Emmanuel Macron y Brigitte Macron no salieron por la puerta principal del Museo del Prado al terminar la cena del miércoles; lo hicieron por una puerta lateral, acompañados por un reducido equipo de seis personas. Macron llevaba la chaqueta al hombro, y allí, sin luces ni cámaras, en medio de la noche, se acercó a su mujer y la besó. La escena remite a una pregunta que circula desde el origen del mundo: si eres poderoso, ¿hace falta estar enamorado cuando se va el público? Brigitte y Emmanuel entienden que sí. Hasta ese beso semiescondido, en que dio una pequeña lección de cómo se manejan los tiempos, Macron había dominado la escena intencionadamente. Por ejemplo, cuando estuvo con su mujer y un grupo de líderes frente al cuadro La familia de Carlos IV, de Francisco de Goya. Los dos esperaron a que se fuesen marchando todos para quedarse solos mirando el cuadro y conseguir una foto espectacular. No fue el único pero sí al que más se le notó; si algo llama la atención de estas cumbres es la importancia de la fotografía, lo simbólico que resulta una buena imagen (un gesto, la compañía, el contexto, el fondo) y la dedicación de los presidentes a obtenerla, la calculada espontaneidad con un ojo puesto en la cámara.
Andrés Ballesteros, de Efe, informó de la crisis interna italiana de la mejor forma: Draghi, de espaldas a todos, sentado al teléfono, un poco antes de decir que se tenía que marchar a su país. Biden agarra, coge del brazo, de la cintura (una fuente malvada sugiere que lo hace para no caerse). De Biden se dijo que “se le ve mayor”, que es esa clase de frases estúpidas que se dicen sobre alguien que cumple 80 años dentro de tres meses: es mayor, no se le ve mayor, no pasa nada, hay mucha gente mayor en el mundo sin necesidad de que nadie tenga que verlos mayores. Sea por la edad o por su condición de presidente de Estados Unidos, es al que más le da igual todo en asuntos de imagen, ni se preocupa mucho por ello. Pedro Sánchez y su esposa, Begoña Gómez, no cabían en sí de gozo, esa clase de anfitriones tan relajados y felices que si alguien hubiese necesitado pasar un poco más la carne, prenden fuego a Las Meninas.No les hubiera dejado el chef José Andrés, para el que Hughes, en Abc, ha encontrado el apodo definitivo: Chef José Andrés (qué bueno es). Antes de que se sirviese la cena, José Andrés dio varias claves para reconducir crisis internacionales y humanitarias mediante la gestión de presupuestos; insistió sobre ello durante la cena en algunas mesas: hay chefs que te explican los platos y otros que te explican el mundo. Jill Biden, la esposa de Joe Biden, se fue de fiesta a la embajada el martes y abandonó España al día siguiente, pasando de la cena en el museo y aprovechando la circunstancia de no ser Melania Trump, porque si esto lo hace Melania, estaría todo el mundo enloquecido hablando de crisis y divorcio. Pero quién puede divorciarse de Biden, y cómo se le explica eso.
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Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.