forma en que el Gobierno panameño trató el cuerpo de mi hermano y manejó la situación fue inhumana, sin compasión. Pasé por una gran cantidad de papeleo, casi 45 días para llegar al cuerpo de Erasmus y encontrar que no lo preservaron”, dice.
Cuando ocurrió el accidente nadie le confirmaba si Erasmus estaba entre los heridos o los muertos. Como pudo, se puso en contacto con el ministerio de Relaciones Exteriores, Migración y hospitales locales. Pero no se atrevía a hacerlo con su embajada, por temor a ser perseguido por el Gobierno, asegura. “Mi hermano había participado en política en nuestro país, donde hay un conflicto armado en las regiones de habla inglesa. Había sido arrestado y atacado. Cuando lo liberaron, sintió que era hora de irse porque su vida estaba amenazada y así atravesó la selva”, cuenta Jude por teléfono. Pasaron días hasta que la embajada de Camerún en Brasilia (Brasil) publicara un comunicado en el que confirmaba la muerte de dos cameruneses que viajaban en el autobús.
Sin embargo, después de eso siguió el silencio, dice Jude. Semanas después recibió una llamada del Gobierno panameño: tenía hasta el 14 de marzo para realizar los trámites necesarios y repatriar los restos de su hermano a Camerún. En medio del duelo, tenía que probar que era su familiar y, como no consiguió un abogado que lo representara, contrató a la funeraria, Memorial International, a la que le dio un poder para reclamar a su hermano y repatriarlo.
El problema es que los restos estaban en tal estado de descomposición que ninguna aerolínea los aceptó. Jude afirma que se trató un almacenamiento inadecuado del cadáver. “Mi problema es con el Gobierno que no preservó el cuerpo y lo entregó a la funeraria cuando ya estaba descompuesto”. Para ese momento, asegura, ya había pagado 7.500 dólares en intentos de repatriación.
Lo más duro fue decirles a sus padres que el menor de la familia había sido sepultado en un cementerio de Panamá y sin sus tradiciones. Jude insiste en recuperarlos y que alguien les dé respuestas por todo el dinero que pagaron. “Mi hermano no eligió morir. El Gobierno de Panamá decidió transportar migrantes en esos autobuses y él pagó, no es que los transportaron gratis”.
La fiscal del caso, Melisa Navarro, dice que aún no se han determinado las causas del accidente, que no se ha vinculado formalmente a nadie y que se hizo un entierro solemne de 13 fallecidos en el accidente que no habían sido identificados o reclamados. La fiscal aclara que no es el caso del joven de Camerún, cuyo arreglo fue directamente con la funeraria. “Nuestra labor como Ministerio Público fue recabar e identificar los cuerpos. No manejamos las políticas de las aerolíneas”, dijo. Hasta el cierre, la funeraria no había respondido las preguntas enviadas por este diario.
Cinco meses después del accidente que marcó la migración en Panamá, la familia de Erasmus sigue en el limbo. “Mi vida no volvió a ser igual desde ese día. Pasé más de un mes tratando de obtener su cuerpo del Gobierno y ellos no comunicaban nada ni tenían compasión, lo cual me produjo depresión. Erasmus era mi único hermano”.
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