Sirios, osetios y centroasiáticos: los mercenarios que auxilian a Putin en Ucrania
El Kremlin contrata para la guerra a miles de extranjeros, cuyo protagonismo crece a medida que aumenta el número de bajas rusas
En la “defensa del mundo ruso” en Ucrania —uno de los pretextos del Kremlin para justificar su ofensiva en aquel país— no solo participan ciudadanos de la Federación de Rusia. Árabes, centroasiáticos, caucásicos y veteranos militares de cualquier rincón del mundo dispuestos a recibir una paga por servir a Moscú también combaten en el frente. El servicio de inteligencia británico aseguró esta semana que un millar de mercenarios llegarán próximamente a Ucrania. A ellos se unirán otros refuerzos de territorios no reconocidos internacionalmente, como Osetia del Sur. A medida que la guerra se alarga, estas tropas auxiliares cobran protagonismo para sustituir a los rusos caídos.
Los extranjeros no suelen tener mucho peso en las fuerzas armadas nacionales. En España, su número no supera por ley el 9% del personal total. El Ministerio de Defensa ruso, que no difunde sus cifras, cuenta según el diario Izvestia con “unos miles” dentro de sus 900.000 miembros en activo. Además, la mayoría se encuentran en las bases desplegadas en puntos estratégicos como Armenia, Tayikistán y Kirguistán, donde contratan a ciudadanos locales.
Los ciudadanos de otros países pueden servir en las Fuerzas Armadas rusas desde 1998, aunque no fue hasta 2015, segundo año de la guerra en el este de Ucrania, cuando el Kremlin firmó una ley que les permite combatir fuera de sus fronteras. No obstante, a diferencia de la Legión Extranjera francesa, Rusia prefiere no integrarlos dentro de sus fuerzas, sino contratarlos como ejércitos auxiliares para operaciones limitadas en todo el mundo, desde Venezuela a República Centroafricana o Siria.
Curiosamente, la actividad de estas empresas está supuestamente castigada en Rusia con entre cuatro y ocho años de cárcel. Sin embargo, el propio ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ha admitido su uso abiertamente. El año pasado, durante la Asamblea General de la ONU, Lavrov dijo que el Gobierno de Mali “tuvo que recurrir a una compañía militar privada rusa porque Francia redujo su contingente contra los terroristas que llegaron a la zona de Kidal”.
Entre las compañías de mercenarios rusas más conocidas figuran Wagner PMC —del cocinero del presidente Putin, Evgueni Prigozhin— Moran Security Group y Tiger Top Rent Security. Pero los extranjeros con experiencia militar también pueden conseguir trabajo en los numerosos puestos de “voluntarios” —pagados— para las provincias separatistas ucranias de Donetsk y Lugansk que hay por el país. Hace ya ocho años había constancia de uzbekos, osetios y otros foráneos en las milicias separatistas.
Sirios con carteles de “venceremos a los nazis”
Entrada la guerra, el ministro de Defensa ruso, Serguéi Shoigú, anunció el 11 de marzo que sus fuerzas podrían reforzarse con unos 16.000 “voluntarios” procedentes de Oriente Próximo. El canal de propaganda de las fuerzas armadas divulgó además un vídeo donde decenas de combatientes sirios, armados hasta los dientes y con carteles de Bachar el Asad y Vladímir Putin, gritaban “venceremos a los nazis” mientras hacían cola para firmar en una mesa. “Por motivos obvios, los luchadores no concedieron entrevistas, pero entre bastidores dijeron que era su deber luchar por Rusia como ella luchó por ellos”, decía el locutor de Zvezdá, la televisión oficial del Ministerio de Defensa ruso.
Numerosos sirios han combatido por los rusos y los turcos en las guerras de Libia y Nagorno-Karabaj en los últimos años. El Kremlin cuenta con una red de 14 puntos de reclutamiento en el país, y los servicios de inteligencia ucranios se han hecho eco de algunos anuncios donde ofrecían entre 275 y 550 euros al mes por alistarse. Sin embargo, el papel de estos mercenarios ha sido sobredimensionado por ambos lados por pura propaganda.
“Estaban firmando un manifiesto de apoyo a Rusia, no un contrato real para su despliegue”, subraya Gregory P. Waters, analista de The Middle East Institute, un importante think tank estadounidense especializado en la región. En un ensayo sobre el posible envío de árabes a Ucrania, Waters ve difícil que Moscú destine allí las unidades sirias que entrenó porque “serán esenciales para detener cualquier ofensiva futura rebelde contra Idlib o para presionar en el noreste a las Fuerzas Democráticas Sirias, respaldadas por EE UU”.
“El despliegue de un número importante de estos combatientes en Ucrania, que no tendrían ninguna posibilidad contra un ejército moderno, debilitaría a las fuerzas prorrusas en Siria y alimentaría el sentimiento antirruso cuando se dieran cuenta de que han sido mandados al matadero”, agrega Waters.
Los milicianos del vídeo no eran la élite entrenada por Rusia, sino miembros de la Fuerza de Defensa Nacional de Siria, una red de pelotones de medio centenar de voluntarios creada de pueblo en pueblo. Otras agrupaciones prorrusas son las formaciones cristiano-sirias, pero tampoco encajarían en esta fase de la guerra. Según unas fuentes del espionaje estadounidense citadas por The Wall Street Journal, el Kremlin busca por ahora un perfil de combatiente más profesional y entrenado en combate urbano.
La guardia pretoriana del presidente checheno
Las repúblicas rusas de Daguestán y Chechenia han llamado la atención durante la ofensiva. Especialmente la chechena, con la guardia pretoriana de su presidente, Ramzán Kadírov, conocida como los “kadirovtsi”. Sin embargo, en la campaña de Ucrania también participan tropas sacadas de territorios próximos no reconocidos internacionalmente, como Abjasia y Osetia del Sur, regiones reclamadas por Georgia tras la ruptura de la Unión Soviética.
El presidente de Osetia del Sur, Anatoli Bibílov, reconoció estos hechos el 21 de marzo. “Dicen que estamos mandando a nuestros hombres a la muerte. ¡No! ¡Están siendo mandados a la victoria! El guerrero es enviado a la batalla a ganar, y ahora estamos yendo a Donbás, a Mariupol y a Melitopol”, escribió el jefe de aquel territorio en Res, un diario oficial de la región.
Combatientes de las antiguas repúblicas soviéticas
Otra de las principales fuentes de combatientes extranjeros para las Fuerzas Armadas rusas y sus compañías privadas son las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central, países de gran migración a Rusia y con experiencia en conflictos desde la caída de la URSS. El pasado 29 de diciembre, y con vistas a la guerra, Putin propuso a la Duma Estatal un proyecto de ley que, entre otras novedades, reduce a tres meses el plazo de revisión de las peticiones de nacionalidad para los inmigrantes que hayan servido a Rusia durante un lustro.
Una conocida defensora de los derechos de los extranjeros, Valentina Chupik, advirtió al inicio de la guerra de los riesgos de alistarse. “Hay muchos estafadores que dicen que vale la pena firmar un contrato con el Ejército ruso porque en tres meses te conceden la ciudadanía. Esto es mentira”, escribía la activista uzbeka en el canal de Facebook “Nosotros somos inmigrantes”.
El segundo día de la ofensiva se hizo viral un vídeo de un conductor uzbeko que conducía un camión militar ruso en la región de Lugansk. El medio estadounidense Radio Free Europe logró localizarlo. El hombre, al que prometieron que conseguiría la nacionalidad rusa rápidamente y 50.000 rublos al mes (450 euros), había encontrado la oferta de trabajo en uno de los portales de empleo que Chupik puso como ejemplo de engaño. “Varios inmigrantes se han creído esta mentira y han sido reclutados como carne de cañón para Ucrania”, afirmaba la activista, que vive exiliada en Armenia después que las autoridades rusas le revocasen su asilo el pasado año. Chupik recordaba también que esta ley no ha sido aprobada aún y que algunos países como Uzbekistán castigan alistarse en otros países con entre tres y 20 años de cárcel.
Uno de los países más estrechamente vinculados a Rusia es Tayikistán, nación donde tiene desplegada una importante base por ejercer de barrera con Afganistán y el fundamentalismo islámico. Según los medios locales, al menos cuatro tayikos han perdido la vida esta guerra.
Presiones a Bielorrusia para implicarse en la guerra
El régimen bielorruso de Aleksander Lukashenko ejerció un papel clave en la preparación para la guerra: su país sirvió de plataforma para que decenas de miles de tropas rusas abriesen el frente de Kiev por la vía más corta, la región de Chernóbil. En las semanas posteriores al inicio de hostilidades ha ejercido de depósito de suministros y de hospital para el incontable número de rusos que han sido heridos.
Minsk se ha resistido a enviar sus fuerzas al frente en el primer mes de guerra. El motivo, la enorme impopularidad de una acción que podría desestabilizar aún más a un régimen que salvó Putin de las protestas de 2020. Según un sondeo del Instituto Real de Asuntos Internacionales (la británica Chatham House), apenas un 3% de los bielorrusos apoya la acción militar contra un país que consideraban hermano.
Los informes recopilados por el Instituto para el estudio de la guerra (ISW, en sus siglas en inglés) apuntan a que Minsk está recibiendo muchas presiones del Kremlin para implicarse en la campaña. A mediados de marzo, Lukashenko denunció el supuesto impacto de varias bombas y un misil balístico en su territorio, y el Ejército ucranio acusó a Rusia de haber orquestado un ataque de falsa bandera.
Algunos medios como la CNN han publicado en la última semana que la OTAN y EE UU no descartan que Bielorrusia entre abiertamente en la guerra próximamente. La versión oficial es otra por ahora. Al ser preguntado el 21 de marzo por el movimiento de las fuerzas de Minsk en la frontera con Ucrania, un representante del Departamento de Defensa norteamericano descartó de momento su intervención. “No hemos visto indicadores de que los bielorrusos se preparen para entrar en Ucrania o hayan acordado eso”, recalcó.
Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.