Los Verdes alemanes abandonan la etiqueta del pacifismo... y se disparan en las encuestas
El partido ecologista, cuyas principales figuras son los miembros mejor valorados del Gobierno, insiste en la necesidad de enviar ayuda militar a Ucrania para hacer frente al ataque ruso
Si un observador de 1980 se plantara de repente en la Alemania de 2022 no reconocería a Los Verdes. El partido fundado hace 42 años por grupos de pacifistas, ecologistas y feministas es hoy el que presiona al Gobierno de coalición del que forma parte para enviar más armas a Ucrania y ayudar a que el país pueda defenderse del ataque ruso. Han cambiado las tornas. Ahora son los socialdemócratas del canciller Olaf Scholz los que vacilan a la hora de aumentar su apoyo militar, mientras los antiguos pacifistas hablan con soltura de tanques, obuses y de la obligación de Alemania de ceder cuanto antes armamento pesado para defender la democracia.
La gestión pragmática de estos nuevos verdes, tan alejados de los pioneros como Petra Kelly que se manifestaban contra el rearme de la OTAN, ha conseguido convencer a los alemanes. Las dos principales figuras del partido, la titular de Exteriores, Annalena Baerbock, y el vicecanciller y ministro de Economía y Clima, Robert Habeck, son los miembros del Gobierno mejor valorados, a mucha distancia de Scholz. El canciller está, de hecho, en su peor momento de popularidad desde que accedió al cargo hace casi seis meses.
Ese empuje de Los Verdes se traduce en votos. El partido ha obtenido sus mejores resultados históricos en las últimas elecciones regionales. En Renania del Norte-Westfalia, el land más poblado del país (18 millones), prácticamente triplicaron sus apoyos, al pasar del 6,5% de 2017 al 18,3% del pasado 15 de mayo. En Schleswig-Holstein, una semana antes, superaron a los socialdemócratas y son ya la segunda fuerza del Parlamento. Todo apunta a que en ambos casos gobernarán en coalición con los democristianos y apuntalarán su poder territorial.
En Berlín, con Scholz de capa caída y los liberales desangrándose en los comicios regionales, el equilibro de poder en la coalición semáforo —como se conoce al tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales— cae hacia el lado de los ecologistas. “Los Verdes continúan con su historia de éxito, la que empezó cuando Baerbock y Habeck fueron elegidos para liderar el partido en 2018″, asegura Uwe Jun, politólogo de la Universidad de Trier. Caras nuevas y la preocupación de la ciudadanía por la emergencia climática les han dado un impulso que han sabido aprovechar. Habeck hace años que goza de una gran reputación, recuerda Jun. Y Baerbock ha sabido recuperarse de sus errores cuando fue candidata a la Cancillería el año pasado.
¿Giro sorprendente o evolución lógica?
Con el inicio de la invasión, los ministros verdes han liderado la comunicación sobre la política exterior y de defensa alemana. No solo exigiendo el envío de armas; también apoyando el rearme del Ejército con 100.000 millones de euros que anunció Scholz a finales de febrero. En lo que unos ven un giro sorprendente, que incluso mereció una portada reciente en el semanario Der Spiegel que les retrata con uniforme militar, otros encuentran una evolución lógica. “Los Verdes llevan mucho tiempo reclamando una política exterior basada en valores. Ahora que gobiernan están aplicando ese principio”, recuerda Daniela Schwarzer, politóloga de la Open Society Foundation.
Habeck ya pedía armas para la autodefensa de Ucrania mucho antes de que empezara la invasión, el verano pasado, cuando nadie en Alemania se lo planteaba y el país todavía consideraba un dogma inquebrantable la prohibición de enviar armamento a zonas de conflicto. Lo hizo durante una visita a la línea del frente en la región de Donbás. Fue muy criticado, también en su partido. De hecho, Baerbock, que mucho antes de ser ministra de Exteriores ya exigía que Alemania cambiara su política de apaciguamiento hacia Rusia, estaba en contra. Defendía la vía diplomática como la única posible. Hasta finales de febrero. Cuando el presidente ruso, Vladímir Putin, lanzó los tanques a través de la frontera de Ucrania cambió de idea. Según Der Spiegel, su giro fue drástico: no solo aceptó que Alemania enviara 1.500 misiles del ejército alemán, sino que presionó al canciller para anunciarlo con urgencia y que llegaran lo antes posible.
En realidad hace tiempo que Los Verdes dejaron de ser pacifistas, al menos buena parte de ellos. Hay una foto icónica de su líder en 1999, Joschka Fischer, echándose la mano a la oreja derecha con un gesto de dolor. Le acaban de lanzar un globo de pintura roja en un congreso del partido en Bielefeld. Unos días antes, el Gobierno de coalición liderado por el socialdemócrata Gerhard Schröder del que formaba parte como ministro de Exteriores había decidido participar en los bombardeos de la OTAN en Kosovo. Era la primera vez desde el final de la II Guerra Mundial que Alemania enviaba tropas a un conflicto y muchos miembros del movimiento pacifista de Los Verdes estaban horrorizados.
“Aquel fue un momento crucial para el partido. La decisión produjo una pérdida masiva de miembros”, recuerda Sebastian Bukow, director de política interna de la Fundación Heinrich Böll, cercana a Los Verdes. Desde entonces la formación ya no es pacifista, sino orientada a la paz, precisa el experto. “En lo fundamental, la invasión de Ucrania no ha cambiado tanto. Los Verdes siguen sin aceptar la guerra y están en contra de la proliferación armamentística, pero esto es una excepción. Estamos ante una guerra de agresión y la prioridad es defender la democracia en Ucrania”, explica Bukow. La diplomacia dejó de funcionar cuando empezó el ataque.
Poco después del cambio de opinión de Baerbock, Scholz pronunció su histórico discurso en el Bundestag en el que dio la vuelta a décadas de política exterior y de defensa alemana. Tras anunciar que Berlín iba a enviar armas a Kiev, justificó el futuro rearme del ejército: “No podía haber otra respuesta a la agresión de Putin”, dijo. También se comprometió a cortar todos los lazos energéticos con el Kremlin en cuanto fuera posible. Desde entonces, sin embargo, los analistas coinciden en que Scholz ha ido a remolque de los ministros verdes de su Gobierno. Aparece frente a la opinión pública como excesivamente cauto y poco comunicativo. A diferencia del canciller, ellos “han sabido explicar por qué toman las decisiones”, dice Jun.
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