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Gente Nueva, el partido novel en la Duma rusa que promete una alternativa sin revolución

En un panorama político muy controlado y con la disidencia bajo asedio, es el primer grupo nuevo entrar en el Parlamento en casi dos décadas. Sus críticos creen que tiene la bendición del Kremlin y es una vía para dividir el voto opositor

Gente Nueva Rusia
Ksenia Goriacheva, Alexéi Nechaev y Sardana Avksentieva, del partido Gente Nueva, en la sede de la formación política en Moscú el pasado viernes.Anna Ponomareva
María R. Sahuquillo

Vaqueros, americanas, alguna sudadera con capucha. Un logo luminoso con el nombre del partido en forma de hashtag, ideal para las selfis. El ambiente y los perfiles en el cuartel general de Gente Nueva, en un luminoso edificio de oficinas en una zona acomodada de Moscú, es como el partido, con un aire casual de negocios. Fundado hace solo dos años en un país con un sistema político fuertemente controlado y la oposición al Kremlin bajo asedio, Gente Nueva se estrena en la Duma estatal, es el primer partido nuevo en entrar en el Parlamento en casi dos décadas. Y asegura que aboga por el cambio tranquilo desde dentro.

Fundado por un empresario de la cosmética, con una lista sin apenas rostros conocidos —y también, menos equipaje— y un programa entre práctico, con muchas propuestas sociales, y filosófico, con puntos sobre la importancia de la autorrealización para el desarrollo del país, Gente Nueva, sin embargo, no lo es tanto, según el análisis de algunos estrategas políticos rusos, que sostienen que la formación novel no solo tiene la bendición del Kremlin y la ayuda de su entorno, sino que es una versión más moderna y sofisticada de Rusia Unida, el partido del Gobierno, al que el presidente, Vladímir Putin, da su apoyo y cuya popularidad ha menguado. El mismo maniquí, pero con distinto traje; una treta del Kremlin para dividir el voto de la oposición y dar a una ciudadanía con apetito por el cambio, descontenta por la crisis económica y la merma en la calidad de vida, una opción “no dañina” para el régimen a la vez que alimenta la ilusión de un panorama político multipartidista, discurre la politóloga Tatiana Stanovaya.

En un escenario de intensa represión de la sociedad civil, con el destacado opositor Alexéi Navalni encarcelado por un polémico caso, su equipo perseguido o exiliado, y otros célebres disidentes vetados, Gente Nueva logró unos tres millones de votos en las elecciones legislativas de finales de septiembre —acaban de tomar posesión de 15 escaños—, las últimas antes de las presidenciales previstas para 2024 y en las que Putin tiene la opción de volver a presentarse tras la reforma constitucional. Comicios que volvieron a dar la mayoría a Rusia Unida, que ha consolidado su poder, pero ha perdido apoyo.

Alexéi Nechaev, fundador de Gente Nueva, desestima las conexiones con el Kremlin y se encoge de hombros al escuchar la alegoría sobre el partido de Putin. “No somos Rusia Unida, los votantes lo ven, lo saben y nos distinguen”, remarca el político en la sala de juntas del partido, presidida por una enorme pantalla. Asegura que quien se beneficia de esa interpretación es el propio partido del Gobierno, con la intención de desestimarles, y también, los críticos con Rusia Unida. “Y esa oposición no quiere competencia”, abunda. Creador de Faberlic, una exitosa empresa de cosméticos de venta directa que está en expansión (han abierto incluso en España), Nechaev (55 años), un hombre de lustrosa cabellera y tez bronceada, habla de progreso y crecimiento, de menos burocracia, proyectos educativos, programas sociales específicos, problemas ambientales y de riqueza para las regiones. También de “despertar” a la Duma.

Alexéi Nechaev, fundador y líder de Gente Nueva y diputado de la Duma estatal, en el cuartel general del partido en Moscú.
Alexéi Nechaev, fundador y líder de Gente Nueva y diputado de la Duma estatal, en el cuartel general del partido en Moscú. Anna Ponomareva

En un sistema de autoritarismo blando o de democracia controlada, como los analistas suelen definir a Rusia, donde los críticos tienen escaso margen de maniobra y los conceptos de izquierda y derecha que imperan en Europa están muy difuminados, los observadores dividen a la oposición rusa en dos tipos: la “no sistémica”, como las organizaciones de Navalni y otros partidos disidentes, que desafían directamente a Putin y suelen enfrentar tremendas trabas para registrarse y concurrir a comicios, y la “oposición sistémica”, que defiende las causas locales y en ocasiones desafía al partido del Gobierno, pero que en las cuestiones importantes está del lado del Kremlin. Formaciones “sistémicas” como el Partido Comunista —que ha aumentado en las últimas legislativas, nutriéndose del vacío de otras opciones opositoras y que está viendo movimientos en sus bases que se alejan del establishment y que denuncia el incremento de la represión y también fraude electoral—, el Partido Liberal Democrático, y ahora, Gente Nueva.

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En este esquema, Nechaev prefiere hablar de “partido alternativo”. “En Rusia la palabra oposición tiene un cierto velo”, plantea. “En Europa es normal, hoy es oposición, mañana está en el poder. Aquí, conlleva una doble etiqueta dudosa: para algunos es muy atractiva, para otros, si es la oposición significa que no puede hacer nada”, añade. “Nosotros somos un partido de desarrollo. En Rusia se ha hecho mucho esfuerzo para mantener la estabilidad, pero en un país donde la gente no vive bien, no hay nada que preservar”, señala Nechaev. “No obstante, la gente no quiere disturbios. No quiere revoluciones, sino más dinámica social”, zanja, alejándose de lleno de cualquier amago de protesta.

Congreso de Gente Nueva, el pasado agosto en Moscú.
Congreso de Gente Nueva, el pasado agosto en Moscú.Sergei Karpukhin / getty

Con esos mimbres, Gente Nueva ha pasado a ser el quinto partido en la Duma estatal. Una opción, por ejemplo, para votantes de mentalidad liberal; también para quienes buscan más relevo generacional no conflictivo que el de las formaciones tradicionales. Para formar la lista, el empresario Nechaev ha pescado, por ejemplo, en los programas de liderazgo, prácticas, educación y mentoría que financia y que creó hace años. De uno de ellos proviene Ksenia Goriacheva. La joven, de 25 años, cuenta que nunca había pensado entrar en política y que era bastante “escéptica” hasta que vio que Gente Nueva puede hacer las cosas “de otra manera”. “Somos constructivos, no solo criticamos, sino que también ofrecemos. Estamos a favor del cambio pacífico. Por eso entré en el partido, porque no hay radicalismo”, incide.

Gente Nueva, que ya tuvo buenos resultados en las elecciones locales del año pasado, en las que probó su maquinaria, ha llegado al Parlamento con el 5,25% de los votos (el umbral mínimo es 5%). Le ha ido especialmente bien en las regiones del Lejano Oriente ruso —en las que bulle un caldo de cultivo de enfado contra Moscú, donde muchos ciudadanos sienten que sus riquezas no revierten en sus ciudades e infraestructuras—, y en Siberia.

El desarrollo territorial y un cambio en la política de reparto de impuestos para dar más y más poder de decisión en el gasto a las regiones en un país fuertemente centralizado es, de hecho, un punto fundamental en su programa. Su asesora para estos temas es una de las pocas figuras conocidas del partido, Sardana Avksentieva, que llega de una de esas regiones menos conformes con el reparto, Yakutia, un gigantesco territorio rico en recursos naturales y en el que sus habitantes creen que poco de lo que sale de allí para el presupuesto general se revierte en el beneficio regional. La hoy número dos de Gente Nueva se hizo conocida en toda Rusia en 2018 al arrebatarle la alcaldía de Yakutsk a Rusia Unida y al decretar algunas medidas populares, como la reducción de los coches oficiales o recortar en banquetes de lujo.

Sardana Avksentieva, exalcaldesa de Yakutsk y número dos de Gente Nueva, en una entrevista en la sede del partido en la capital rusa.
Sardana Avksentieva, exalcaldesa de Yakutsk y número dos de Gente Nueva, en una entrevista en la sede del partido en la capital rusa.Anna Ponomareva

Avksentieva, de 51 años, cuenta que entre las prioridades del partido está convertirse en “la voz de las regiones” y apoyar a las pequeñas y medianas empresas para que se conviertan en “una verdadera clase media”. “Hablamos un lenguaje diferente [al de la mayoría de los políticos], nos dirigimos a la gente en su idioma, los entendemos y escuchamos”, dice la diputada, que asegura que no está alejada de la realidad porque va al trabajo en metro, no tiene asistenta o hace la compra. “Esta nueva misión es importante porque abrimos el camino para todos los partidos nuevos, le damos a la gente esperanza de que los cambios son posibles, normales, democráticos”, insiste.

La cuestión es qué margen tienen los más nuevos de la Duma para colocar algunas de sus propuestas de cambio tranquilo y mantenerse así a flote como una alternativa política. El estratega político Abbas Gallyamov, antiguo escritor de discursos para el Kremlin, apunta que no cambiarán la situación radicalmente. “Después de todo, no son revolucionarios”, señala, “pero ese partido contribuirá a una cierta expansión del espacio de la libertad”.

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Sobre la firma

María R. Sahuquillo
Es jefa de la delegación de Bruselas. Antes, en Moscú, desde donde se ocupó de Rusia, Ucrania, Bielorrusia y el resto del espacio post-soviético. Sigue pendiente de la guerra en Ucrania, que ha cubierto desde el inicio. Ha desarrollado casi toda su carrera en EL PAÍS. Además de temas internacionales está especializada en igualdad y sanidad.

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