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Los socialdemócratas pierden en Berlín por primera vez en 22 años en unas elecciones repetidas por irregularidades

La CDU obtiene 10 puntos porcentuales más que el SPD de Olaf Scholz, según los sondeos. Pese al varapalo, la actual alcaldesa todavía podría reeditar la coalición de izquierdas con Die Linke y Los Verdes

Elena G. Sevillano
Una persona vota en Berlín este domingo.
Una persona vota en Berlín este domingo.FABRIZIO BENSCH (REUTERS)

Los democristianos de la CDU han obtenido el primer lugar, con una amplia ventaja, en las elecciones al Parlamento regional de Berlín celebradas este domingo, según las proyecciones publicadas a las 20.09 horas. El candidato conservador, Kai Wegner, ha logrado el 28% de los votos, según la televisión pública ZDF, 10 puntos más que los socialdemócratas del SPD, que se han quedado en el 18,2%. La victoria de la CDU no se traduce inmediatamente en un cambio para Berlín después de 22 años de dominio socialdemócrata. La actual alcaldesa, Franziska Giffey, todavía podría reeditar la coalición de izquierdas.

Los berlineses volvieron a las urnas este domingo en la repetición de las elecciones regionales y municipales de 2021, anuladas por un cúmulo de irregularidades el día de la votación. Alrededor de 2,5 millones de personas estaban llamadas a elegir de nuevo a los diputados del Parlamento de la ciudad-Estado, en una cita que puede complicarle las cosas al canciller, Olaf Scholz, si la candidata socialdemócrata no consigue volver a formar Gobierno.

Los Verdes, hasta ahora parte de la coalición que gobernaba la capital alemana junto con la izquierda de Die Linke, han quedado empatados con los socialdemócratas. Es la primera vez en más de dos décadas que el SPD no es la fuerza más votada en Berlín. Si Los Verdes acaban superando en votos al SPD, probablemente exigirían que su candidata, Bettina Jarasch, se convirtiera en alcaldesa, dejando a los socialdemócratas como socio menor. Los números permiten también una alianza entre la CDU y el SPD. Un acuerdo entre la CDU y Los Verdes es asimismo posible, pero poco probable debido a las enormes diferencias ideológicas entre ambas formaciones.

“La gente quiere un cambio político”, ha subrayado el democristiano Wegner tras conocerse los primeros sondeos. La socialdemócrata Giffey ha felicitado, por su parte, al “claro ganador” y ha reconocido que los berlineses “no están satisfechos”.

Las elecciones se repitieron tras la decisión del Tribunal Constitucional de anular los comicios celebrados el 26 de septiembre de 2021 por el caos organizativo que se vivió en los colegios electorales de la capital alemana. Muchos abrieron tarde, se formaron larguísimas colas, las mesas se quedaron sin papeletas y algunos incluso cerraron durante unas horas.

Las elecciones al Senado de Berlín coincidieron con las de los 12 distritos en los que se divide la ciudad, con las elecciones federales y con un referéndum sobre la necesidad de expropiar a los grandes tenedores de vivienda. Además, ese día se celebraba la famosa maratón de Berlín, que colapsó la ciudad. Las furgonetas que transportaban papeletas a los colegios donde se habían terminado se quedaron atrapadas en los atascos.

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La lista de irregularidades es tan larga que el Constitucional tomó una decisión hasta ahora inédita en Alemania: repetir los comicios con los mismos candidatos y sin empezar nueva legislatura. El comité que examinó los errores de aquella jornada de caos enumeró, por ejemplo, que más de 250 colegios permanecieron abiertos hasta pasadas las 18.30 —la jornada termina a las 18.00— y que uno incluso cerró a las 21.31. Algunos colegios estuvieron cerrados hasta dos horas, se registró el voto ilegal de un menor y se entregaron papeletas en distritos equivocados.

Colas en un colegio electoral del distrito berlinés de Moabit durante las elecciones del 26 de septiembre de 2021.
Colas en un colegio electoral del distrito berlinés de Moabit durante las elecciones del 26 de septiembre de 2021. Michael Probst (AP)

Eran estas, por tanto, unas elecciones anómalas, casi año y medio después de la primera votación, y en las que se esperaba un voto de castigo al Partido Socialdemócrata (SPD) de Scholz. El partido, que lleva gobernando Berlín 22 años de manera ininterrumpida, es responsable del desastre organizativo de los últimos comicios, junto con sus socios, verdes y la izquierda de Die Linke. La cita electoral en Berlín era también un momento propicio para el voto de castigo a la coalición federal.

Desde septiembre de 2021 se ha extendido la percepción de que la capital alemana es poco menos que un agujero negro del desgobierno en el que ya no funciona nada, aunque muchos de los problemas —las escuelas que se caen a trozos y donde faltan profesores, los cortes de las líneas de metro o la suciedad de las calles—se arrastran desde hace años. Todavía está muy reciente la inauguración del aeropuerto de Berlín, que tardó en ponerse en marcha casi 10 años más de lo previsto y con un sobrecoste de 4.000 millones de euros.

El futuro de los liberales del FDP está en el aire: a medida que avanza el recuento, la formación ha bajado del 5% inicial al 4,7%, es decir, por debajo del umbral mínimo para entrar en el Parlamento. La ultraderecha de AfD ha obtenido el 9,3% de los votos, más que en 2021 (8%), pero muy lejos de sus resultados de 2016, cuando consiguieron el 15,6%.

Perder Berlín supondría una conmoción para la coalición que lidera Scholz en el Gobierno federal, con verdes y liberales. Por el golpe emocional —la capital lleva más de dos décadas siendo de izquierdas—, pero también porque las votaciones se le complicarían en el Bundesrat, la Cámara alta del Parlamento alemán, donde están representados los 16 länder (Estados federados): perdería unos escaños muy necesarios para las reformas legislativas pendientes.

Cartel electoral de la actual alcaldesa de Berlín, la socialdemócrata Franziska Giffey.
Cartel electoral de la actual alcaldesa de Berlín, la socialdemócrata Franziska Giffey. FILIP SINGER (EFE)

Para la CDU de Friedrich Merz las nuevas elecciones suponen una oportunidad de oro de arrebatar la capital al SPD y encarar con viento de cola los comicios de octubre en el land de Hesse, uno de los más ricos del país y donde se encuentra la capital financiera de Alemania, Fráncfort. La intención de voto de Wegner, que en la campaña ha martilleado la imagen del Berlín caótico y sin nadie al volante, se ha disparado en el último mes y medio.

La campaña ha vuelto a poner sobre la mesa los grandes problemas de Berlín, una ciudad de 3,8 millones de habitantes que no deja de atraer nuevos vecinos para trabajar en su pujante sector tecnológico y que ha acogido a decenas de miles de refugiados tras la crisis de 2015 y 2016 y la invasión rusa de Ucrania. Se calcula que faltan al menos 125.000 viviendas, los alquileres escasean y los precios asequibles son cosa del pasado.

A la ciudad le cuesta seguir el ritmo de las necesidades de su creciente población. Por eso se ha hablado de vivienda, pero también de colegios públicos superpoblados, de problemas de movilidad y de la dificultad de conseguir cita en las oficinas municipales, que no dan abasto.

Berlín se jugaba tanto su prestigio en estas elecciones que incluso invitó a observadores de la OSCE para que supervisaran los comicios. La organización no lo consideró necesario y en su informe escribió que tiene “un alto grado de confianza en la capacidad” de las autoridades de la ciudad-Estado para sacar adelante las elecciones. El que esta vez no hayan coincidido con otras votaciones ni con la maratón ha facilitado las cosas. No se han registrado colas ni otro tipo de incidentes.

“Hemos impreso más de 11 millones de papeletas”, decía esta semana el nuevo —el encargado de las de 2021 dimitió— responsable de la maquinaria electoral, Stephan Bröchler. También se han instalado más cabinas para votar y contratado más personal, de 34.000 a 42.000. La ciudad no podía permitirse otra chapuza.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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