Los serbios celebran en Kosovo su gran día nacionalista estrechamente vigilados por la policía kosovar
Las tensiones entre Prístina y Belgrado han llevado a la Iglesia ortodoxa serbia a desplazar los festejos que conmemoran la batalla de 1389 frente al imperio otomano por primera vez desde hace casi un cuarto de siglo
“No sé por qué nos peleamos los kosovares y los serbios, si al final casi todos queremos irnos de aquí”, se lamentaba la noche del martes un policía albanokosovar de 20 años que a veces trabaja como conductor. Él vive en Mitrovica Sur. Solo un puente separa su casa de Mitrovica Norte. Pero el agente dice que cuando ejerce como taxista prefiere no cruzarlo, que las cosas están muy tensas.
En la orilla del norte viven unas 40.000 personas de origen serbio, una minoría en Kosovo, un país de 1,8 millones de habitantes donde el 90% es albanokosovar. El fantasma de la guerra étnica siempre sobrevuela en la región desde la guerra de 1998. No en vano hay desplegados más de 4.000 soldados de la KFOR, la misión de la OTAN en la zona. Pero, desde el 26 de mayo, este territorio padece una de sus peores crisis: enfrentamientos de serbokosovares con policías albanokosovares, detenciones por parte de Prístina, choques entre serbios y las fuerzas de la OTAN con decenas de heridos, el arresto de tres policías albanokosovares por fuerzas serbias y su posterior liberación después de mucha presión internacional… La tensión sigue en los dos lados del puente.
El detonante fue que el Gobierno del primer ministro kosovar, Albin Kurti, emplazó a cuatro alcaldes albanokosovares a que tomasen posesión de sus cargos en cuatro municipios del norte de Kosovo, a pesar de que los regidores habían sido elegidos en abril mediante unas elecciones boicoteadas por los serbios en las que solo participó el 3,5% de la población. La Unión Europea intenta presionar a Kosovo para que retire a los alcaldes y se convoquen nuevas elecciones. Y reclama a Serbia que no impulse un nuevo boicot.
Este miércoles 28 de junio es una fecha que refleja la distancia entre las partes enfrentadas. Los kosovares de origen albanés, que abarcan el 90% de la población, se reúnen en familia alrededor de un cordero para celebrar el Día del Sacrificio, una de las mayores festividades de la religión musulmana. Y los serbios conmemoran algo muy distinto. Cada año, miles de ellos, procedentes de varios países, se reúnen en la llanura kosovar de Gazimestán para recordar que fue ahí donde el 28 de junio de 1389 el príncipe Lazar cayó frente al imperio otomano. Alrededor de esa fecha y de esa llanura, a una hora en coche desde Mitrovica, se ha construido la idea del nacionalismo serbio. Para ellos, ese es el “corazón de Serbia”. Para el Gobierno de Prístina, sin embargo, es una parte más de Kosovo, un país que declaró su independencia de forma unilateral en 2008.
Fue en esa misma llanura donde, el 28 de junio de 1989, el entonces presidente serbio, Slobodan Milosevic, pronunció el célebre discurso de Gazimestán, donde dejaba la puerta abierta a los desmanes de las guerras balcánicas: “Ahora, seis siglos más tarde, estamos aquí en otra batalla y otra lucha. No se trata de la lucha armada, aunque esta no está todavía excluida. Cualquiera que sea la batalla, se requiere firmeza, abnegación y valentía para ganarla”.
Sin festejos en la llanura de Gazimestán
Esta vez, la Iglesia ortodoxa de Serbia decidió, por primera vez desde 1999, que la ceremonia no se celebraría en la llanura de Gazimestán. Intentaba evitar así cualquier escalada de violencia. Y restringió el homenaje al monasterio de Gracanica. En vez de varios miles, como cada año, esta vez asistieron unos 500, según un periodista local que solicita el anonimato. Todos ellos tuvieron que someterse a las medidas de seguridad de la policía albanokosovar. Entre los asistentes estaba Danilo, el hijo del presidente de Serbia, Aleksandar Vucic. Tanto Danilo Vucic como otros serbios llevaban camisetas con la leyenda: “Rendirse no es una opción”.
Danilo Vucic fue detenido por la policía kosovar en el municipio de Trude, en las afueras de Prístina. Los agentes le obligaron a quitarse la camiseta. Su padre, el presidente, comentó después lo sucedido ante los medios desde Belgrado: “Le pararon tres veces, registraron su coche, maltrataron a la gente… Que sigan así. Felicito a Kurti por su valentía. No es tan valiente cuando yo estoy cerca (…) Está bien, que siga así. Danilo no es un niño pequeño, pero es un poco más valiente que Kurti”.
Un reportero local indica que en la llanura de Gazimestán solo había a primera hora de la tarde unas diez personas y al menos 50 policías albanokosovares. “Los agentes han sido muy estrictos con las medidas de seguridad, registraban cada mochila”, asegura.
El patriarca Porfirio, líder de la Iglesia ortodoxa serbia, fue muy claro en su sermón: “Aquí, en Kosovo y Metohija [nombre que utilizan los serbios para referirse a la antigua provincia yugoslava], estamos en nuestra casa. (…) Nunca habrá paz si no tenemos paz en nuestras almas. Nuestra Iglesia nunca olvidará a nadie aquí. Si la Iglesia olvidara a un solo serbio en Kosovo y Metohija, entonces no habría razón para que existiéramos. Kosovo y Metohija son una tierra sagrada, donde hay sitio para todos, sin importar a qué Dios recen”.
Kurti visita Mitrovica Norte
Horas después, el primer ministro Kurti visitaba Mitrovica Norte sin efectuar ninguna declaración. Para Jovana Radosavljevic, responsable de la ONG Nueva Iniciativa Social, que se dedica a fomentar la integración entre las etnias, ese gesto del líder kosovar en un 28 de junio es una “provocación”.
La activista lleva 10 años al frente de su organización. Y asegura que durante los ocho primeros vio un cierto progreso en la sociedad. “Las instituciones serbias y kosovares cooperaban. Pero desde que llegó Kurti al Gobierno, en 2021, la situación se ha degradado muchísimo. Él no se fía de los serbios kosovares y los serbios no confían en él. Kurti les está empujando hacia el borde del precipicio”.
Radosavljevic trabaja en su organización con albanokosovares que viven en Mitrovica Sur y solían cruzar el puente para trabajar en la sede. “Desde los disturbios del 26 de mayo, he pedido a mi gente albanesa que trabaje desde sus casas. La seguridad de ellos y de sus familias no está garantizada aquí hoy por hoy”. La activista no oculta su pesimismo: “La situación puede explotar en cualquier momento. El primer ministro no quiere retirar ni a la policía especial kosovar ni a los alcaldes que impuso. Las alcaldías eran el lugar donde coexistían las instituciones de ambos lados. Pero ahora, todos los ciudadanos serbios están fuera. Sin acceso a los servicios municipales y sin trabajo”.
Esta mujer califica de “incompetentes” a los mediadores internacionales, especialmente a los de la Unión Europea. “Ninguna de las partes se toma en serio a la UE”, afirma Radosavljevic antes de concluir: “Ambas partes juegan a no ceder y a esperar el error del otro. Me temo que esto va a escalar hasta que haya un enfrentamiento armado. Y entonces será cuando la comunidad internacional les obligará a negociar”.
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