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Biden anuncia un nuevo arsenal de sanciones y acusa al presidente ruso de querer “restablecer la Unión Soviética”

“Putin es el agresor. Ahora él y su país pagarán las consecuencias”, asegura el mandatario de EE UU. Las medidas golpean a grandes instituciones financieras y limitan la importación de productos tecnológicos

El presidente de EE UU, Joe Biden, el jueves en Washington. Foto: LEAH MILLIS (REUTERS) | Vídeo: EPV
Amanda Mars

Joe Biden aseguró el jueves que Rusia pagará por una invasión de Ucrania que Estados Unidos llevaba meses anticipando y que, pese a ello y a las mil amenazas de sanciones, Vladímir Putin ha acabado perpetrando. “Putin es el agresor. Putin ha decidido comenzar esta guerra. Ahora él y su país pagarán las consecuencias”, recalcó el presidente estadounidense. En coordinación con los aliados, anunció una nueva oleada de sanciones, que incluyen limitaciones a la importación de productos tecnológicos, el bloqueo a la financiación de empresas públicas y grandes grupos bancarios, castigos a individuos de la oligarquía rusa y nuevas restricciones para la deuda soberana del país. Biden prometió convertir al dirigente ruso en un “paria internacional”.

El presidente compareció ante los medios en la Casa Blanca poco después de reunirse con los líderes del G-7, tras una noche aciaga, de sangre derramada, en la que Putin había anunciado la guerra a Ucrania bajo el eufemismo de una “acción militar especial”. Que lo hiciera en plena reunión del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que, para más inri, preside ahora Rusia, da medida del desafío y del mensaje que estaba dispuesto a lanzar a Occidente.

“Putin quiere restablecer la antigua Unión Soviética. Y esa ambición es completamente contraria al lugar en el que está hoy el mundo”, señaló Biden. “Nunca se trató de una preocupación sincera por la seguridad, esto ha sido una agresión pura y simple. Putin tiene una visión siniestra del mundo”, añadió.

El arsenal de sanciones, aunque de calado, excluye sin embargo algunas acciones más trascendentales que estaban sobre la mesa, como las penalizaciones contra el propio Putin o la desconexión del sistema internacional de pagos SWIFT, que habría tenido implicaciones globales. Tampoco golpea el estratégico sector energético.

El presidente de Estados Unidos explicó que las medidas buscan “causar el máximo daño a Rusia y el mínimo en Estados Unidos y en los países aliados”. Admitió, sin embargo, que el paquete de sanciones podría tener consecuencias en el mercado del gas y del petróleo —Rusia es uno de los grandes suministradores mundiales― y se dirigió a los ciudadanos estadounidenses, que en noviembre acuden a las urnas por las elecciones legislativas, con este mensaje: “Esta agresión no puede quedar sin respuesta. Si la dejamos sin respuesta, las consecuencias serán peores”. Para tratar de contrarrestar el golpe, avanzó que Estados Unidos liberará más reservas de crudo.

Ha sido un viejo conocido el que ha puesto al presidente estadounidense ante el mayor conflicto exterior desde que llegó a la Casa Blanca, el que ha provocado la crisis más grave con Rusia desde el fin de la Guerra Fría. Biden vivió en primera línea, como vicepresidente de Barack Obama, tanto la revolución europeísta del Maidán (2014) como la reacción furiosa de Putin, que desembocó en la anexión ilegal de Crimea y el apoyo a las regiones separatistas del este de Ucrania.

Esta vez, a diferencia de entonces, la unidad de Estados Unidos y los aliados es más sólida, más allá de diferencias de tonos o estilos; y esta vez, Washington ha expuesto ante el mundo por adelantado cada uno de los pasos que creía que el Kremlin pensaba dar, a base de compartir las alertas procedentes de su información de inteligencia, con el fin de cortar su capacidad de sorpresa. Washington anticipó que los más de 100.000 soldados apostados en las fronteras con Ucrania aumentarían exponencialmente para preparar la invasión, y advirtió de que Moscú fabricaría pretextos para justificar la invasión —Rusia ha alegado una escalada de violencia en las regiones separatistas que Ucrania, y los aliados la desmienten―. Biden afirmó el pasado viernes que creía que Putin ya había tomado la decisión de atacar y que sucedería al cabo de unos días. Washington advirtió a Naciones Unidas, además, de que el jefe del Kremlin tenía ya una lista de individuos a los que represaliar. Y el propio Putin lo advirtió en su discurso del lunes contra los miembros del Gobierno ucranio.

El presidente ruso no ha tenido complejos en cumplir paso a paso lo que Estados Unidos ha ido avanzando. Ni eso, ni el arsenal de sanciones que prometieron los aliados han servido para disuadirle. Biden acusó a Putin de llevar a cabo un “ataque injustificado y sin provocación” contra el pueblo ucranio y ha alertado de las consecuencias “catastróficas” que tendrá. También advirtió de que Putin “quiere poner a prueba a Occidente, ver si estamos juntos en esto”. También anunció el envío de nuevas tropas a Alemania, desde donde el Ejército estadounidense supervisa sus operaciones en la Europa del Este.

La reunión del Consejo de Seguridad de la ONU alcanzó momentos dramáticos la noche del miércoles en Nueva York. El embajador ruso, como presidente mensual del Consejo, dio la palabra a su homólogo ucranio, Sergiy Kyslytsya. Este, en un tono tan desafiante como sereno, apartó los folios que llevaba preparados —”ya no sirven de nada”, dijo—, leyó un artículo de la Carta de la ONU e instó al embajador ruso a pronunciarse después de espetarle: “No hay purgatorio para los criminales de guerra. Se van directo al infierno, embajador”. “Rusia ha declarado la guerra a Ucrania”, dijo el representante ucranio. “No es una guerra, es una acción militar especial”, replicó el ruso, informa María Antonia Sánchez-Vallejo.

Error de Guterres

El secretario general de la ONU, António Guterres, asumió su error de percepción. “Estaba convencido de que no pasaría nada grave, me equivoqué”, dijo, e instó a Putin a la contención. “Solo tengo una cosa que decir desde lo más profundo de mi corazón: presidente Putin, no permita que sus tropas ataquen Ucrania. Dele una oportunidad a la paz, demasiada gente ha muerto ya”, pidió en vano.

Con las sanciones anunciadas hasta el miércoles, Estados Unidos había golpeado a dos grandes instituciones financieras públicas, a cinco miembros de las élites cercanas a Putin, a las vías de financiación de deuda pública y al consorcio responsable del nuevo gasoducto Nord Stream 2, que se construyó para transportar gas entre Rusia y Alemania por el Báltico, pero cuya entrada en funcionamiento ha quedado en suspenso por el conflicto.

La duda es cómo toda esta artillería afectará a Rusia, si el Kremlin ya ha hecho los cálculos y está dispuesto a aguantar el tirón. La Bolsa rusa se derrumbó el jueves, el rublo tocó un suelo histórico. Todo se podía dar por descontado, pero el grueso de las sanciones tardará en tener efecto, China representa una importante fuente alternativa de recursos a Occidente y las dentelladas del Ejército ruso van muy rápidas. Estados Unidos y los aliados de la OTAN han recalcado desde el principio que no desplegarán tropas dentro de Ucrania, ya que el país no forma parte de la alianza de defensa. Una futura entrada de esta antigua república soviética en la organización es, de hecho, uno de los elementos que han activado la agresión de Putin, que reclama garantías de que esa incorporación no tendrá lugar nunca. Los aliados sí han contribuido ofreciendo a Ucrania armamento y ayuda financiera. Ese respaldo, con todo, no parece suficiente para resistir la presión militar del Kremlin.

Una fuente del Pentágono citada por The New York Times señaló el jueves que, según su información, Moscú persigue “descabezar al Gobierno e instalar un presidente afín a sus intereses”. Biden quiso lanzar también un mensaje de esperanza. “No se equivoquen, la libertad triunfará”, insistió al final de su declaración.

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Sobre la firma

Amanda Mars
Directora de CincoDías y subdirectora de información económica de El País. Ligada a El País desde 2006, empezó en la delegación de Barcelona y fue redactora y subjefa de la sección de Economía en Madrid, así como corresponsal en Nueva York y Washington (2015-2022). Antes, trabajó en La Gaceta de los Negocios y en la agencia Europa Press

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