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Sunak presiona a los unionistas norirlandeses para que acepten el acuerdo con la Unión Europea

El primer ministro británico advierte de que impulsará el Acuerdo Marco de Windsor con o sin el apoyo del Partido Demócrata Unionista, pero gana tiempo al no fijar fecha para la votación en el Parlamento

Rishi Sunak explica este martes el nuevo acuerdo alcanzado con la UE a los trabajadores de una fábrica de Lisburn, en Irlanda del Norte Foto: LIAM MCBURNEY (AFP) | Vídeo: EPV
Rafa de Miguel

Una de las frases más manidas, y a la vez más ciertas, sobre la política dice que la clave del éxito está en el manejo de los tiempos. Rishi Sunak lo ha entendido. A primera hora de este martes, el primer ministro británico ya estaba en Belfast. Explicaba primero en las radios locales las ventajas del acuerdo cerrado el día anterior con Bruselas para solucionar los problemas derivados del Protocolo de Irlanda del Norte. Se reunía a continuación con trabajadores y empresarios norirlandeses para convencerlos, con el entusiasmo del emprendedor que vende su start-up, de las oportunidades que estaban a punto de abrirse. “Si conseguimos sacar adelante este acuerdo, Irlanda del Norte será la zona económica más apasionante del mundo”, prometía.

Todo eso, apenas unas horas después de una jornada maratoniana en la que había recibido en Windsor a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Ambos habían cerrado los flecos pendientes del acuerdo; lo habían presentado conjuntamente al resto del mundo. Y Sunak remataba el día con casi tres horas de debate en la Cámara de los Comunes sobre el llamado Acuerdo Marco de Windsor.

Ni una reunión, ni un intercambio de palabras, con los unionistas norirlandeses del DUP o con los euroescépticos del Partido Conservador, las dos fuerzas que podrían hacer descarrilar el mayor esfuerzo hasta la fecha por enderezar las relaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea.

“Esto no gira en torno a mí ni en torno a un partido político concreto”, ha respondido Sunak ante la pregunta de si seguiría adelante con el acuerdo en el caso de que el DUP no lo respaldara. “Se trata de lograr lo que sea mejor para los ciudadanos, las comunidades y las empresas de Irlanda del Norte. Y lo que hemos pactado supone una enorme diferencia positiva para todos ellos”.

El primer ministro británico, Rishi Sunak, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el lunes en Windsor.
El primer ministro británico, Rishi Sunak, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el lunes en Windsor. DPA vía Europa Press (DPA vía Europa Press)

Sunak se ha comprometido a someter a votación el nuevo pacto con Bruselas en la Cámara de los Comunes. No ha fijado fecha, y nada sugiere que vaya a ser esta semana. Quiere que tanto unionistas como euroescépticos tengan tiempo de inspeccionarlo al detalle y, a la vez, sacar el debate de una burbuja política con tendencia a emponzoñarse rápidamente cada vez que aborda el Brexit y llevarlo a la sociedad, donde la acogida ha sido positiva. Y trasladar de ese modo la presión al bando de los reticentes.

El primer ministro plantea el acuerdo como algo ya cerrado definitivamente. Ante la sugerencia de los unionistas de que se hagan nuevos cambios en el texto, la respuesta ha sido tajante: “Estamos dispuestos a mantener más conversaciones con todos los partidos que tengan alguna duda sobre cómo funciona en la práctica lo acordado, y de hecho ya lo hemos hecho ampliamente antes de que se anunciara”, ha dicho un portavoz de Downing Street, para dejar claro que no hay margen para retocar ni una coma.

El dilema del unionismo

El primer ministro ha dedicado horas a intercambiar información y a dialogar con el DUP, la formación que mantiene desde hace un año bloqueadas las instituciones de autogobierno norirlandesas y que ha exigido hasta ahora cambios drásticos en el protocolo. “Ha habido progresos evidentes, pero continuamos teniendo algunas preocupaciones”, explicaba a la BBC este martes Jeffrey Donaldson, el líder de la formación. “Seguiremos examinando el texto legal, lo estudiaremos de arriba abajo y comunicaremos nuestra decisión”, ha dicho. No es tanto, sin embargo, la búsqueda de sorpresas ocultas en el acuerdo como la necesidad de construir consenso entre la comunidad unionista lo que retiene a Donaldson.

Avances como el llamado “freno de Stormont”, que permite a la Asamblea Autónoma de Irlanda del Norte tener voz y cierto derecho de veto en la nueva legislación de la UE que afecte a ese territorio, han sido bien acogidos por el unionismo, y satisfacen algunas de sus demandas clave. Pero Donaldson, que cimentó su carrera política al desertar del Partido Unionista del Ulster del reverendo Ian Paisley en protesta por las cesiones del Acuerdo de Viernes Santo, sabe que en esa comunidad nada tiene peor venta que un líder conciliador, dispuesto a transigir ante el Gobierno de Londres. “Me temo que el acuerdo se queda muy lejos de satisfacer todas nuestras exigencias. Al menos, eso me dice el instinto”, ha dicho precisamente el diputado Ian Paisley, hijo del histórico reverendo, a la cabeza de la facción rebelde del DUP. “Desgraciadamente, no parece que vayamos a regresar pronto a las instituciones de autogobierno”, ha amenazado.

Los problemas no están solo dentro del DUP. En la comunidad unionista, Jim Allister, el fundador de Voz Unionista Tradicional (TUV, en sus siglas en inglés), causante de la fragmentación del voto protestante en las elecciones autonómicas de 2022, ha arremetido contra el acuerdo de Sunak. “No me parece suficiente como para que los unionistas lo acepten y renuncien a su capacidad de presión, al no regresar a la Asamblea. Y si encima lo que logramos a cambio es que el Sinn Féin ocupe el puesto de ministro principal, no, gracias”, ha dicho Allister.

En las elecciones locales de mayo de 2022, el Sinn Féin —durante décadas el brazo político de la organización terrorista IRA— obtuvo una victoria histórica. Según lo establecido en el Acuerdo de Viernes Santo, su candidata, Michelle O’Neill, debía haber ocupado la silla de ministra principal, y al DUP le habría correspondido designar un viceministro principal. Los unionistas, sin embargo, decidieron bloquear la formación de Gobierno con la excusa del protocolo. Ahora el Sinn Féin, junto a otras formaciones norirlandesas, se ha sumado a la presión para que el DUP acepte el Acuerdo Marco de Windsor. “Doy la bienvenida a este gran avance [el acuerdo con la UE]. Ya tenemos un nuevo pacto. Mi mensaje es que debemos aprovechar el momento creado. La prioridad debe ser poner en marcha, sin retraso, la Asamblea de Stormont”, escribía O’Neill en Twitter.

El peso de los euroescépticos

Sunak no se ha dado un respiro. Al regresar a Londres, después del viaje relámpago a Belfast, se ha reunido con el Comité 1922, que agrupa a todos los diputados conservadores que no ocupan cargo alguno en el Gobierno. Son los llamados backbenchers (literalmente, los de los escaños traseros) y su independencia les da una fuerza inusitada a la hora de llevar la contraria al Gobierno. El primer ministro, según algunos testigos, ha tenido una acogida calurosa. La mayoría de los parlamentarios conservadores ha dado la bienvenida a un acuerdo que pone fin a un enfrentamiento con la UE de enorme coste económico y político.

También debe reunirse, sin embargo, el llamado Grupo de Investigaciones Europeas (ERG, en sus siglas en inglés), la corriente interna que agrupa a los euroescépticos. De momento, ha encargado a sus asesores legales que se tomen el tiempo debido para analizar al detalle el acuerdo. Pero la fuerza del ERG ya no es la de hace unos años, cuando tenía en sus manos el futuro de una primera ministra como Theresa May. Su criterio y decisión respecto al Protocolo de Irlanda del Norte o el nuevo Acuerdo Marco de Windsor dependen mucho de lo que diga finalmente el unionismo norirlandés, al que miran de reojo.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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