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La industria de las armas muestra músculo días después de la matanza de Uvalde

La Asociación Nacional del Rifle abre las puertas a su convención repudiando la regulación de armas y calificando la masacre como un acto del mal

Protesta contra las armas el 27 de mayo en Houston (Texas), donde se celebraba la convención anual de la Asociación del Rifle estadounidense (NRA).
Protesta contra las armas el 27 de mayo en Houston (Texas), donde se celebraba la convención anual de la Asociación del Rifle estadounidense (NRA).Carlos Escalona (Europa Press)
Luis Pablo Beauregard

En la caseta número 4839 de la convención anual de la Asociación Nacional del Rifle (ANR) no hay rastro de Daniel Defense. La compañía de armas, que ha provocado polémica en el pasado por utilizar niños en su publicidad, canceló su presencia en la feria de armas más grande del país. Días antes, Salvador Ramos, de 18 años, usó uno de sus productos, un rifle automático AR-15 con un precio de 1.800 dólares, para asesinar a 19 niños y dos maestras en una escuela primaria del pueblo de Uvalde (Texas). La matanza, ocurrida a 400 kilómetros de distancia de la feria, ha agitado una vez más el debate del control de armas en Estados Unidos. El gesto de Daniel Defense apenas se nota en este océano de artillería, donde se replica un mensaje único: las armas no son las culpables.

“Tragedias como la de esta semana son un espejo que nos obliga a hacernos preguntas sobre dónde está fallando nuestra cultura”, aseguró el viernes el senador Ted Cruz. El Estado que representa, Texas, el segundo más poblado del país, ha registrado cuatro de las masacres con más muertos de EE UU. Los homicidios se han incrementado 90% en la última década, mientras la población ha crecido un 15% en el mismo periodo. El Gobierno del Estado lleva varios años haciendo cada vez más sencilla la tenencia de armas con legislaciones que son avaladas por el presidente de la ANR, Wayne Lapierre. El legislador Cruz, uno de los más ovacionados en la convención, calificó la matanza de Uvalde como un acto de maldad y usó la plataforma conservadora para proponer un incremento de la seguridad en las escuelas. Entre estas, que haya una sola puerta de entrada y salida para los niños. Minutos después de Cruz, Donald Trump tomó el testigo para insistir en las mismas propuestas.

“Es ridículo. Es lo más estúpido que he oído. ¿Qué pasa si hay un incendio?”, afirmaba Laura Holt, madre de dos niños de 6 y 8 años. La mujer acudió el sábado al centro de Houston a protestar por la presencia de la ANR en su ciudad. “No deberíamos tener un guardia armado en la puerta de la escuela de nuestros hijos. Es hora de atender las causas reales que provocan esta violencia”, añadió.

Poner un pie dentro del centro de convenciones este fin de semana significa entrar en un universo difícil de comprender para quienes no viven en Estados Unidos: 60.000 metros cuadrados (unos seis campos de fútbol) de exhibición de artefactos letales en una nación que tiene más armamento que habitantes. Familias completas, mayoritariamente blancas, visitan las enormes casetas de Smith & Wesson, Colt o Winchester para empuñar rifles semiautomáticos o comprobar la ligereza de las armas. En el país hay 16 millones de armas de este tipo, que son promocionadas como “rifles de caza modernos”. Patrice Mobile, quien también protestaba contra el lobby de armas, mostraba una pancarta: “No necesitas un AR-15 para matar a Bambi”.

Un menor practicando con blancos virtuales durante la convención anual de la Asociación Nacional del Rifle, el sábado 28 de mayo en Houston.
Un menor practicando con blancos virtuales durante la convención anual de la Asociación Nacional del Rifle, el sábado 28 de mayo en Houston. CALLAGHAN O'HARE (REUTERS)

En el mismo pasillo donde debía ubicarse el puesto de la empresa Daniel Defense, se promociona Ghost Gunner, una pequeña compañía que vende una barra de aluminio y una máquina que la procesa en diferentes piezas con las que se termina montando un rifle AR-15 de uso militar. Prometen que el montaje es sencillo: “En unas horas, sin experiencia en maquinaria necesaria y en la privacidad de tu casa”. El precio es de menos de 800 dólares. Este sábado, tres empleados regalaban a los curiosos un parche que decía: “Ven a por ellas”, una hostil invitación al Gobierno del presidente Joe Biden, que se ha propuesto prohibir este tipo de armamento, que se denominan armas fantasmas, pues al carecer de números de serie, su rastreo es muy complicado. Los vendedores de Ghost Gunner han convertido la intención de la Administración de Biden de regular esas armas fantasmas en una estrategia de marketing: intentan convencer a los indecisos afirmando que serán prohibidas este año.

En la feria se venden silenciadores y casquillos a granel. También fundas para los tobillos, se personalizan mangos de revólveres y se promocionan taxidermistas, que pueden embalsamar osos y otros animales de caza. Los únicos animales vivos eran los numerosos perros de compañía llevados por veteranos de guerra. La bandera estadounidense y sus colores están presentes por todos lados. Al igual que continuas referencias a los padres fundadores, quienes con la Segunda Enmienda, solo 27 palabras escritas a finales del siglo XVIII, hicieron posible este frenesí armamentístico. Este apartado constitucional, en su arranque, habla de “una milicia bien regulada”.

Justamente, a cualquier tipo de regulación es a lo que muchos miembros de la ANR se oponen. “Tenemos el derecho a defender nuestros hogares y a nuestras familias. Está en la Constitución”, asegura Dustin, de 23 años y originario de Alabama. Su propuesta es que el Gobierno solo quite las armas a la gente que no las necesita: “Los criminales y los locos”. El hombre se identifica como conservador y antiabortista. Viste una camiseta que dice: “Mean Tweets 2024″ (Tuits malvados 2024), un guiño en favor de una nueva campaña presidencial de Trump en dos años. De hecho, el 60% de los republicanos se opone a que los cargadores solo tengan espacio para 10 balas. También rechazan la creación de una base federal de datos única, que rastree las compras en las armerías de los Estados, y repudian la prohibición de las armas de asalto, la herramienta favorita de los asesinos, ya que es la que usan en la gran mayoría de tiroteos masivos.

Los rifles de asalto estuvieron prohibidos en Estados Unidos durante una década, entre 1994 y 2004. En ese periodo era un 70% menos probable morir en un tiroteo público, según Giffords, un think tank en favor de la regulación. Solo dos de las diez matanzas con más víctimas ocurrieron antes de ese veto. Aún así, en una muestra de la creciente polarización sobre el tema, este veto fue criticado por el senador Cruz. “El Departamento de Justicia estudió esta norma y dijo que tiene cero efecto estadístico”, aseguró el legislador, quien ha recibido 440.000 dólares [unos 409.800 euros] en donativos del lobby de las armas. “Las soluciones de los demócratas no pueden frenar estas masacres. Y ellos lo saben. Su verdadero objetivo es desarmar a Estados Unidos”, añadió.

La Asociación Nacional del Rifle, que dice tener 4,9 millones de miembros, ha sido un importante aliado de los republicanos. En la campaña presidencial de 2020, donó 600.000 dólares a políticos de este partido mientras que solo dio 10.000 dólares a los demócratas. Algunas de las estrellas del partido acudieron el viernes a dar su respaldo a la organización, que se encuentra en horas bajas desde 2020, cuando el Gobierno de Nueva York la llevó a los tribunales por una evasión fiscal de 64 millones de dólares. Este año electoral únicamente ha donado 141.000 dólares. Todos a republicanos.

La republicana Kristi Noem, gobernadora de Dakota del Sur, fue la única mujer entre los oradores del viernes, una jornada que cerró con las palabras de Donald Trump. Originaria de un Estado donde la cacería y las actividades en exteriores son muy populares, la política se ha convertido en un ejemplo para los amantes de las armas. En los próximos meses, según dijo, su Administración cubrirá los costes de la revisión de antecedentes que exigen los trámites federales: “No costará un centavo ejercer el derecho a tener armas”. También promovió una legislación para que solo se considere un arma cargada cuando esta tenga una bala en la recámara.

“¿Por qué está bien que unos tengan armas y otros no? ¿Por qué protegemos con armas los bancos, nuestras tiendas, a las celebridades, pero no a nuestros hijos? ¿No son ellos realmente nuestro tesoro más grande, mucho más valiosos que las cosas materiales?”, preguntaba en voz alta la gobernadora. Del público le respondían: “¡Más armas!”, “¡Armen a los maestros!”. Noem comenzó, como todos los oradores, con condolencias para las víctimas de Uvalde. Para el final de su discurso, sin embargo, en su voz ya había un grito de combate: “No es tiempo de ceder ante la cultura woke”, [despierto en inglés, un adjetivo que usan los conservadores para criticar posturas progresistas]. También pidió a los miembros de la organización mantenerse vigilantes ante la izquierda que, “como Marx y Lenin, buscan cambios a veces hasta en 100 años”.

A pesar de la terrible matanza de Uvalde, un par de casetas de la gigantesca convención se dirigían a los menores. Una es la de Eddie Eagle, personaje animado creado por la Asociación Nacional del Rifle. La caricatura, un águila calva, la emblemática especie estadounidense, juega con otras aves en el parque. El grupo encuentra allí una mochila con un revólver dentro. “Alto, no la toques, vete y dile a un adulto”, se lee en el dibujo. En la caseta, George, un hombre mayor de pelo cano, entrega panfletos dedicados a niños de diferentes edades (preescolar y para los primeros grados de la educación primaria). Los entrega con una amplia sonrisa y con una gorra roja que lleva el mensaje: “Make America Great Again.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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