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El FBI investiga al general que mandó la coalición internacional en Afganistán por cabildear a favor de Qatar

John Allen dimite como presidente de un influyente grupo de expertos de EE UU

María Antonia Sánchez-Vallejo
El general John Allen, responsable de las tropas estadounidenses en Afganistán, en el Capitolio en 2012.
El general John Allen, responsable de las tropas estadounidenses en Afganistán, en el Capitolio en 2012.J. Scott Applewhite (AP)

En junio de 2017 Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos aislaban física y económicamente a Qatar, un bloqueo al que luego se sumaron Egipto y Bahréin. La crisis diplomática, una turbulencia más en una región pendiente entonces del acuerdo nuclear con Irán y la guerra de Yemen, se prolongó durante años y hoy reverbera en Washington, con la renuncia de un antiguo general del cuerpo de Marines a la dirección del prestigioso centro de expertos Brookings Institution.

John Allen, con 35 años de carrera militar a sus espaldas que estuvo al mando de la coalición internacional de la OTAN en Afganistán durante la presidencia de Barack Obama, dirigía hasta la semana pasada el think tank, hasta que el descubrimiento de su papel como lobista a favor de Qatar durante aquel episodio le ha pasado factura. Allen fue apartado hace días, mediante una baja administrativa, tras revelarse que está siendo investigado por el FBI por esos vínculos y por falso testimonio. La institución ha confirmado este domingo su baja definitiva como responsable del grupo de expertos, mientras no faltan quienes consideran que el caso de presunta corrupción estratégica es la punta de un iceberg de gran calado.

El FBI se ha incautado de documentación electrónica en poder del general retirado de cuatro estrellas, quien, según los investigadores, mintió y ocultó documentos “incriminatorios” sobre su cabildeo ilegal en el extranjero -en Washington, concretamente- en beneficio del emirato petrolero del Golfo. Los datos fueron confiscados el martes, el día que Allen fue apartado de la institución académica, y constituyen la base de un posible proceso penal contra el exmilitar, que fue elegido en 2017 para dirigir el grupo de expertos. Es el cabo suelto, por el momento, de un caso que también implica a un antiguo embajador de EE UU en Emiratos y Pakistán que fungió como enviado especial de Washington a Afganistán, y a un generoso donante primero de los demócratas y luego de Trump. El primero, que puso sobre la pista a los investigadores al preguntarles por qué no estaba incriminado Allen, se declaró culpable de cargos federales la semana pasada mientras el segundo cumple ya una condena de 12 años por corrupción.

El FBI, cuya investigación fue revelada hace apenas una semana por la agencia Associated Press, considera que Allen ha violado la Ley de Registro de Agentes Extranjeros y le acusa de haber dado “una versión falsa de los hechos” sobre su verdadera función con Qatar durante una entrevista, además de usar su dirección de correo electrónico de Brookings para comunicaciones relativas al emirato. Con anterioridad, el exgeneral negó haber trabajado como agente de Qatar y se escudó en que sus esfuerzos pretendían evitar que estallara una guerra en el Golfo que pondría en riesgo a las tropas estadounidenses. Qatar es sede del mando central de las fuerzas estadounidenses en Oriente Medio. La campaña de Afganistán, por ejemplo, dependía del cuartel general ubicado en el emirato, establecido como puesto de mando avanzado en 2002 y consolidado en 2009.

Qatar ha sido también hasta hace poco uno de los principales donantes de Brookings Institution, aunque la entidad, inscrita como un centro de investigación sin ánimo de lucro, asegura que cortó la financiación qatarí “recientemente”.

El bloqueo impuesto a Qatar por sus vecinos coincidió con el relevo en la presidencia de EE UU de Obama por el republicano Donald Trump, ganador de las elecciones de 2016. A diferencia del demócrata, el mandatario republicano enseguida adoptó una postura mucho más complaciente con Qatar, a la que no serían ajenas las gestiones de Allen. Poco después de llegar a la Casa Blanca, el Departamento de Estado instó al resto de los países del Golfo a “poner fin al bloqueo contra Qatar”. El emirato fue acusado de orquestar operaciones de pirateo e infiltración de sus críticos durante la crisis diplomática, algo que siempre ha negado.

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En el emirato de Qatar, precisamente, ha buscado la Administración de Joe Biden una alternativa al gas ruso, en previsión de un hipotético cierre del grifo por el Kremlin. Las gestiones se realizaron en enero pasado, pocas semanas antes de la invasión de Ucrania. El mundo ya no es el mismo, y la región tampoco, sobre todo después de que la Administración de Trump, con su yerno, Jared Kushner, como muñidor principal, propiciara el acercamiento de vecinos tradicionalmente mal avenidos gracias a los llamados Acuerdos de Abraham, que congelaron definitivamente las esperanzas palestinas de una solución negociada y consagraron a Israel como gran potencia regional. Kushner ha recibido generosa financiación para su nuevo fondo de inversión por parte de las monarquías del Golfo, el fruto de sus buenos contactos en la región.

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