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Macron da más tiempo a Johnson para evitar el choque comercial

París suspende el ultimátum a Londres para seguir negociando las licencias de pesca y dice que esperará hasta el jueves

Boris Johnson y Emmanuel Macron, en la COP26, el lunes en Glasgow.

París y Londres han demostrado una vez más que nada en torno al Brexit es fácil ni antes ni después de la traumática salida del Reino Unido de la Unión Europea. El último ejemplo son las licencias pesqueras. Francia había amenazado con imponer, a partir de este martes, represalias si el Reino Unido no emite las muchas licencias que asegura siguen faltando para que sus pescadores puedan seguir faenando en aguas británicas. Lo hizo con tiempo, la semana pasada, consciente de que hasta el ultimátum habría múltiples posibilidades de negociaciones al más alto nivel: el presidente francés, Emmanuel Macron, y el primer ministro británico, Boris Johnson, coincidieron el fin de semana en Roma en la Cumbre del G-20 y el lunes en la inauguración de la COP26 en Glasgow. Ante las cámaras, ninguno dio muestras de ceder, pero a puerta cerrada los equipos negociaron intensamente toda la jornada. Cuando quedaban solo unas horas para que se cumpliera el plazo final, Macron anunció que se paraba el reloj. Las negociaciones continuarán este martes y, aunque la amenaza de sanciones sigue pendiente, no se harán efectivas al menos hasta el jueves.

Las conversaciones “continuarán mañana” (por el martes), dijo Macron desde Glasgow a periodistas franceses. Mientras tanto, el ultimátum de la medianoche queda frenado. “No vamos a imponer sanciones mientras negociamos”, explicó, citado por la agencia France Presse. “Veremos dónde estamos mañana a final del día para saber si las cosas cambian”, agregó abriendo una puerta a la esperanza de que el pulso acabe en unas horas. “He comprendido que los británicos van a presentarnos mañana otras propuestas”, acotó.

Poco después, el Elíseo confirmó además que el secretario de Estado para Asuntos Europeos, Clément Beaune, ha invitado al negociador británico con la UE, David Frost, el jueves a París, para “una discusión más profunda sobre las dificultades a la hora de aplicar los acuerdos entre la UE y Reino Unido”. Hasta entonces, no habrá sanciones. “Para permitir que continúe el diálogo abierto, las medidas anunciadas y preparadas por Francia no serán aplicadas antes de esa reunión y del análisis de las nuevas respuestas británicas relativas a las licencias de pesca”, explicó el propio Beaune en Twitter.

Hasta estas primeras señales de distensión, todo apuntaba a que Europa estaba al borde de un nuevo choque comercial con Londres.

Johnson es el rey de las metáforas, siempre que se ajusten a sus propios intereses políticos. En la Cumbre del Cambio Climático en la ciudad escocesa de Glasgow, el primer ministro británico describió a los países participantes como un James Bond —el agente escocés al servicio de Su Majestad— que debe elegir qué cable cortar para evitar que estalle el artefacto de la catástrofe. En este caso, la catástrofe climática. Sin embargo, ante la urgencia más inmediata, la colisión diplomática con Francia por el conflicto pesquero en aguas del canal de la Mancha, Downing Street parecía decidido agitar el explosivo.

Bajo el mismo techo del centro de convenciones que acoge la COP-26 coincidieron Johnson, Macron, y la ministra británica de Exteriores, Liz Truss. Ante las cámaras, ninguno quiso durante la jornada mostrar un gesto de apaciguamiento. Más bien al contrario: Truss anunció de hecho la disposición del Gobierno británico a invocar los mecanismos de resolución de disputa del acuerdo comercial firmado por el Reino Unido y la UE si París no retiraba su ultimátum. Sería la primera vez que se echa mano de un mecanismo tan drástico, pensado para gestionar los conflictos de la era pos-Brexit. Pese al duro tono de ambas partes, las negociaciones a puerta cerrada continuaban, según confirmó el Elíseo.

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París ha amenazado con prohibir que los pesqueros británicos puedan desembarcar su carga en los puertos franceses designados. Además, ha advertido de que reforzará los controles aduaneros y sanitarios y de que realizará controles de seguridad “sistemáticos” de los barcos británicos. El ultimátum incluye también “reforzar” los controles de camiones en dirección a o procedentes del Reino Unido, cuyo principal punto de paso es el Eurotúnel en la ciudad portuaria francesa de Calais. A más largo plazo, y si Londres sigue sin dar su brazo a torcer, París amenaza asimismo con “revisar el suministro energético” de las islas anglonormandas, que depende de proveedores franceses. Las represalias entraban formalmente en vigor en la medianoche del 2 de noviembre, aunque por el momento quedan paralizadas.

Durante la breve reunión con Johnson a puerta cerrada del domingo en Roma —de la que no hubo ni una foto oficial—, Macron hizo una propuesta con una serie de puntos a resolver “a muy corto plazo” como “prueba de buena voluntad recíproca”. Una “desescalada”, dijo el Elíseo. Ahora, advirtió el presidente francés, “la pelota está en su cancha.(...) Si siguen actuando como si no quisieran cumplir lo acordado, lo lamentaré, pero no podremos dejar de responder y defender a nuestros pescadores”.

La primera respuesta, poco alentadora, llegó el lunes de boca de la responsable de la diplomacia británica. “Sería un enorme error por nuestra parte plegarnos ante estas amenazas de Francia”, dijo Truss en la emisora Times Radio. “No se trata únicamente de amenazas a nuestra flota pesquera, sino al suministro de energía de las islas anglonormandas. No tengan la menor duda: llevaremos este asunto al mecanismo de resolución de conflictos si Francia no se retracta de inmediato”, advirtió Truss, que dio a París un plazo de 48 horas para frenar sus “amenazas” mientras culpó en exclusiva a los franceses y a su elevada retórica del conflicto entre ambos países. “[Macron] debe dejar de amenazar a los pesqueros británicos y aceptar que tenemos todo nuestro derecho a conceder o no las licencias pesqueras de acuerdo con lo establecido en el acuerdo comercial”, dijo la ministra. Horas más tarde, Macron daba a entender que las líneas sin embargo se habían movido desde ambos lados. El presidente francés dijo “confiar en que Johnson se toma en serio” las propuestas francesas para que las negociaciones logren el martes un “resultado”.

Hasta la fecha, Francia venía rebatiendo las afirmaciones de Londres acerca de que ha concedido ya el 98% de las licencias solicitadas por pescadores europeos para faenar en aguas británicas. Según París, son solo el 90%, pero hay aún más: prácticamente todas las que faltan por conceder son francesas, un tema en el que ve algo más que la “cuestión técnica” que alega Londres. “Después de 10 meses [de negociaciones], cuando faltan tantas licencias procedentes de un solo país, no se trata de una cuestión técnica, sino de una decisión política y una violación” del acuerdo pos-Brexit, tuiteó el domingo Clément Beaune. “Un amigo, un aliado y un socio responsable debería cumplir su palabra y respetar sus compromisos legales”, insistió.

El Gobierno de Johnson se había aferrado por su parte a la aparente torpeza de la otra parte, al publicar por accidente en Twitter fragmentos de la carta que el primer ministro francés, Jean Castex, envió a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en la que se urgía a hacer entender al Reino Unido que “provoca más daño salir de la UE que permanecer dentro”. Era el combustible ideal para alimentar el discurso euroescéptico de Downing Street, y llegaba en el peor momento. La tensión entre Londres y Bruselas en torno al protocolo de Irlanda del Norte hace cada vez más posible que se desate una guerra comercial entre los dos bloques, aunque quizás la negociación abierta ahora por la fuerza por París logre apaciguar también ese frente.

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