De Jersón a Bajmut: el taxista soldado que recuperaba tanques rusos se muda al frente más tenso de la guerra
Un voluntario que en noviembre participó en la contraofensiva de la ciudad sureña regresa por unos días a su hogar para el nacimiento de su hijo antes de reincorporarse a la batalla en la provincia de Donetsk
Un grupo de jóvenes alza sus brazos chocando los vasos con whisky irlandés. Sonrisas, abrazos y emoción en la noche de Járkov, la segunda ciudad de Ucrania. El brindis tiene lugar a una treintena de kilómetros de Rusia y a un centenar de kilómetros del frente de batalla. Incluso bajo la pesada losa de la guerra hay motivos para celebrar la vida y la amistad. El convocante es Yaroslav, de 28 años, un taxista alistado como voluntario en el ejército al que EL PAÍS entrevistó en noviembre cuando participaba en la contraofensiva para recuperar la ciudad sureña de Jersón. Ahora ha vuelto a casa por unos días con motivo del nacimiento de su primer hijo, Ilia, llegado el pasado 10 de marzo a un país sacudido por la invasión rusa. El voluntario regresa el próximo lunes a la zona de Bajmut y Soledar, en el frente de Donbás, el más encendido de la guerra. Allí, la batalla de Bajmut sigue siendo el escenario de miles de muertos de ambos bandos. Un portavoz militar ucranio insistió este jueves en que se trata de un enclave esencial para frenar al enemigo.
“Me quedé embarazada rápido por si a Yaroslav le pasaba algo”, asegura Anastasia, su mujer, sonriente cinco días después del parto. La guerra mandó a Nastia, diminutivo de Anastasia, a Irlanda durante dos meses. Fue un exilio corto que apenas ocupó los meses de abril y mayo, cuenta. Se impusieron sus planes de vida con la que es su pareja desde hace siete años. Así que, con él dando sus primeros pasos en los entrenamientos con las Fuerzas Armadas, Nastia regresó a Járkov. Se casaron el 10 de junio y en esos mismos días confirmó que el bebé estaba de camino. Sabía que tenía por delante nueve meses casi en soledad y bajo la incertidumbre de tener a Yaroslav en el frente. Pero piensa, sin dudarlo, que era mejor heredar de la guerra un hijo huérfano que no tenerlo.
Yaroslav recuerda que le hubiera gustado estar más cerca de su mujer durante la espera de Ilia. Así lo explicó en la entrevista que concedió por medio de una videollamada a este enviado especial el pasado noviembre. Aquellas semanas se hallaba en plena contraofensiva de las tropas ucranias para recuperar el control de la ciudad de Jersón, a más de 500 kilómetros de distancia. Su deseo de ser enviado más cerca de casa se cumplió, pero su unidad se encuentra desplegada desde principios de año en uno de los avisperos del conflicto.
La localidad de Bajmut es escenario desde hace más de medio año de una intensa batalla en la que han muerto miles de soldados tanto ucranios como rusos. “Por el momento, lo que tiene lugar allí es una operación defensiva. El principal objetivo es contener al enemigo y que sufra importantes bajas”, puntualizó este jueves el portavoz militar Serhii Cherevatii en la televisión nacional. Bajmut no es un enclave estratégico, pero tanto Moscú como Kiev no dan muestras de retirarse. Llevan más de medio año combatiendo en una localidad que contaba con unos 70.000 habitantes y que estos días, según las autoridades ucranias, apena acoge ya a civiles.
Las posiciones de ambos ejércitos no han variado mucho en los últimos meses, especialmente desde que las tropas locales consiguieron recuperar a mediados de noviembre el control de la ciudad de Jersón, en la desembocadura del río Dniéper. En esa contraofensiva es en la que participó Yaroslav como conductor de camión, cuya misión esencial es retirar equipos rusos que pueden ser aprovechados por Ucrania, así como llevar a la retaguardia a heridos.
Lejos de la contienda, en plena presentación en sociedad de Ilia, nadie quiere que el regreso de Yaroslav con sus compañeros al frente de Donbás, entre las zonas de Bajmut y Soledar, rompa el clima festivo y de convivencia. Es como si ese lunes 20 de marzo no existiera, cuando, en realidad, está a la vuelta de la esquina. “No hablar del ejército me ayuda a estar serena mentalmente”, justifica Nastia. Tampoco muestra especial interés por contarle a su hijo cuando vaya creciendo que nació en un país en guerra.
En un intento de romper el hielo, Nastia reprocha medio en broma a su marido aquella promesa que él realizó de que solo iba a firmar un contrato de seis meses con el ejército. “Por su puesto que estoy orgullosa de mi marido. Realiza el principal trabajo que se puede hacer ahora en Ucrania. Eso me ilumina”.
El pequeño aparece brevemente en el local donde se festeja su nacimiento. El grupo de colegas, una piña desde la infancia y la adolescencia que la guerra no ha roto, se asoma en torno al capazo de Ilia. El niño, envuelto en una mantita con el logotipo de la marca de motocicletas Harley Davidson, ni se inmuta. El grupo decide separarse por unos instantes de la mesa llena de comida y bebida para hacerse todos una foto con el pequeño en brazos de su padre colocado en el centro. Nada parece alterar su profundo sueño. “Acaba de comer”, puntualiza la madre.
“Fue extraño estar sola durante el embarazo, pero mereció la pena. Hablábamos casi todos los días, aunque a veces él se encontraba en zona donde no se podía. Me ponía nerviosa, pero trataba de pensar que todo iba a salir bien”, explica Nastia, licenciada en Filología Inglesa y trabajadora ahora en el departamento de marketing de una empresa de herramientas y complementos para manicura.
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