Los migrantes del naufragio de Grecia alertaron del peligro: “El capitán ha huido. Necesitamos una solución”
El pesquero, que según calcula la Organización Internacional para las Migraciones, podría haber transportado hasta a 750 personas, se hundió mientras los guardacostas griegos lo vigilaban de cerca
Más de 48 horas después de que un viejo pesquero naufragase en aguas de Grecia, dejando cientos de desaparecidos y al menos 78 cadáveres en el mar, se multiplican las lagunas que impiden reconstruir a ciencia cierta qué ocurrió. La principal incógnita reside en si una operación de salvamento activada a tiempo por las autoridades griegas hubiera evitado las muertes. Tras el rescate de 104 personas, entre las que no había mujeres ni niños —se sospecha que quedaron atrapados en la bodega del barco—, ni siquiera se sabe aún cuántos migrantes y demandantes de asilo abarrotaban el buque. La Organización Internacional para las Migraciones calcula, basándose en el relato de los supervivientes, que a bordo viajaban entre 700 y 750 personas. La estimación incluye a un mínimo de 40 niños. Esas cifras permiten vaticinar que se va a convertir en una de las mayores tragedias registradas en el Mediterráneo.
La información oficial es escasa y la Guardia Costera griega ha eludido cualquier responsabilidad en lo sucedido. En un comunicado oficial, ha insistido en que los náufragos rechazaron cualquier ayuda, que solo solicitaron víveres y que pidieron continuar su trayecto hacia Italia, el destino de la embarcación. Las operaciones de rescate, sin embargo, no se rigen por una negociación con los ocupantes del barco, sino que están reguladas por ley. “La ayuda nunca es un contrato. Si una autoridad, por el motivo que sea, no puede intervenir, debe pedir la intervención de otros”, explica el almirante retirado de la guardia costera italiana Vittorio Alessandro. “Existían los elementos para intervenir previstos en la normativa europea: había embarcación sobrecargada, ausencia de salvavidas, falta de capitán y mala navegabilidad”, abunda.
El caso de este naufragio recuerda al ocurrido en Cutro (sur de Italia) el 26 de febrero, cuando un barco con casi 200 personas naufragó a 40 metros de la costa italiana. Al menos 94 refugiados murieron, entre ellos 35 menores. Tanto Frontex, la agencia europea de fronteras, como las autoridades italianas habían localizado el pesquero, que navegaba sobrecargado, en mitad de un temporal. Los guardacostas italianos se resistieron a activar una operación de rescate hasta que el barco ya se hubo partido en pedazos.
A continuación, sigue la reconstrucción parcial de este nuevo naufragio a través de la información facilitada por las ONG, las autoridades griegas, Frontex y los supervivientes, que serán trasladados al campo de refugiados de Malakasa, a 50 kilómetros de Atenas, desde el puerto de Kalamata, donde han pasado las primeras horas en tierra firme.
La partida. El viejo barco de pesca salió el viernes 9 de junio desde Tobruk, en el este de Libia, a solo 150 kilómetros de la frontera con Egipto. No hay certezas sobre sus ocupantes y el número varía entre los 400 y los 750, dependiendo de la fuente. Tampoco sobre sus nacionalidades, aunque fuentes griegas apuntaron que la mayoría eran sirios, egipcios y paquistaníes. Dos de esos pasajeros eran primos de Tarek Aldroobi, sirio residente en Alemania, que viajó hasta el puerto de Kalamata, donde desembarcaron a los supervivientes, para descubrir angustiado que sus familiares no estaban entre ellos. Según Aldroobi, cada uno de los pasajeros pagó entre 4.000 y 6.000 euros. Es 14 veces más de lo que le costaría volar a un viajero con visado desde Trípoli, en Libia, a Roma, en Italia.
El vertiginoso aumento de las salidas de grandes pesqueros, capaces de transportar hasta a 500 personas, desde el este de Libia era ya un fenómeno constatado por Frontex, según consta en un informe confidencial de la Comisión Europea. Las salidas desde Cirenaica, la región donde se encuentra Tobruk, se han incrementado este año un 531% respecto a 2022, según el documento. No es casual. Desde el 1 de junio, las fuerzas del Ejército Nacional Libio (LNA) han detenido a más de 1.000 migrantes en Tobruk y Musaid, ambas en el este del país. “Cuando yo vine a Europa desde Libia, los barcos partían desde la zona oeste y el viaje duraba un día. Pero desde que aumentaron los controles y la presión, los barcos zarpan cada vez más al este y ahora hace falta navegar seis días para llegar a Italia”, relata Aldroobi.
Las alertas. Después de cuatro días de travesía, el martes 13 a las 9.35, la activista Nawal Soufi publicó en sus redes sociales el siguiente mensaje en italiano: “Estoy gestionando el SOS de un barco con 750 personas a bordo, que zarpó de Libia y se encuentra en apuros en estos momentos. Las personas a bordo corren peligro por beber agua de mar, el agua se ha agotado tras cuatro días de navegación”.
El comunicado de la Guardia Costera griega asegura que recibió un aviso del centro de coordinación marítima de Roma a las 11.00 (una hora menos en la España peninsular) acerca de un “un barco pesquero con un gran número de migrantes”. A las 12.47 (hora local), Frontex avista el barco y se lo comunica a las autoridades italianas y griegas. El pesquero se encontraba a 87 kilómetros de la costa griega.
La estrategia griega. Casi tres horas después del aviso oficial, a las 13.50 (hora local), las autoridades griegas enviaron un helicóptero en busca del barco. Apenas 10 minutos después se contacta por primera vez con el pesquero que, según insisten las autoridades griegas, “no solicitó ninguna asistencia a la Guardia Costera ni a Grecia”.
A las 15.17 de Grecia, la organización Alarm Phone, que gestiona un teléfono de emergencia para los migrantes que se embarcan con destino a Europa, asegura que recibió la primera llamada desde el barco. En una llamada posterior, a las 17.13, uno de sus ocupantes les aseguró que el barco no se movía, que carecían de agua y de comida y añadió un dato inquietante: “El capitán ha huido en un barco pequeño. Por favor, necesitamos una solución”. Según su comunicado, recibieron las coordenadas GPS del buque a la hora de esa segunda llamada y, después de tratar de obtener más información en vano, a las 17.53 enviaron un correo electrónico “a las autoridades helenas y a otros agentes, incluyendo a Frontex”, para alertarlos.
El helicóptero avistó la embarcación a las 14.35 y las imágenes aéreas fueron publicadas por los medios locales. En ellas se ve a decenas de personas en cubierta, hacinadas, alzando sus manos hacia el cielo. Según las autoridades helenas, “navegaba con rumbo y velocidad constantes y con un gran número de personas en sus cubiertas exteriores”.
Mientras los guardacostas griegos dirigían una de sus fragatas a la zona, las autoridades marítimas alertaron por radio a los buques que se encontraban cerca para que cambiaran su rumbo e informaran sobre los movimientos y el estado general del barco pesquero.
Víveres y el supuesto rechazo de ayuda. A las 18.00, un segundo helicóptero de la Guardia Costera despegó para vigilar el pesquero y las autoridades griegas contactaron por segunda vez con sus ocupantes. Al otro lado del teléfono satélite, una voz en inglés aseguraba, según el comunicado oficial, que el barco “no estaba en peligro”, y que solo querían comida y agua porque su deseo era “continuar hacia Italia”.
La versión de que los migrantes rechazaron cualquier auxilio no coincide con la información que han divulgado la ONG y la activista que tuvo contacto con los pasajeros. “El barco está abarrotado y se mueve de un lado a otro”, escuchó Alarm Phone en una de sus comunicaciones.
Dos embarcaciones, de bandera maltesa y griega, acudieron a llevar víveres al pesquero a las 16.00 y a las 19.00, respectivamente. La activista Nawal Soufi ha dado en Facebook su versión de lo sucedido: “La situación se complicó aún más cuando un barco se pegó al otro, amarró cabos a dos puntos y comenzó a lanzar botellas de agua. Los migrantes se sintieron en extremo peligro porque temían que los cabos pudieran volcar el barco y que las peleas por el agua pudieran causar un naufragio. [...] De la noche a la mañana, la situación se volvió aún más dramática: los migrantes estaban confundidos y no entendían si se trataba de una operación de rescate o de una forma de poner sus vidas aún más en peligro”.
Anabel Montes, que hasta hace dos meses era la responsable de rescates del buque humanitario Geo Barents y cuenta con más de ocho años de experiencia, cuestiona la actuación de los guardacostas griegos. Para ella, la aproximación al pesquero que describen es “una maniobra muy peligrosa” que puede provocar un movimiento brusco de la tripulación que desestabilice la nave. Montes explica que “la estabilidad estaba muy sobrepasada”: “Cuanta más gente y más arriba”, añade, “más fácil es que el metacentro se eleve” y que el barco vuelque.
Vigilancia sin rescate. Según el comunicado griego, las autoridades marítimas vigilaron el barco desde las 15.30 hasta las 21.00 (hora local) desde su sala de operaciones. A las 22.40 un barco de la Guardia Costera se acercó al pesquero observándolo “a distancia”. “No se encontró ningún problema en su navegación, ya que tenía rumbo y velocidad constantes”, asegura la versión oficial. Hasta que a la 1.40 del miércoles una llamada desde el barco alerta de que el motor había fallado y habían dejado de moverse. El buque de los guardacostas se aproximó entonces y verificó la alerta. Lo siguiente que comunican oficialmente las autoridades griegas es que 24 minutos después el pesquero empezó a balancearse bruscamente y volcó. En 15 minutos el barco se hundió por completo y sus ocupantes quedaron sumergidos en una de las zonas más profundas del Mediterráneo. Solo entonces, las autoridades activaron una operación de rescate.
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