Liz Truss: “Soy una luchadora, no una persona que se rinda”
La primera ministra británica responde a los ataques de la oposición laborista, que reclama un adelanto electoral
La debilidad del mandato de Liz Truss es ya tan extrema que cualquier intervención pública de la primera ministra se convierte en una nueva prueba de fuego sobre su continuidad en Downing Street. La sesión de control de este miércoles en la Cámara de los Comunes era un momento clave, con un partido de la oposición convencido de que roza ya el poder, y unos diputados conservadores más concentrados en encontrar el modo de deshacerse de su líder que en apoyarla desde sus banquillos. “Soy una luchadora, no una persona que se rinda”, ha repetido Truss, en una intervención que se notaba preparada a conciencia, para intentar convencer a los suyos de que todavía le quedan energía y recursos para aferrarse al cargo.
“Ya he sido muy clara al decir que siento mucho todos los errores que he cometido. Creo que lo correcto, en esas circunstancias, era hacer cambios, y los hice. Ahora debemos seguir adelante con la tarea y cumplir los compromisos que tenemos con los ciudadanos”, ha afirmado la primera ministra, que ya no tiene empacho en repetir “lo siento” cada vez que tiene un micrófono delante.
El líder laborista, Keir Starmer, poco dado habitualmente a las bromas, no ha dudado en atacar a Truss por todos los flancos posibles. “Ya se está escribiendo un libro sobre el mandato de la primera ministra. Al parecer, va a salir en Navidades, ¿no?”, ha ironizado con la fecha que muchos diputados conservadores sugieren como el plazo máximo que permanecerá Truss en Downing Street.
Sin embargo, la sensación final de muchos de los tories, que temían otra intervención desastrosa de Truss, ha sido de cierto alivio. No solo por su actitud desafiante ante la oposición, sino por la señal expresada por la primera ministra de que variaba claramente el rumbo de su política.
Este miércoles, el dato de la inflación en el Reino Unido llegaba al 10,1%, el peor de los últimos 40 años. El nuevo ministro de Economía, Jeremy Hunt, no ha querido comprometerse hasta ahora a asegurar que el Gobierno respetaría el llamado “triple cerrojo” de las pensiones, un mecanismo de garantía aprobado en 2010 por el que las pensiones públicas subirían siempre al ritmo de la inflación —en un tiempo en que no suponía el alarmante problema actual—, al del salario nacional medio, o como mínimo un 2,5%, siempre eligiendo el que fuera más alto de los tres. “Ya dejamos muy claro en el programa electoral de 2019 que mantendríamos el triple cerrojo. Estoy comprometida a ello, como lo está el ministro de Economía”, ha dicho Truss, provocando con ello un suspiro de alivio de muchos tories. Es decir, Truss asumía finalmente -algo que no había hecho su nuevo ministro- que las pensiones subirían al ritmo de la inflación. Sigue sin comprometerse a vincular con ese índice la subida de las prestaciones y ayudas sociales —una partida presupuestaria mucho más grande que las pensiones—, como le han reclamado personalidades relevantes de su partido.
Truss ha conseguido superar un momento clave de la semana —la sesión de control— pero sigue estando en la cuerda floja, sin apoyos claros entre los conservadores.
Un 55% de las bases del partido, según una encuesta exprés realizada por YouGov entre más de 500 miembros, quiere que Truss dimita. Más drástico resulta que, entre aquellos que votaron por ella —unos 81.000 militantes de un total de unos 160.000 afiliados—, son ya un 39% los que también desean que tire la toalla.
El comité 1922
Truss se reunirá también este miércoles con Graham Brady, el presidente del Comité 1922, que es el órgano que reúne a los backbenchers (literalmente, los diputados de las bancadas traseras). Son la mayoría de los parlamentarios, y los que no ocupan puesto alguno en los escalones del Gobierno. Y son, por tanto, los más libres para rebelarse contra un líder que no les convenza. Los estatutos del Partido Conservador otorgan a Brady la organización, tanto de una moción de censura interna contra el primer ministro —en el caso, obviamente, de que sea tory—, como de un nuevo proceso de primarias.
Las normas internas imponen dos condiciones. Es necesario que un 15% de los diputados —hoy serían 53— envíen a Brady una “carta de retirada de confianza” en el líder para que se active la moción de censura y el proceso de destitución. Y está prohibido iniciar el proceso antes de que haya pasado al menos un año desde la elección del nuevo primer ministro. En el caso de Truss, hasta septiembre de 2023. Pero las reglas son papel mojado, y pueden cambiarse —ya se ha hecho en varias ocasiones— si la mayoría es abrumadora. Solo Brady sabe cuántas cartas hay ya en el cajón de su despacho, y utiliza esa cifra como medida de presión y negociación. De momento, nada sugiere que las reglas del juego vayan a cambiar.
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