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Las opciones de Occidente frente al espectro de una invasión rusa de Ucrania

EE UU, el Reino Unido y la UE buscan un difícil equilibrio sobre represalias económicas de impacto que no causen excesivos daños colaterales

Soldados de Ucrania, en una trinchera en la región de Donetsk el día 18.Foto: ANATOLII STEPANOV (AFP) | Vídeo: EPV
Andrea Rizzi

La gran concentración de tropas rusas cerca de la frontera con Ucrania y el desarrollo de estructuras logísticas y vías de suministro en esa zona han desatado en Occidente la alerta sobre una posible invasión de las fuerzas del Kremlin en el país vecino. Frente a este escenario, las potencias occidentales han emitido rotundas advertencias, asegurando que una acción de ese tipo provocaría de su parte una contundente reacción sancionatoria con consecuencias catastróficas para Rusia. Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido se han pronunciado en ese sentido, dialogan al respecto, pero no han especificado detalles. ¿Qué podría hacer realmente Occidente?

La cuestión es muy espinosa. Las opciones son muchas, pero es dificilísimo cuadrar el círculo de un paquete de medidas que reúna el consenso de los principales actores occidentales, que golpee a Rusia sin causar graves perjuicios en la UE, sin precipitar una escalada incontrolable de confrontación, sin hacer un daño excesivo e injustificado a la población rusa.

En el plano militar, Ucrania no es miembro de la OTAN y por tanto no está protegida por la cláusula de mutua defensa. Es evidente que nadie se plantea una implicación activa. Dar impulso al suministro de armas sí es posible, pero muy delicado, pudiéndose convertir en casus belli, como pone en evidencia el documento publicado el viernes por Moscú, en donde recrudece su exigencia a la OTAN para que deje lejos del territorio ruso sus activos.

En el plano económico hay un amplio abanico de opciones, entre las cuales algunas que podrían ser efectivamente muy dolorosas para Rusia, pero aquí también con muchos riesgos colaterales que complican el escenario. Muchas opciones de sanciones económicas acarrearían considerables daños a Occidente, y además de una forma asimétrica —golpeando especialmente a la UE— que dificulta el esencial hallazgo de un consenso. Otras opciones más viables son menos eficaces y difícilmente alterarían el cálculo estratégico de Vladímir Putin. Instrumentos que provoquen un amplio daño a la ciudadanía rusa corren el riesgo de reforzar el apoyo popular al Kremlin. Acciones de aislamiento financiero-comercial pueden además, sobre todo en el pensamiento del liderazgo chino, fomentar la determinación para construir alternativas a los sistemas occidentales ahora centrales.

“El punto de partida es constatar que la economía rusa está estrechamente integrada con la de la UE. Si se aplica presión robre la primera, hay un reflejo sobre la segunda”, comenta Tom Keatinge, director del Centro de Estudios de Seguridad y Crímenes Financiero en el Instituto Real de Servicios Unidos (RUSI) británico. “Naturalmente, esto significa que habrá muy diferentes actitudes hacia sanciones fuertes en Fráncfort o Milán comparado con Londres o, todavía más, con Washington”.

A continuación, una mirada a los que parecen los campos de acción occidental más probables.

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PLANO MILITAR. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo explícitamente que la hipótesis de enviar tropas de combate en apoyo a Ucrania está fuera de la mesa. Washington lleva años ofreciendo ayuda militar a Kiev, pero de baja intensidad –asesoramiento, entrenamiento y suministro de armas de relevancia limitada-. En los últimos años, las entregas más significativas han sido drones armados desde Turquía y pequeños misiles antitanque Javelin de EEUU.

“Esta dinámica se explica por varios factores, entre ellos los escasos recursos financieros de Ucrania para adquirir y la reticencia de países extranjeros a entregar material ofensivo que pueda provocar a Rusia”, explica Siemon Wezeman, experto del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo.

Ante la acumulación de fuerzas rusas en la frontera, hay, sin embargo, voces en Occidente que abogan por un significativo incremento de los suministros militares a Ucrania, con la idea de que puedan tener un efecto disuasorio en Moscú. La Fuerzas Armadas de Ucrania han mejorado desde estallido del conflicto en 2014, pero su capacidad de combate está a años luz de la rusa, y poca resistencia podrían oponer ante una invasión a gran escala. El incremento de suministros no buscaría lograr un inviable acercamiento a las capacidades de Rusia, pero sí crear la perspectiva de que una invasión no podría llevarse a cabo sin sufrir daños considerables, y por tanto disuadir por esa vía.

Pero esta opción tiene problemas. Uno es el tiempo. La entrega y la capacidad de manejo de sistemas de armas complejos no se resuelven como si se tratara de suministrar camiones. Por otra parte, hay delicados cálculos políticos-militares.

Wezeman es escéptico ante esta perspectiva. En caso de ayuda consistente pero no fuertemente desequilibradora, y previa a cualquier acción rusa, Moscú podría responder “con más apoyo a los rebeldes del Donbas. Incluso incrementos sustanciales pueden ser fácilmente compensados por Rusia, que tiene mucho material almacenado entregable sin debilitar sus propias fuerzas. Más suministros, pues, corren el riesgo de convertir el conflicto en más dañino sin dar a Ucrania una ventaja decisiva sobre el Donbas”.

Ayudas desequilibrantes podrían incluso considerarse como un casus belli, ya que el Kremlin precisamente argumenta que la OTAN quiere usar Ucrania para acercar armas de peso a Rusia. Ayudas después de una posible invasión tampoco están tan claras. “En caso de invasión, dudo de que haya un incremento”, dice el experto. “Poco indica una voluntad general de hacerlo entre los aliados OTAN o incluso entre aquellos que lo han hecho hasta ahora. Llevaría a los aliados OTAN a una confrontación más directa con Rusia, y una vez lanzada una invasión probablemente ya sería tarde”, concluye Wezeman.

SECTOR FINANCIERO. Aunque no haya habido indicaciones oficiales explícitas, esta es obviamente un área susceptible de acción contra Rusia por parte de Occidente. Flota en el aire la posibilidad de excluir a las entidades rusas del circuito SWIFT, un sistema que facilita la transmisión de datos bancarios utilizado por unas 11.000 entidades de unos 200 países.

“Se la describe como la opción nuclear”, dice Maria Shagina, investigadora experta en sanciones internacionales en el Instituto Finlandés de Asuntos Internacionales y en la Universidad de Zúrich. “SWIFT es un sistema muy importante y muy eficiente. Esto no significa que no se pueda sustituir, y de hecho de forma preventiva las autoridades rusas han puesto en marcha un sistema alternativo, aunque actualmente no sea eficiente. La cuestión de fondo es que, si bien las dificultades podrían superarse con el tiempo, de entrada es probable que el mensaje causaría una sobrereacción de los mercados”.

Estas turbulencias naturalmente repercutirían también en aquellos que tienen relaciones financieras con Rusia, que es el quinto socio comercial de la UE. No hay duda además de que China, que también ha montado su propia alternativa a SWIFT, tendría incentivo a desarrollarla al ver que Occidente no titubea en proceder a una desconexión de ese tipo.

“Hay que entender que excluir de SWIFT no equivale a un embargo”, dice Keatinge, del RUSI. “Se pueden buscar alternativas. Pero es cierto que podría causar un shock de entrada. Y este shock repercutiría más allá de Rusia. Yo creo que la opción más lógica sería más bien ampliar las restricciones existentes de acceso a los mercados de capitales para ciertas entidades”.

La lógica de cortar el acceso a capitales se puede implementar por distintas vías, por ejemplo golpeando a entidades bancarias o con medidas dirigidas a los bonos de deuda. Otro instrumento sería limitar la convertibilidad del rublo a dólares, euros o libras. En todas ellas es fundamental medir el alcance de una eventual medida.

“En la convertibilidad, por ejemplo, no es lo mismo establecer restricciones para la actividad de instituciones concretas que marcar una prohibición general”, señala Shagina. Prohibiciones limitadas se exponen a ser sorteadas; generales provocarían una fuerte turbulencia, afectando a ciudadanos que no tienen culpas y complicando tremendamente el comercio cuando Occidente, y especialmente la UE, tienen una fuerte dependencia de Rusia en el sector energético.

“En el sector de la deuda también habría efectos colaterales, pero más manejable”, apunta Keatinge. “Acciones decididas en esta área obviamente tendría un impacto en quienes detienen deuda rusa. Pero en este caso por lo general los afectados serían fondos de inversión, grandes bancos… no hablamos de una repercusión generalizada, con efectos sociales”.

SECTOR ENERGÉTICO. Otra área crucial para eventuales represalias contra Rusia es el de los hidrocarburos. Este es el monocultivo que alimenta la economía rusa. Un golpe duro ahí sería dolorosísimo para Moscú. El problema es, de nuevo, la interconexión. Según Eurostat, en 2019, Rusia suministró el 41% del total de importaciones de gas de la UE y el 26% de crudo. La dependencia es enorme, las alternativas complejísimas y lejanas. El mercado, además, se halla en un momento de gran turbulencia, con precios muy altos, y a las puertas del invierno.

En ese contexto, sobre la mesa está el bloqueo de la autorización para que pueda entrar en función el gasoducto Nord Stream II, que refuerza la conexión directa entre Rusia y Alemania puenteando el Este de Europa. Impedir la activación del gasoducto, completado hace unos meses, representaría una fuerte señal política por parte de Berlín, hasta ahora reticente a echar pulsos con Moscú en el terreno de la energía. El nuevo Gobierno de Olaf Scholz parece más dispuesto en ese sentido que el de Merkel. Pero todos saben que Europa necesita el gas ruso. Bloquear el Nord Stream II significaría simplemente seguir con el status quo de suministro por otras vías. Rusia prefería activarlo, pero su paralización no equivale a un daño catastrófico para ella.

Golpear las exportaciones de crudo, como se ha hecho con Irán, tampoco se configura como una opción viable ante un productor fundamental para el mercado y en un momento de tensión en los precios.

Más viables son restricciones a la venta de tecnología occidental puntera a compañías rusas en el sector de la energía o minero. Sin duda puede ser un estorbo significativo, pero cabe dudar de que se trate de algo que podría alterar el cálculo estratégico del Kremlin.

SANCIONES PERSONALES. Tras años turbulentos con la invasión del Donbás, la anexión de Crimea, oscuros episodios de interferencias o agresiones fuera de su territorio, Rusia ha sufrido varias rondas de sanciones a personas ligadas al círculo de poder central. Estas iniciativas tienen el aliciente de no acarrear derivadas negativas de peso para Occidente. Sin embargo, advierte Keatinge, “en el marco de acciones de represalia ante amenazas o ataques en Ucrania, serían una mera cortina de humo”. El experto del RUSI cree que esas sanciones tienen sentido en el marco “de la lucha contra el desembarco de capitales sucios o de actividades malignas”, pero ninguno en un contexto geopolítico como el de Ucrania.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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