Lecciones de la guerra en Ucrania: de la flaqueza de Putin a los límites de Occidente
La agresión rusa arroja un extraordinario retrato de las capacidades militares de las fuerzas involucradas así como del posicionamiento geopolítico de los países del mundo
“Hay muchas lecciones que brotan de la guerra en Ucrania. Lecciones que estamos aprendiendo nosotros. Que aprenden los europeos. Que aprenden el presidente Xi y las fuerzas armadas chinas”, dijo recientemente el general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto de EE UU. Líderes políticos, militares y empresariales de todo el planeta escrutan el conflicto en busca de claves de comprensión del mundo moderno, de los equilibrios de fuerza, del futuro fluir de los acontecimientos. ¿Cuáles son estas lecciones?
Se trata de un catálogo abundante, relevante, lleno de matices. En el plano militar, por supuesto, porque se trata del primer gran enfrentamiento en décadas entre una de las mayores potencias bélicas del mundo y un adversario con notable potencial convencional. Pero no solo en el militar, sino también en el geopolítico, porque, como señala Pol Morillas, director del centro de estudios internacionales CIDOB, “la invasión rusa es un órdago que desafía el orden mundial vigente”, y en ese sentido atañe y retrata a todos. A continuación, un intento de señalar algunas de las grandes lecciones de la guerra de Ucrania en el año 2022.
El plano militar
El conflicto es, de entrada, un recordatorio de la enorme dificultad de invadir un país con un adversario que, aunque en inferioridad en cuanto a medios, está decidido en la defensa de su independencia. “Es en cierto sentido la misma lección de Vietnam”, dice William Alberque, director del departamento de Estrategia, Tecnología y Control de Armas del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS, por sus siglas en inglés). O de Afganistán, entre otros.
Pero el caso de Ucrania tiene un valor especial porque permite proyectar con precisión el cálculo sobre un eventual ataque chino contra Taiwán, la zona de tensión más peligrosa del mundo, sobre la base de un esquema muy parecido: ofensiva de gran potencia (Rusia/China) contra adversario inferior (Ucrania/Taiwán), pero con respaldo militar de la mayor potencia (EE UU) y fuerte reacción sancionatoria (del bloque occidental). “Sin duda China estudia los acontecimientos con creciente pánico, entendiendo que un hipotético ataque contra Taiwán sería mucho más difícil y costoso de lo que asumía hasta hace poco”, comenta el experto, que anteriormente fue director del Centro de Control de Armas de la OTAN.
Pero la dinámica de la guerra en Ucrania y los reveses rusos dicen mucho más, empezando por la fase previa a la invasión. El desarrollo de los acontecimientos subraya, por ejemplo, la importancia crítica de contar con servicios de inteligencia y capacidad de análisis adecuados. El Kremlin falló por completo en la ponderación de la resistencia que opondría Ucrania y de la reacción de Occidente. Este cortocircuito analítico condujo a una estrategia maximalista de ataque que resultó completamente equivocada. “Los servicios occidentales en cambio tuvieron una actuación notable, mejorando mucho con respecto a crisis del pasado”, considera Cathryn Clüwer Ashbrook, vicepresidenta ejecutiva de la Fundación Bertelsmann. EE UU vio venir la invasión, transmitió adecuadamente la información a los aliados, y esto facilitó labores de preparación.
En el plano operativo táctico, la incapacidad de las fuerzas rusas de reaccionar con agilidad a los problemas que se encontraron en el campo de batalla ha recalcado la transcendencia de disponer de estructuras de mando y control que deleguen en oficiales intermedios bien preparados un margen de discrecionalidad operativa. “En las fuerzas occidentales esto es praxis”, comenta Alberque, pero la invasión ha demostrado un nefasto nivel de rigidez de la cadena de mando rusa, como han argumentado muchos expertos, entre ellos los del Instituto Real de Servicios Unidos británico.
Al contrario, las fuerzas ucranias han demostrado una extraordinaria capacidad de adaptación y flexibilidad. En el primer caso, aprendiendo a usar e integrar decenas de distintos tipos de armamento; en lo segundo, reaccionando con inteligencia a los desafíos tácticos. “Creo que esta guerra se estudiará mucho todavía dentro de 50 o 100 años, y creo que los oficiales ucranios darán clase durante décadas en academias militares occidentales, en buena medida precisamente para explicar la extraordinaria adaptabilidad y flexibilidad que han demostrado”, dice Alberque.
El mérito de los enormes reveses sufridos por Rusia se halla en gran medida en esas cualidades y en la valentía de las fuerzas ucranias frente a un adversario con mucha menos motivación. Pero su resiliencia ante un enemigo con mayores medios también señala la persistente superioridad militar occidental. Sin duda han desempeñado un papel importante el entrenamiento y la información de inteligencia suministradas, así como por supuesto, las armas.
Incluso sin entregar los sistemas más sofisticados, el apoyo occidental ha tenido un peso fundamental, lo que recuerda que dos décadas de supuesta gran modernización de las fuerzas rusas sobre el papel han dado un resultado muy mediocre. Aquí, China también estará recalculando el potencial real de inversiones de modernización no testadas.
“La guerra nos ha hecho comprobar muchas cosas: que las fuerzas rusas dependen más de tecnología occidental de lo que pensábamos, que el nivel de corrupción interno es mayor de lo que pensábamos, y que la cuota de efectivos bien equipados y entrenados era pequeña frente a una gran mayoría con menores estándares”, opina Alberque.
“Sin embargo, concluir como hacen algunos que las fuerzas armadas rusas son patéticas sería un grave error. Han sufrido graves reveses, perdido muchísimo material, no son flexibles en mando y control como los europeos, pero ellos se apoyan en el volumen, y siguen siendo una fuerza bastante formidable. Hay un riesgo de sobrestimar sus problemas”, prosigue el analista. Clüwer Ashbrook coincide: “Han sufrido mucho, pero no están hundidos. Siguen ahí. Ellos también aprenden, se adaptan, alejando sus arsenales del nuevo alcance ucranio, desatando una bárbara ofensiva contra estructuras civiles. Ellos también tienen resiliencia”.
Así como las dificultades rusas no deben precipitar conclusiones demasiados radicales, tampoco es racional concluir que todo son luces para Occidente. El conflicto ucranio demuestra lo poco preparados que están muchos de sus arsenales y su industria para sostener esfuerzos prolongados de guerra de fricción, señala Alberque. Faltan municiones, repuestos suficientes de ciertos elementos. “Probablemente la gran concentración de gasto en un reducido numero de programas de armamento muy sofisticado también es un error”, dice el experto del IISS.
El conflicto también ha evidenciado la necesidad de recalibrar las defensas antiaéreas. Son necesarios tanto sistemas de alta calidad para interceptar misiles balísticos, como sistemas más simples utilizables de forma muy extensa para desactivar el potencial de enjambres de drones baratos.
En cuanto al dominio ciber, el conflicto demuestra que una defensa bien organizada puede desactivar una herramienta potencialmente aniquilante.
Este apartado, según Alberque, recuerda la necesidad de una concienzuda preparación para adaptarse a las amenazas que plantean los adversarios. La resiliencia de Ucrania reside en que se halla en combate con Rusia desde 2014 y desde entonces, aunque con medios limitados, ha hecho extraordinarios esfuerzos para adaptarse a los riesgos. El experto cree que muchos países europeos no se han preparado adecuadamente para afrontar desafíos militares serios.
El plano geopolítico
En términos geopolíticos, quizá las principales consideraciones vinculadas a la invasión sean una lección y un retrato. La lección son los riesgos ínsitos en la excesiva dependencia de un adversario en un mundo conectado como nunca. El retrato es la foto del estado de fuerza y el posicionamiento de países y bloques ante la voluntad de cambio del orden mundial que, entre otras cosas, el ataque ruso representa.
En el primer aspecto, además del desacople total de Occidente y Rusia, cabe destacar los movimientos del primero para reducir su dependencia de China. Esto abarca distintos ámbitos de las cadenas de suministros, incluidas las materias primas estratégicas, como demuestra el plan de la Comisión Europea para fomentar una mayor resiliencia de la UE en este apartado.
“La gran pregunta es hasta dónde llegará ese desacoplamiento. El nivel de interconexión es tal que yo creo que lo más probable es un desacople selectivo”, dice Morillas. “Es un movimiento muy complejo que generará tensiones dentro de los países, dentro de la UE y dentro de la comunidad transatlántica. China es consciente del enorme activo estratégico que esa dependencia supone, y trata de cultivarlo”, observa Clüwer Ashbrook.
En cuanto al vigor y al posicionamiento de países y bloques, el momento ha sido revelador.
Occidente ha respondido “con un grado de unidad considerable” a la invasión, según Clüwer Ashbrook. La reacción en término de sanciones a Rusia y el apoyo militar, financiero y humanitario a Ucrania ha sido rápidos y muy significativos. La experta destaca cómo las condiciones previas no eran ni mucho menos ideales, no solo por el desgarro entre ambos lados del Atlántico que se produjo durante la etapa Trump, sino por las fricciones afloradas incluso en la de Biden, como evidencian la retirada de Afganistán o el pacto Aukus (el acuerdo militar firmado entre EE UU, Reino Unido y Australia).
Tanto esas desavenencias como la presunta dinámica de declive de Occidente en los primeros compases del siglo, con la crisis económica de 2008, el triunfo de fuerzas populistas, con la débil reacción a las ofensivas de Rusia en Georgia (2008), Ucrania (2014) y Siria (2015) estuvieron, junto con otros factores, entre los elementos de cálculo de Putin. Todos esos elementos están siendo reconsiderados a escala global, con el renovado vigor de la OTAN —que hace pocos años Macron declaró en estado de coma cerebral—. Occidente cerró filas, y ha actuado de forma eficaz.
Además, dentro de Europa, “ha sido bastante impresionante la capacidad de la UE de converger filas y encontrar soluciones rápidas, funcionales”, dice Ashbrook, sorteando muchos elementos problemáticos, como los vetos de Hungría. Morillas coincide en apreciar la resiliencia del lazo atlántico y de la reacción europea y también invita a mantener una importante cautela en su proyección a largo plazo.
El año de la invasión ha dejado claro que no existe nada comparable en el mundo al grado de unión que exhiben los países de la OTAN, de la UE y sus socios de Asia/Pacífico, como Japón, Corea del Sur o Australia.
Rusia, en cambio, no ha encontrado respaldos abiertos a su brutal impugnación del orden mundial. La invasión es un movimiento imperialista, de reafirmación de poder en su entorno, pero también una manifestación brutal de rechazo al orden mundial plasmado alrededor de valores occidentales después de la II Guerra Mundial. Sin duda Moscú anhela ser la pionera de un amplio movimiento de subversión. Pero, de momento, este no se está concretando.
China, que suscribió con Rusia en febrero una declaración que precisamente presentaba una visión de orden global alternativo y anunciaba una relación con Rusia sin límites, ha demostrado que los límites existen: no quiere una disrupción del orden económico global ni irritar a Occidente hasta el punto de trastocar profundamente la imbricación comercial de la que extrae tanto beneficio.
Aun así, en el apartado geopolítico como en el militar, las afirmaciones centrales están llenas de matices.
“A corto, la reacción de Occidente ha sido notable; pero todavía no se han adoptado medidas que aseguren que esa revigorización durará. Permanecen problemas y divergencias estratégicas entre los socios occidentales”, señala Morillas.
Clüwer Ashbrook alerta, en concreto, de que dentro de la UE no debe darse por descontado que la cohesión permanezca y siga siendo eficaz. La experta señala las claras grietas en el eje franco-alemán, y una sacudida a los habituales equilibrios de poder Oeste/Este dentro de la UE, con la credibilidad del primero tocada, mientras los países del segundo reivindican la validez de su visión histórica de alerta ante Rusia, así como el soportar parte importante del peso de la acogida de refugiados y ayuda a Ucrania.
Por otra parte, si el núcleo de las democracias liberales que aglutina a unos 40 países de Europa, América del Norte y Asia/Pacífico ha cerrado bien filas, Occidente no ha sabido lograr un fuerte respaldo en el Sur global. Decenas de estos países votaron en contra de la invasión en la ONU —sumando un total de 141, frente a los 4 que votaron con Rusia, 35 abstenciones y 12 que no ejercieron el derecho de voto—, pero no se han sumado a las sanciones. Los 35 que se abstuvieron en esa votación representan la mitad de la población mundial. Los no alineados defienden con vigor su posición, y casos como el de Arabia Saudí —tradicional aliado de EE UU que ha mantenido rumbo propio en la política de producción petrolera— o de la India lo encarnan bien.
“A Nueva Delhi no le parece bien la invasión, menos todavía las amenazas nucleares, pero no se pliega a los deseos de Occidente. Deja claro que tiene sus intereses, un enorme mercado que abastecer de energía, y mientras el crudo ruso le venga bien y Occidente no ofrezca nada mejor, sigue por su camino”, comenta Clüwer Ashbrook. “En este mundo más complejo, más multipolar, las potencias medias tratan de desempeñar un papel de peso”, añade Morillas.
En este contexto, incluso con grandes golpes como lo de la congelación de activos, las sanciones contra Rusia tienen un alcance limitado. La economía rusa se ha contraído, sin duda afronta graves problemas de producción por falta de componentes, pero no ha habido un desplome, el rublo sigue estable.
Estas son algunas consideraciones vinculadas a la guerra de Ucrania. Hay por supuesto muchas más, desde el papel fundamental del liderazgo y de la comunicación hasta la reflexión acerca del coste de no oponerse con vigor a tiempo a ciertos tanteos, para tener luego que soportar una embestida mucho mayor.
Subyace a todo la eterna lección, compartida por todos los conflictos, del enorme sufrimiento de los civiles. Entre muchas otras cosas, la injustificada e ilegal agresión rusa será recordada por la abyección de sumir en la oscuridad y el frío a la población no combatiente.
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