Brahim Gali es reelegido líder del Frente Polisario mientras redoblan los tambores de guerra en el Sáhara
El veterano dirigente ha sido desafiado en el congreso del movimiento independentista por un sector disidente. Las generaciones de saharauis nacidas en los campamentos de Argelia exigen intensificar los combates
Brahim Gali, de 73 años, ha sido reelegido este viernes secretario general del Frente Polisario con el 69% de los votos de los delegados en el congreso del movimiento independentista saharaui celebrado desde hace una semana en el campamento de refugiados de Dajla, en el desierto que rodea Tinduf (Argelia). Antes de alcanzar su tercer mandato consecutivo como líder de la organización y, en consecuencia, presidente de la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática (RASD), Gali se ha visto desafiado por otro líder histórico, Bachir Mustafá Sayed , quien rompió el consenso que suele marcar los congresos del Polisario al presentar una candidatura alternativa. En el campamento de Dajla, el cónclave de los independentistas saharauis ha aprobado intensificar las hostilidades contra el ejército marroquí, que se suceden desde 2020 tras la ruptura del alto el fuego acordado en 1991 con la mediación de la ONU.
Gali encabezó la lucha armada contra el ejército colonial español hace ahora 50 años, cuando fundó el Frente Polisario con Mustafá y otros jóvenes independentistas. Desde entonces ha sido partidario de la lucha armada como vía hacia la independencia de la excolonia española, para reforzar su posición en las negociaciones en los foros internacionales. Su ingreso en un hospital español donde fue tratado de una grave infección de covid en 2021 desató un enfrentamiento diplomático entre Rabat y Madrid.
Ardor guerrero en los campamentos
Entre los delegados al congreso, Luali Dah Burha, de 40 años, vestía esta semana con uniforme verde oliva, como la mayoría de los saharauis en edad militar. En las sesiones han redoblado con creciente fuerza los tambores de guerra contra Marruecos. Este activista político se encontraba en noviembre de 2020 en el paso fronterizo de Guerguerat, abierto por el Gobierno de Rabat entre Mauritania y el territorio bajo su control en el Sáhara Occidental a partir de 2017. “Permanecí allí durante 22 días, en una protesta civil junto a decenas de hombres y mujeres saharauis”, relataba Burha en los alrededores de la sede de la wilaya (gobernación provincial). “Nos desalojaron por la fuerza de las armas, aunque afortunadamente no hubo víctimas”, rememoraba la intervención marroquí en el paso fronterizo, donde quedaron atrapados camiones operados por empresas españolas.
“Desde que el Polisario declaró roto el alto el fuego tras lo ocurrido en Guerguerat he participado en varias acciones armadas. Quiero volver a combatir en Guerguerat”, aseguraba este decidido partidario de intensificar la lucha armada. “Morir con dignidad es mejor que sufrir la muerte lenta que nos impone la comunidad internacional”, proclama.
El ardor guerrero de Burha se ha sumado al de los jóvenes de las generaciones de saharauis nacidas en los campamentos de Argelia tras el alto el fuego de 1991, que reclaman a la vieja guardia nacionalista saharaui que lance una guerra abierta contra las fuerzas de Marruecos en el territorio de la antigua colonia española. Sidi Ugal, director de Seguridad, Documentación y Protección, el servicio de inteligencia militar del Frente Polisario, lleva combatiendo a las tropas marroquíes desde 1976. “La sociedad saharaui ha llegado al consenso de que los 30 años de alto el fuego (1991-2020) bajo el plan de la ONU han estado llenos de mentiras. Marruecos incumplió todos sus compromisos”, declaró a la prensa el martes en Dajla.
El incidente de Guerguerat fue el esgrimido por el Polisario para desenterrar el hacha de guerra que llevaba tres décadas bajo las casus belli pedregosas arenas del desierto de la Hamada. “La negociación sin lucha armada no ha tenido ningún resultado frente a la comunidad internacional”, aseguró Ugal, quien admite las demandas que venían haciendo los jóvenes saharauis para volver a las armas.
“No nos podemos comparar con el enemigo, pero hay que recordar que fue Marruecos quien pidió el alto el fuego en 1991. Entonces ellos tenían 66 prisioneros de guerra saharauis, y nosotros 3.000 soldados marroquíes en nuestro poder”, puntualizó. “No nos conformamos con librar una batalla puntual ante la amenaza de los misiles y los drones marroquíes. Ellos han contado con superioridad material desde el principio, y siempre hemos sabido contrarrestarla con el tiempo”. Hablaba de los terroríficos Mirages franceses en la Fuerza Aérea real, los grandes muros levantados por Marruecos en el desierto, y ahora los drones israelíes. “Siempre hemos estado obligados a hacer cambios tácticos”, replica a las preguntas sobre la superioridad militar marroquí. “Encontraremos la forma de hacerles frente con rapidez y agilidad, que son nuestras mejores armas. No es la primera vez que lo hacemos”.
Marruecos mantiene un silencio casi absoluto sobre la guerra que libra con el Polisario. Su jefe de inteligencia militar lo considera como “una contradicción en un conflicto que causa bajas cada día y permanece oculto a la opinión pública internacional, para preservar los intereses de Marruecos en el turismo y la inversión extranjera”, advirtió Ugal, mientras recurría a un refrán de las tribus del desierto para refutar la postura de Rabat: “El sol no se puede ocultar con un tamiz”.
El ministro de Asuntos Exteriores marroquí, Naser Burita, admitió en noviembre pasado en Argel, donde asistía a la cumbre de la Liga Árabe, la existencia de un conflicto armado abierto desde que el Polisario rompió el alto el fuego. “Hay unas milicias armadas que atacan a diario posiciones marroquíes desde... les dejo a ustedes adivinar qué país”, declaró a la cadena Sky News Arabia en una nada velada alusión a Argelia.
Rabat controla el 80% del territorio del Sáhara Occidental y ofrece un plan de autonomía bajo su soberanía en la que fuera colonia española hasta 1975. Argel apoya al movimiento independentista Frente Polisario y defiende un proceso de descolonización mediante la voluntad de autodeterminación expresada en un referéndum.
Un conflicto que se quiere ocultar
“La guerra es una realidad que no se puede ocultar”, concluye Ugal, que fue general en la guerra contra Marruecos hasta 1991 bajo el mando de Gali. “Como se anuncia en el congreso del Polisario, se va a producir una escalada en la lucha armada con todos los medios a nuestro alcance. Los saharauis no hemos encontrado otra alternativa”, recapitulaba el jefe de la inteligencia militar saharaui.
En sus informes, asegura que le consta que ha habido muchas bajas en las filas marroquíes. “Todos los días les atacamos. Este pasado fin de semana ha habido ataques a diario con muertos”, precisó sin dar cifras sobre las bajas enemigas. “Bombardeamos posiciones fijas donde hay militares marroquíes ocultos: tiene que haber muertos forzosamente”, dijo, sin detallar datos sobre las bajas saharauis en los combates, que otras fuentes del Polisario elevan a medio centenar de muertos, dos tercios de ellos civiles, desde la ruptura del alto el fuego en 2020. Ha asegurado que los ataques marroquíes con drones se han cebado con los civiles saharauis y mauritanos, y también contra algún argelino. ”Marruecos dispara indiscriminadamente a cualquiera que se mueve por la zona, transportistas, mineros artesanales. Todo aquel que se encuentre en la zona es considerado objetivo de un ataque, advirtió.
Los jóvenes se alistaron en masa en el Ministerio de Defensa en un movimiento imprevisto que ha llenado las escuelas militares. “Prefieren morir de una vez en una guerra que en otros 30 años de muerte lenta durante el alto el fuego”, replicó a su vez el soldado Burha, que reconoce la existencia de “mártires” entre los nuevos reclutas saharauis. “Libramos una guerra de guerrillas. Conocemos el terreno. Golpeamos rápido. Es lo que mejor sabemos hacer”, agrega. “Los marroquíes se han replegado entre seis y ocho kilómetros sobre sus posiciones defensivas”, revelaba este combatiente con el turbante verde oliva que ha sustituido entre los hombres jóvenes del Polisario al tradicional de color negro del Sáhara.
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