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Johnson prepara un nuevo enfrentamiento con Bruselas por el encaje de Irlanda del Norte en la UE

La derrota de los unionistas y su bloqueo del Gobierno autónomo empuja a Londres a cambiar el protocolo que regula la relación. La UE advierte de que el texto no es renegociable

Boris Johnson llega este martes al Parlamento británico para atender la ceremonia de apertura del periodo de sesiones
Boris Johnson llega este martes al Parlamento británico para atender la ceremonia de apertura del periodo de sesionesTOBY MELVILLE (REUTERS)
Rafa de Miguel

La pompa y circunstancia que envuelve la apertura de un nuevo periodo de sesiones del Parlamento británico es capaz de camuflar cualquier bomba de relojería. Mucho más en el año en que Carlos de Inglaterra sustituye por primera vez a su madre, Isabel II, en la lectura del llamado Discurso de la Reina. Se trata del programa de leyes y medidas para el nuevo curso político impulsado por el Gobierno de turno, en este caso el de Boris Johnson.

Entre todos los anuncios del martes, un breve párrafo no ha pasado desapercibido para todos aquellos que llevan años diseccionando los enfrentamientos y reconciliaciones protagonizados por Londres y Bruselas desde que estalló la pesadilla del Brexit. “Mi Gobierno dará prioridad al apoyo del Acuerdo de Belfast/Viernes Santo [el acuerdo de paz de 1998 que terminó con décadas de violencia sectaria en Irlanda del Norte] y a las instituciones que puso en marcha. Ese apoyo incluirá legislación para responder al legado del pasado”, leía el Príncipe de Gales, con un tono monocorde que no lograba rebajar la gravedad del anuncio.

Para entender el mensaje, es necesario descodificarlo. Primero: el Gobierno de Johnson lleva meses denunciando, según su modo de entender las cosas, que el protocolo de Irlanda del Norte, que Londres y Bruselas firmaron junto al acuerdo de retirada para sacar adelante el Brexit, está poniendo en peligro la estabilidad política y social de esa región británica. Londres ha comprado el argumento de las fuerzas unionistas, que se sintieron traicionadas por Johnson cuando acordó con la UE que Irlanda del Norte permanecería dentro del mercado interior comunitario, y piden desde entonces la desaparición del protocolo.

Segundo: la victoria histórica de los republicanos del Sinn Féin en las elecciones autonómicas del pasado jueves ha puesto contra las cuerdas al Partido Democrático Unionista (DUP, en sus siglas en inglés), atrapado en sus propios argumentos. Este ha anunciado un bloqueo de la formación del nuevo Gobierno autónomo hasta que no se aborde el asunto del protocolo.

Tercero: si la violencia callejera sectaria, el malestar entre los unionistas y la irritación del sector más euroescéptico del Partido Conservador lograron ya poner nervioso al Gobierno de Johnson, la nueva situación creada con el triunfo del Sinn Féin ha añadido motivos para que la ministra de Exteriores, Liz Truss, tire adelante con su plan de revocar unilateralmente, a través de nuevas leyes, partes fundamentales del acuerdo firmado con Bruselas, según ha adelantado el diario The Times, aunque su decisión derive en una guerra comercial con la UE.

Pocas horas después de haber escuchado el Discurso de la Reina, el negociador principal de la UE, Maros Sefcovc, advertía en un comunicado que el Protocolo de Irlanda “no es renegociable”, tiene la fuerza de un tratado internacional y todos los miembros de la Unión Europea están unidos en este planteamiento. “Solo funcionarán soluciones conjuntas. Una actuación unilateral del Reino Unido solo dificultará la tarea de alcanzar soluciones posibles”, ha dicho en un duro texto, en el que pedía al Gobierno de Johnson “el mismo nivel de determinación y creatividad” desplegado por Bruselas, así como “voluntad política y compromiso auténtico” para alcanzar soluciones.

Fricciones comerciales y burocráticas

Al mismo tiempo que se anunciaba en el Discurso de la Reina la maniobra que se avecina, el propio Johnson, en conversación telefónica con el primer ministro de Irlanda, Micheál Martin —el país de la UE más preocupado por las consecuencias de una nueva crisis en torno a Irlanda del Norte— corroboraba su intención, al dejar claro a su homólogo que el protocolo “no se sostenía en su formulación actual”, como había quedado demostrado después del resultado de las últimas elecciones autonómicas. “El equilibrio alcanzado a través del Acuerdo de Viernes Santo ha resultado socavado”, ha explicado un portavoz del Gobierno británico.

Londres y Bruselas acordaron la permanencia de Irlanda del Norte en el mercado interior de la UE para evitar la implantación de controles aduaneros que volvieran a sugerir una división de la isla. El acuerdo de paz logró crear la ilusión de una frontera invisible, y cualquier recuerdo de que existen dos Irlandas podía avivar la tensión sectaria. La nueva frontera aduanera acordada en el Brexit sería el mar de Irlanda.

La aplicación del protocolo reveló de inmediato fricciones comerciales y burocráticas que han encarecido y obstaculizado el comercio entre Gran Bretaña (la isla que integra a Inglaterra, Escocia y Gales) e Irlanda del Norte (el cuarto territorio que integra al Reino Unido). La comunidad empresarial norirlandesa no quiere eliminar el protocolo. A fin de cuentas, garantiza lo mejor de los dos mundos. El territorio británico sigue dentro del Reino Unido, pero tiene acceso a un mercado tan importante como es el de la UE.

El mundo de los negocios pide reformas, que corrijan las dificultades surgidas, por ejemplo, a la hora de enviar medicamentos genéricos desde Gran Bretaña a Irlanda del Norte, o cuando los grandes supermercados británicos reabastecen sus superficies en territorio norirlandés.

El negociador de la UE, Maros Sefcovic, llegó a ofrecer una supresión de hasta un 80% de los controles aduaneros y sanitarios establecidos en el protocolo. Nada bastaba al Gobierno de Johnson, que había convertido su batalla contra el Protocolo en un asunto de soberanía, y no en un problema para el que fuera suficiente una solución técnica.

Durante meses, los negociadores del Gobierno británico (primero, David Frost; en la actualidad, la ministra Truss) han amenazado con invocar el artículo 16 del Protocolo, un mecanismo que permite la suspensión unilateral de sus disposiciones cuando surjan “graves dificultades económicas, sociales o medioambientales”. En las últimas semanas, el Gobierno de Johnson ha dado un paso adelante en su desafío de la legalidad internacional, y ha circulado entre los medios su intención de aprobar nueva legislación que permita a sus ministros cambiar unilateralmente aquellas partes del Protocolo que no les convenzan.

“No creo que sea la decisión correcta, por lo que supondría de perjuicio para el Reino Unido y su reputación como país respetuoso con la legalidad internacional”, ha advertido a Johnson su antecesora en el cargo, Theresa May, durante el debate parlamentario posterior al Discurso de la Reina. El primer ministro se ha limitado a esbozar una sonrisa irónica mientras negaba con la cabeza las afirmaciones de May.

The Times ha anticipado este martes que el equipo de Truss tiene ya listo el texto que llevará al Parlamento, por el que anulará los controles aduaneros de los productos que viajen desde Gran Bretaña a Irlanda del Norte; eliminará normas de calidad de la UE que ahora están vigentes en ese territorio; y, sobre todo, acabará con la misión del Tribunal de Justicia de la UE —la bestia negra de los conservadores euroescépticos— de controlar el buen funcionamiento del mercado interior en la región norirlandesa. El equipo de Truss ya ha advertido a la ministra, según explica The Times, que debe ir preparándose para una respuesta rotunda de Bruselas, que implicará probablemente la suspensión de toda colaboración en otras áreas, excepto la actual guerra en Ucrania.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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