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Tres muertos, dos juicios: un examen a la herida racial en Estados Unidos

Dos de los sucesos que marcaron el estallido Black Lives Matter en 2020, las muertes a manos del adolescente Kyle Rittenhouse y la del joven negro Ahmaud Arbery, se resuelven en los tribunales

Kyle Rittenhouse, el pasado 12 de noviembre, en el tribunal de Kenosha (Wisconsin).
Kyle Rittenhouse, el pasado 12 de noviembre, en el tribunal de Kenosha (Wisconsin).POOL (Reuters)
Amanda Mars

El turbulento verano de 2020 retumba estos días en dos puntos concretos de Estados Unidos. Dos de los episodios sangrientos que marcaron el estallido contra el racismo de aquellos días se someten a juicio al mismo tiempo y con lamentables parecidos entre sí. De nuevo, los tribunales se enfrentan a ciudadanos civiles que se toman la justicia por su mano. De nuevo, la lacra de las armas al alcance de cualquiera subyace sobre un baño de sangre. De nuevo, los vídeos de las tragedias han tumbado argumentos, encendido los ánimos. Y, de nuevo, la herida racial supura por todo el proceso. Seis meses después del juicio por la muerte del afroamericano George Floyd a manos del policía Dereck Chauvin, que fue condenado, el país vive otros dos litigios con las emociones a flor de piel y aguarda en vilo el veredicto.

En Georgia, un jurado formado por 11 personas blancas y una negra debe decidir sobre la muerte de un joven negro, Ahmaud Arbery, que el 23 de febrero de 2020 corría desarmado por una urbanización de una ciudad costera y fue perseguido por tres vecinos blancos que lo creían sospechoso de unos robos ocurridos en la zona. Ocurrió a plena luz del día. Uno de los primeros fiscales encargados del caso recomendó no presentar cargos contra los tres hombres, alegando que la ley del Estado permitía detenciones civiles (se derogó después). Cuando el vídeo que recogía la caza al hombre se hizo público en mayo, se produjeron los arrestos y el caso se convirtió en uno de los símbolos de las manifestaciones Black Lives Matter.

En Wisconsin, las partes presentan este lunes los argumentos finales por el juicio del joven Kyle Rittenhouse, hoy de 18 años, acusado de homicidio por la muerte el año pasado de dos manifestantes blancos en los disturbios que se desataron en Kenosha después de que un policía disparase al afroamericano Jacob Blake. Rittenhouse se ha convertido en símbolo y mártir para el ala dura de conservadurismo de Estados Unidos, que, junto a fuerzas de seguridad, ha recaudado fondos para su defensa y su fianza. “Kyle Rittenhouse fue a Kenosha a limpiar la suciedad dejada por los disturbios de votantes de Biden”, dijo la estrella de la FOX Tucker Carlson, una de las voces más influyentes de la derecha mediática. El escritor J. D. Vance, candidato al Senado por Ohio, dijo en Twitter: “Dejamos a nuestros chicos sin padres. Dejamos que los lobos prendan fuego a sus comunidades y cuando la naturaleza les dice que vayan y defiendan lo que nadie más está defendiendo, ponemos todo el peso del Estado y los monopolistas globales sobre ellos”.

Los recelos y la tensión han marcado ambos procedimientos. La selección del jurado del caso de Georgia, con solo una persona negra y 11 blancas, desató la polémica, al igual que el comentario esta semana del abogado defensor Kevin Gough, quejándose de la presencia de pastores negros en la sala: “No queremos más pastores negros aquí, u otro Jesse Jackson, que estuvo aquí la semana pasada, sentándose con la familia de la víctima tratando de influenciar al jurado”.

En Wisconsin, el juez que preside el tribunal recibió fuertes críticas por un comentario jocoso sobre la comida asiática al anunciar un receso, al hilo del posible retraso debido a los problemas en la cadena de suministro. No hay margen para el comentario ligero en estos dos casos, dos juicios en los que Estados Unidos examina muchos de sus traumas. En el de Rittenhouse, para empezar, este mismo juez no aceptó siquiera el uso de la palabra “víctimas” para referirse a los fallecidos, con el argumento de que no estaba claro si eran en realidad una amenaza a la que el joven acusado, que se derrumbó en el juicio, no tenía otra opción que responder.

Kyle Rittenhouse amaba a la policía. Se había enrolado como cadete en un programa para adolescentes que quieren ingresar en el cuerpo. Y también adoraba las armas. En una de las fotos de perfil de su cuenta de Facebook, aparecía empuñando su rifle semiautomático junto a otro chico, también armado, con el lema: “Deber. Honor. Coraje. Las vidas azules Importan”. El 25 de agosto de 2020, cuando la ciudad de Kenosha (Wisconsin) sufría la tercera noche de violentas protestas por la muerte de un afroamericano por tiros de la policía, el chico tomó su fusil y acudió a contener a los manifestantes.

Vivía en Antioch, una ciudad del Estado de Illinois a poco más de 30 kilómetros de Kenosha, y había decidido responder a la llamada de algunas de las milicias que esos días también campaban por las calles tomando la justicia por su mano. “La policía está superada en número y nuestro alcalde ha fracasado. ¡Tomemos las armas y defendamos nuestra ciudad!”, había escrito uno de los grupos, Guardia de Kenosha, en las redes sociales. Por la noche, en la manifestación, Kyle se enfrentó a los manifestantes. Como mostraron los vídeos de esa noche, forcejeó con dos de ellos —Joseph Rosenbaum, de 36 años, y Anthony Huber, de 26, ambos desarmados—, que trataron de arrebatarle el rifle. Les disparó y los mató. A un tercero, al paramédico Gaige Grosskreutz, que era el único de los tres con pistola pero se acercó al chico brazos en alto, lo hirió en un brazo.

La ‘normalidad’ de ver a un civil armado con un rifle

Este juicio trata, en parte, del derecho a la legítima defensa, de si el joven realmente temió por su vida y disparó como reacción a una amenaza creíble a su integridad. También toca, sin embargo, el nervio de la raza y ha hecho aflorar, una vez más, los descabellados escenarios que una sociedad civil armada puede provocar. Esto último se hizo palpable en una de las jornadas del juicio, cuando el agente Pep Moretti subió al estrado. El policía admitió que Rittenhouse se había acercado a él justo tras el tiroteo, con el rifle, brazos en alto, pero Moretti le pidió que se apartara porque el agente iba a buscar al pistolero y socorrer a las víctimas. El policía dijo que no interpretó por el gesto del adolescente que era el autor de los disparos y se estaba entregando, que al fin y al cabo, esos días, había mucha gente armada por las calles y no era infrecuente acercarse a las fuerzas de seguridad con los brazos en alto aquellos días.

James Kraus, el fiscal, preguntó a Moretti: “¿Entonces ver a alguien con un AR-15 no significaba gran cosa para usted en ese punto?”. Y el agente respondió: “No, en ese momento de la noche, no”.

¿Habría sido igual si fuera blanco?

¿Habría actuado igual la policía si Kyle Rittenhouse hubiese sido un chico negro de 17 años, armado con un rifle, durante aquellas protestas? La familia de uno de los fallecidos, Anthony Huber, ha demandado a la ciudad de Kenosha, al sheriff y al jefe de policía, acusados de conspirar con las milicias armadas y permitir sus acciones violentas. “Si Kyle Rittenhouse hubiese sido negro, habría actuado de un modo muy diferente”, apunta la demanda.

Es la misma pregunta que planea sobre el tribunal de Georgia que juzga a Gregory McMichael, un expolicía de 65 años; Travis McMichael, su hijo, de 35; y un vecino de estos, William Bryan, de 52. Ahmaud Arbery, un exjugador de fútbol de 25 años, vivía cerca del barrio en el que murió y, según sus allegados, probablemente se encontraba por allí corriendo. No ha trascendido ningún indicio que le apunte como sospechoso de los robos de aquellos días. McMichael padre lo vio pasar y lo encontró parecido con un sospechoso de los robos, así que llamó a su hijo, tomaron una pistola y una escopeta, y fueron a por él en una camioneta. El vecino los ayudó. Lo acorralaron, trataron de arrestarlo, forcejearon con él y Travis disparó.

En el juicio, el vecino explicó que se había involucrado en el asunto porque el “instinto” le decía que Arbery “había hecho algo malo”. Bryan estaba trabajando en su porche cuando vio al chico a la carrera y el vehículo detrás persiguiéndose, así que agarró las llaves y se sumó a la persecución con el ánimo de “ayudar”. Una vieja ley, que data de 1863, permite a los ciudadanos de a pie arrestar a individuos “razonablemente sospechosos”. Data del ocaso de la esclavitud y estaba pensada, en buena parte, para los esclavos de aquel pedazo del viejo sur. Luego, se utilizó a menudo para justificar los linchamientos a personas negras. El gobernador del Estado, el republicano Brian Kemp, la derogó después de esta tragedia. Los defensores de Travis McMichael han invocado esa ley, aún vigente en el momento del suceso, y el derecho a la legítima defensa, alegando que, durante el forcejeo, Arbery podría haber robado el arma y disparado. No había tanta expectación por un veredicto desde el juicio al policía Chauvin por la muerte de George Floyd.

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Sobre la firma

Amanda Mars
Directora de CincoDías y subdirectora de información económica de El País. Ligada a El País desde 2006, empezó en la delegación de Barcelona y fue redactora y subjefa de la sección de Economía en Madrid, así como corresponsal en Nueva York y Washington (2015-2022). Antes, trabajó en La Gaceta de los Negocios y en la agencia Europa Press

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