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Los ciudadanos lloran a Isabel II: “Pensar que ya no va a estar ahí te deja sin aire”

Decenas de personas se congregan ante el palacio de Buckingham para rendir homenaje a una monarca que ha acompañado a varias generaciones

Homenaje improvisado en el exterior del palacio de Buckingham, el jueves.Foto: (James Manning (AP) | Vídeo: AFP

La bandera ondeó a media asta en el palacio de Buckingham y se hizo el silencio entre la multitud. Frente a la verja del palacio, muchos miran absortos, como queriendo no creer lo que acaba de suceder. Sabían que la noticia de la muerte de la reina Isabel II llegaría algún día, pero se resistían a aceptar que ese día fuera este jueves. Se aferraban a la figura de la mujer que ha acompañado a los británicos durante todas sus vidas y que ha logrado transmitirles un sentimiento de seguridad y unidad hasta el final, en un país desgarrado por la contienda política, las tensiones territoriales y la desigualdad social.

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Paul Marshall es un ingeniero con gabardina marrón que al salir del trabajo ha ido corriendo hasta Buckingham a presentar sus respetos. “Una luz se ha apagado. Lo que ella representa no se puede reemplazar. Ha formado parte de toda mi vida. Representaba el respeto, la modestia y el sentido profundo del deber. Era una mujer extraordinaria. Es un día triste para el mundo entero”. Tiene 55 años y los ojos vidriosos. “Sabíamos que iba a pasar, pero es muy duro de aceptar”, dice antes de que se le atraganten las palabras y no pueda seguir.

La lluvia apenas da tregua, pero para la mayoría de las decenas de personas allí congregadas es lo de menos. Algunos vienen con ramos de flores. Otros permanecen empapados e inmóviles. Bajo un paraguas negro, también medio obnubilado, está Shane Tickell, un ejecutivo de una empresa tecnológica sanitaria, que iba camino de su casa en Windsor, cuando decidió desviarse hasta Buckingham. “Es la persona más respetada de este país. Ella ha sido el pilar que siempre ha estado ahí, durante toda nuestra vida. Ella nos hacía sentirnos seguros. Pensar que ya no va a estar ahí te deja sin aire”, dice Tickell, de 51 años, frente a las puertas del palacio. Los escándalos de la familia real británica no son para este hombre, ni para muchos, ninguna mancha en su historial. Al revés. “Ella ha tenido dificultades en su familia como las tenemos todos los demás, pero ha sido fuerte y estoica, mucho más que nuestros políticos. Ha sido nuestra luz, nuestra guía”.

La primera ministra británica, Liz Truss, durante el discurso de despedida a Isabel II. Foto: BLOOMBERG | Vídeo: REUTERS

Es algo en lo que coinciden muchos ingleses, en que ha sido el gran referente que los ha acompañado siempre. La reina Isabel II llevaba siete décadas en el centro de la vida pública y política británica, desde la muerte de su padre, Jorge VI, en 1952. Unos años antes, en una emisión con motivo de su 21º cumpleaños, había prometido: “Dedicaré toda mi vida, ya sea larga o corta... a vuestro servicio y al servicio de nuestra gran familia imperial a la que todos pertenecemos”.

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Mantuvo esa promesa hasta el final y se ganó el respeto y la admiración de los británicos. Le supo dar un sentido de unidad e identidad mientras otros símbolos del Reino Unido perdían su fuerza. Cuando subió al trono, Gran Bretaña era todavía una potencia imperial, con vastas colonias en África, y un sentido de destino global derivado de su contribución fundamental a la victoria en la II Guerra Mundial. A lo largo de su reinado, el Reino Unido perdió su imperio, entró y salió de la Unión Europea, se enfrentó a un amargo conflicto en Irlanda del Norte y fue testigo de un cambio social y cultural sin precedentes. Mientras sus súbditos navegaban por estos inquietantes cambios, la reina Isabel ejercía de ancla de estabilidad. Su presencia tranquila le ha reportado una inmensa popularidad hasta el final.

Deborah Nelson y su amiga Elaine, de 57 y 64 años, comparten esa admiración. Habían venido a Londres desde Liverpool para asistir a la última noche de los Proms, el festival de verano del Royal Albert Hall, donde el público corea con la orquesta God Save the Queen (”Dios salve a la reina”). Ellas creen que el último año y medio ha sido muy duro para la Isabel II, con todos los problemas de su nieto díscolo, el príncipe Harry; su hijo, el príncipe Andrés, acusado de abuso sexual, y sobre todo la muerte de su marido, Felipe de Edimburgo. La imagen de la reina Isabel sentada sola en un banco debido a las restricciones de la pandemia, con la mascarilla negra puesta, ha quedado grabada en la mente de muchos ingleses como la prueba irrefutable de su estoicismo y responsabilidad. Elaine y Deborah no le perdonan al ex primer ministro Boris Johnson que mientras la reina respetaba las restricciones hasta en el funeral de su marido, el político oxigenado encadenara fiestas en Downing Street. “Ha guiado con el ejemplo. Ha trabajado hasta el final y muchos otros no lo habrían hecho. Nunca habrá nadie como ella”, piensa Elaine. “Es el segundo día más triste de nuestra vida. El primero fue la muerte de Diana. Nuestros corazones siempre estarán con Diana”, asegura Deborah.

Este jueves es apenas el inicio de un duelo que se adivina enorme. El país se parará en los próximos días. En los márgenes de la plaza, hileras de periodistas de todo el mundo retransmiten en directo la noticia. Los ciudadanos que están frente al palacio miran el móvil o escuchan con los auriculares lo que vendrá después. Muchos son ingleses que han venido a presentar sus respetos, pero hay también turistas y extranjeros. Isabel II era una reina global, cuya figura despertaba admiración mucho más allá de las fronteras de las islas.

“Tenemos pocas mujeres de ese nivel. Ha sido mujer que ha estado al servicio de la gente. La monarquía tiene sus problemas, pero ella ha sido una figura excepcional”, dice María Camila, una chica colombiana con el pelo de colores. Un grupo de jóvenes judíos ultraortodoxos vestidos de negro y blanco ha venido también a presentar sus respetos. Abraham Kappol, uno de ellos, dice que esta noche rezarán por la reina en la sinagoga en Stamford Hill. “Ha sido muy buena con los judíos”, explica Kappol. Unos metros más allá, una mujer con un chador negro y niqab que le tapa la cara fija su mirada en las puertas del palacio. Todos caben esta noche en Buckingham.

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