José Luis Chilavert se sube a la ola de la derecha libertaria y postula a la presidencia de Paraguay
El exportero y goleador, leyenda del fútbol de su país, anuncia su candidatura para los comicios de abril de 2023 preocupado de que “el populismo gane terreno”
El 16 de junio de 1996, Vélez Sarsfield humilló a Boca Juniors por 5-1 con dos goles de su portero. José Luis Félix Chilavert (Luque, 56 años), el futbolista paraguayo que marcó época por dejar la portería para patear cada tiro libre disponible, puso en el mapa a un equipo mediano de la liga argentina a fuerza de enloquecer a sus rivales. La efemérides del día que le hizo dos goles al último Boca de Maradona podría ser solo alimento de los nostálgicos de un fútbol que ya no existe, pero el nombre de Chilavert ha vuelto este jueves a los periódicos. Más verborrágico que nunca, el portero que atajaba con un bulldog en el pecho acaba de confirmar que quiere ser presidente de su país en 2023. Mientras los partidos del centro a la izquierda unen fuerzas por primera vez en más de una década para desbancar al presidente Mario Abdo Benítez, Chilavert quiere detonar el espacio de la derecha desde un extremo.
El exportero ha anunciado su candidatura este jueves “tras reflexionar y sentir la responsabilidad de construir un mejor Paraguay”, según ha publicado en sus redes sociales junto a un vídeo en el que recorre mercados, abraza ancianos y se toma fotos con niños en las calles. El mejor portero sudamericano del siglo XX, según la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol, se lanza como candidato independiente. El resto de las fuerzas, incluido el conservador Partido Colorado que gobierna desde 2013, definirán sus candidaturas en elecciones internas previstas para diciembre de este año.
Tras reflexionar y sentir la responsabilidad de construir un mejor Paraguay, decido hacer formal mi candidatura a Presidente para que nuestro pueblo vuelva a sentirse #OrgullosoDeSerParaguayo 💪🇵🇾💪
— José Luis FelixChilavert Gonzalez (@JoseLChilavert_) June 16, 2022
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Chilavert debutó en el fútbol de su país en 1980, pero se convirtió en leyenda en Argentina. Fue portero del Sporting Luqueño y del Guaraní paraguayos, del San Lorenzo argentino y del Real Zaragoza español antes de llegar a Vélez Sarsfield en 1991. Defendió el arco de ese equipo del oeste de la ciudad de Buenos Aires durante una década en la que ganó una Copa Libertadores, una Intercontinental contra el Milan italiano, cuatro ligas argentinas y tres torneos sudamericanos. En medio marcó 62 goles, más que ningún otro portero profesional del siglo pasado, y fue elegido el mejor del mundo en su puesto en tres ocasiones.
Su figura creció en otra época del deporte. Grandulón, ágil y pendenciero, la pierna izquierda de Chilavert hacía temblar a los porteros del contrario y la actitud de perro que ponía bajo el arco ahuyentaba a los delanteros. Sus goles de tiro libre son solo un poco más famosos que sus peleas en los estadios: agarró del cuello al actual entrenador de River Plate, Marcelo Gallardo; escupió en la cara al defensor brasileño Roberto Carlos en un partido de eliminatorias mundialistas; y un día, tras salir expulsado, se acercó al banco de la selección colombiana solo para golpear a Faustino Aspirilla, un delantero que le dio una patada voladora. Ese 16 de junio de 1996 en el que su equipo goleó a Boca Juniors, enloqueció tanto a Diego Maradona que la leyenda se fue expulsada antes de que terminara el primer tiempo. Chilavert fue campeón ese año. La enemistad con Maradona nunca se resolvió.
Falta por ver si el tamaño del futbolista alcanza para la política. Retirado del deporte desde hace casi 20 años, Chilavert jamás abandonó la polémica. El pasado 26 de mayo fue condenado en Paraguay por difamar al presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol, Alejandro Domínguez, al que acusó en Twitter de haber recibido sobornos. El portero comenzará su campaña mientras transcurre el año de cárcel en suspenso que le fue impuesto, y ya ha dado algunas señales de la dirección por la que espera andar.
“No estamos contaminados con la política sucia de los partidos tradicionales”, dijo en una entrevista a un portal colombiano hace unos días, cuando aún coqueteaba con la candidatura. En la misma charla se refirió al Brasil del ultraderechista Jair Bolsonaro como “una bocanada de aire fresco que tiene la democracia liberal”, y afirmó que le “preocupa mucho que el populismo gane terreno”. Chila mete en la misma bolsa a los Gobiernos de Chile, Argentina, Perú y Bolivia con la “corriente izquierdista” de la Venezuela de Nicolás Maduro. Hace unas semanas, se reunió en Asunción con Javier Milei, el diputado ultraliberal de Argentina que saltó al Congreso desde la televisión gritando que echaría “a patadas en el culo” a la “casta” política. Ahora Milei también quiere ser presidente, pero su formación ha empezado a flaquear. En el último mes, defendió la libre portación de armas inmediatamente después de la matanza de 19 niños y dos profesores en una escuela de Texas, y definió la venta de órganos como “un mercado más”. “Él tiene un pensamiento libertario, yo soy más liberal“, aclaró Chilavert cuando la reunión hizo eco en los medios argentinos.
Paraguay enfrentará en abril de 2023 una elección que ya se define como crucial, en la que el Gobierno del conservador Mario Abdo Benítez buscará frenar el golpe de una desaprobación de casi el 83%, según el último informe del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica. El inconformismo ha hecho que las fuerzas del centro a la izquierda sellen su primer pacto desde que el exobispo Fernando Lugo ganara las elecciones de 2008 y rompiera 70 años de hegemonía del Partido Colorado. Lugo fue expulsado del Gobierno cuatro años después con un golpe parlamentario impulsado por liberales y colorados que volvieron al poder en 2013 hasta hoy. Con una campaña que busca “recuperar la cultura del trabajo” y “atajar la educación”, mientras reniega de los planes sociales y los subsidios, el exportero buscará desbancar otra vez al incesante Partido Colorado. Sus chances todavía no son claras, pero las del último que lo hizo tampoco lo eran y visto de lejos sonaba casi tan excéntrico: era un antiguo sacerdote.
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