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La salida de Prigozhin deja en el aire el futuro de Wagner

El acuerdo alcanzado con el Kremlin supone el desmantelamiento de la empresa de mercenarios en Rusia y que algunos uniformados sean absorbidos por el ejército, pero los paramilitares podrían seguir operando en el exterior como brazo armado oficioso de Moscú

Dos hombres posaban este sábado junto a mercenarios de Wagner en Rostov del Don, en el suroeste de Rusia. Foto: ASSOCIATED PRESS/LAPRESSE | Vídeo: EPV

El ocaso de la rebelión de Yevgueni Prigozhin contra la cúpula del Ministerio de Defensa deja muchos interrogantes. Entre las principales figura qué sucederá con su compañía de mercenarios Wagner, que ha tenido un papel destacado en la guerra de Rusia en Ucrania, pero que también actúa como el brazo armado oficioso del Kremlin en el extranjero. Prigozhin inició el motín con sus mercenarios para conservar cierto poder y el control de Wagner. Pero aunque el oscuro empresario se mantiene en silencio sobre el pacto alcanzado que puso fin a la sublevación, el Kremlin ha asegurado que los contratistas que no participaron en el intento de asonada se podrán sumar a las filas del ejército regular. Esto supondría el desmantelamiento de Wagner en Rusia, algo que ha ansiado el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, con el que Prigozhin ha mantenido una rivalidad histórica. Ha sido Shoigú el impulsor de las regulaciones para que los “regimientos de voluntarios” se integren por contrato en el ejército para que el Ministerio de Defensa tenga la potestad exclusiva de la guerra. Esas medidas, que debían aplicarse en julio, precipitaron el motín de Prigozhin, según apuntan varios analistas.

Se desconoce, sin embargo, cuántos mercenarios pasarán a las filas regulares y, si lo hacen, quién los dirigirá. También qué pasará con la empresa en los países en los que está desplegada, como Sudán, Libia, Malí y República Centroafricana, donde Wagner no solo actúa al servicio de los regímenes afines a Moscú, sino también para velar por los intereses rusos en empresas, minas de tierras raras o yacimientos, un negocio que también reporta enormes beneficios a Prigozhin, según apunta una fuente de inteligencia occidental. “Es muy posible que en el exterior, Wagner se conserve como está, incluso con Prigozhin. O sustituyéndole”, señala esta fuente, que cree que es extremadamente difícil que el Kremlin absorba a esos mercenarios e imprima cierta legalidad a su presencia en el extranjero.

“Es difícil pensar que Wagner pueda desaparecer de un día para otro en África”, señala desde Nairobi Enrica Picco, directora para África Central de la organización Crisis Group. “Rusia ha creado una herramienta muy potente de influencia en el continente africano, a la vez que una red de tráfico y explotación de recursos. [Tras la asonada], hay un problema de imagen de Wagner y Rusia en África”, prosigue la investigadora, “pero los regímenes a los que apoya no van a tomar parte en la disputa. Lo que más les interesa es que no cambie nada en la protección que reciben”.

La invasión a gran escala de Rusia sobre Ucrania ha alumbrado una pléyade de milicias. Pero Wagner no es una más. El grupo de mercenarios ha encabezado algunas de las ofensivas más efectivas de Rusia en Ucrania, en la que Prigozhin elevó su figura y su poder con sus tácticas brutales, y el reclutamiento también en prisiones rusas. Tras la captura de la ciudad de Bajmut y su posterior retirada para dejar la ciudad en manos de Ejército, Shoigú ha intentado doblegarla. “Es posible que Prigozhin haya cruzado una línea, pero aún es pronto para suponer que sea una ruptura total con Vladímir Putin”, opina Angela Stent, profesora en la Universidad de Georgetown. “No creo que la organización Wagner como tal vaya a desmoronarse”, afirma la experta en Rusia y Política Exterior en una charla organizada por The Brookings Institution.

Mercenarios ilegales

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El grupo Wagner (oficialmente PMC Wagner) fue identificado por primera vez en 2014, cuando entró en combate para apoyar a las fuerzas separatistas del este de Ucrania impulsadas, apoyadas y alimentadas por el Kremlin. Era una organización secreta que operaba con unos 5.000 mercenarios en países de Oriente Próximo y África. Han sido los soldados secretos del régimen de Putin en esos territorios, e incluso en Venezuela, actuando en países en los que Rusia no puede estar oficialmente como fuerza regular. Funcionaban también como una fórmula para sortear el conteo de las bajas por su presencia en conflictos como el sirio.

Hasta la guerra en Ucrania, el Kremlin no había reconocido nunca su actividad porque en Rusia la figura del mercenario es ilegal y combatir en el exterior está penado con hasta 16 años de cárcel. En Ucrania han diversificado sus actividades y proporcionan también entrenamiento militar, consultoría y operaciones de inteligencia. Trabajar como “instructores” como los que el Kremlin envió hace tiempo a Sudán sí está permitido porque se considera “asesoramiento”.

La fuerza de Wagner ha ido creciendo considerablemente. Hace unos meses, el Ministerio de Defensa del Reino Unido cifraba en unos 50.000 sus combatientes en Ucrania. En septiembre, Prigozhin reconoció que estaba detrás de Wagner, que se registró como empresa y abrió una nueva sede en San Petersburgo. El sábado, las autoridades rusas informaron de que habían hallado en estas oficinas decenas de lingotes de oro, bloques de polvo blanco, armas y pasaportes falsos. Wagner ha pasado de ser una organización que supuestamente no existe a desplegar vallas publicitarias de reclutamiento —el sábado, en plena rebelión, las autoridades empezaron a retirar algunas— y productos de merchandising.

El brazo armado oficioso en África

Si es difícil trazar la futura hoja de ruta de Wagner en Rusia, más complicado resulta imaginar un posible desmantelamiento del grupo de seguridad privada fuera de sus fronteras; en especial, en el continente africano. Allí, Moscú ha desarrollado en el último lustro un nuevo acercamiento diplomático, apuntalado precisamente por la presencia en el terreno de los mercenarios en contextos volátiles. Buen paradigma de los vínculos entre los hombres de Wagner y el Kremlin es el caso de República Centroafricana, castigada por la violencia entre milicias cristianas y musulmanas desde 2013. El 25 de febrero, la Unión Europea firmó un pliego de sanciones contra individuos y empresas vinculadas a Wagner en ese continente por su papel en la violación de los derechos humanos. Entre los castigados por Bruselas estaba Dimitri Sytii, director de Casa Rusia, dependiente de Moscú, a quien además se le concede un papel “destacado” en la estructura de Wagner en el país y una relación cercana a Prigozhin.

Como en la mayoría de los países africanos donde han hecho acto de presencia los mercenarios rusos, el nombre de Wagner no aparece más allá de pancartas de manifestaciones prorrusas o en medios de comunicación locales. República Centroafricana sirve de botón de muestra de este entramado en el que, por ejemplo, se prestan servicios de seguridad a través de la empresa Sewa Security Services, en paralelo a la explotación de recursos minerales a cargo de firmas como Lobaye Invest y Diamville. Todas bajo la sombra de Wagner, pero registradas en el país africano. Al igual que ocurre con el oro en el convulso Sudán, en donde la empresa rusa ha maniobrado a través de la Meroe Gold, con sede en Jartum.

En el Sahel, Malí es el puntal de la presencia de Wagner, hacia donde los mercenarios partieron casi en paralelo al inicio de la ofensiva rusa a gran escala en Ucrania, ya sin el secretismo con el que lo hicieron antes en otros países africanos. Allí, la empresa de seguridad privada rusa cuenta con el respaldo de la junta golpista comandada por Assimi Goïta y el apoyo de gran parte de la población. Wagner, precedido por el éxito de sus campañas en Ucrania o Siria, acudió a finales de 2021 a la llamada de Bamako para ayudar en la lucha contra los yihadistas. Los hombres de Prigozhin se han hecho fuertes al tiempo que Francia, ante la desafección de la población local, retiraba sus tropas y la ONU empezaba a plantearse lo mismo. Y todo esto pese a los informes que vinculan a los mercenarios con la muerte de 500 civiles en una operación antiyihadista llevada a cabo en el centro del país.

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