Merkel y Macron buscan acercarse a China pese a los recelos de Biden
Los dos dirigentes hablan del cambio climático y la pandemia en una cita virtual con Xi
Francia y Alemania buscan una vía europea en la guerra fría entre Washington y Pekín. El presidente francés, Emmanuel Macron, y la canciller alemana, Angela Merkel, se reunieron este lunes por videoconferencia con el jefe de Estado chino, Xi Jinping, para relanzar la cooperación tras meses de desencuentros.
Los europeos se han alineado en las semanas recientes con las críticas de la Administración de Joe Biden a los derechos humanos en China y a la supuesta agresividad de este país en la región Asia-Pacífico. Era el momento, para los dos motores de la Unión Europea (UE), no de una corrección —pues ni Macron ni Merkel se apartaron de las posiciones sobre China en las cumbres del G-7 y de la OTAN en junio—, pero sí de marcar un enfoque propio y distinto del de Estados Unidos, más beligerante ante la potencia asiática.
Era la tercera reunión por videoconferencia entre Merkel y Macron, de un lado, y Xi del otro, en poco más de medio año. El encuentro debía servir para buscar un terreno común tras semanas de tensiones y fijar una agenda de cooperación sin obviar las cuestiones que les separan. En primer lugar, las acusaciones a Pekín, por parte de EE UU y la UE, por el trato a la minoría uigur en la provincia china de Xinjiang.
”El presidente de la República y la canciller de la República Federal de Alemania”, afirmó el comunicado del Elíseo, “han compartido las graves preocupaciones respecto a la situación de los derechos humanos en China y han recordado sus exigencias en cuanto a la lucha contra el trabajo forzoso”.
Es solo una frase, y la última, de un texto que repasa las cuestiones en las que la cooperación entre ambas partes puede desarrollarse: desde el cambio climático, donde China es un socio imprescindible, hasta los esfuerzos para restablecer las conexiones aéreas tras un año y medio de pandemia.
Los líderes hablaron, según la agencia de noticias china Xinhua, sobre lo que Xi describió como una “oportunidad”: la iniciativa conocida como Nueva Ruta de la Seda, una red de infraestructuras por vía terrestre y marítima con la que Pekín quiere conectarse con el resto del mundo. Los llamamientos del presidente chino para aprovechar esa iniciativa llegaban pocas semanas después de que el G-7 —en el que no participa China— acordase desarrollar una alternativa al proyecto regida por principios democráticos.
Xi propuso la creación de una plataforma a cuatro bandas —China, Alemania, Francia y África— para desarrollar el continente africano, donde la pujanza china erosiona la influencia europea. Macron instó al líder chino a plantearse mayores condonaciones de la deuda a los países de esa región, mientras que Merkel indicó que Alemania consideraría seriamente la propuesta china.
La agenda de la videoconferencia, anunciada con unas horas de antelación, era muy técnica; el fondo era geopolítico. Se trata de definir el lugar de Europa entre los Estados Unidos de Joe Biden y la China de Xi Jinping. En esta partida de ajedrez a tres bandas, Washington intenta alinear a los europeos lo más cerca de su posición; Pekín pretende alejarlos.
En la cumbre del G-7 en el Reino Unido, en junio, las viejas potencias industriales pidieron una investigación en China sobre los orígenes del virus de la covid-19; exigieron a Pekín respeto de los derechos humanos y las libertades en Xinjiang y Hong-Kong; y se declararon “profundamente preocupadas” por “los intentos unilaterales de alterar el statu quo y aumentar las tensiones”. Unos días después, los líderes de la OTAN afirmaron que las “ambiciones declaradas de China y su comportamiento resuelto presentan desafíos sistémicos al orden internacional basado en las reglas y en áreas importantes para la seguridad de la Alianza”.
Por entonces, la relación entre los Veintisiete y la segunda economía del mundo ya se había enrarecido. En marzo, Bruselas había impuesto sus primeras sanciones a China desde el embargo de armas tras la matanza de Tiananmén en 1989. En castigo por lo que considera graves violaciones de los derechos humanos por parte de Pekín contra la minoría uigur en la región de Xinjiang, la UE añadió a su lista negra a cuatro dirigentes y una entidad chinos.
El Gobierno de Xi respondió de inmediato y con creces, al sancionar a diez individuos y cuatro entidades. Y en mayo, el Parlamento Europeo congeló la ratificación del acuerdo de inversiones que los dos bloques habían terminado de cerrar cinco meses antes, en diciembre de 2020, después de siete años de arduas negociaciones.
Fomentar la cooperación
En la videoconferencia de este lunes, según la cadena CCTV, Xi exhortó en la reunión a Macron y Merkel a desempeñar un mayor protagonismo en cuestiones internacionales y a demostrar “independencia estratégica”. En lenguaje diplomático de Pekín, significa tomar decisiones de manera independiente de Washington.
¿Dónde se colocará Europa en un mundo dominado por dos potencias en tensión, EE UU y China? ¿Existe una vía intermedia? ¿O los europeos deben actuar en bloque con su aliado occidental? Macron, en un coloquio en el laboratorio de ideas estadounidense Atlantic Council, el pasado febrero, dibujó dos posibles escenarios, en su opinión, y ambos negativos. “En el primero”, dijo, “nos encontraríamos con una situación en la que todos nos unimos contra China”. Según el presidente francés, el alineamiento entre EE UU y la UE ante China “sería contraproducente”, porque empujaría a China actuar por su cuenta y disminuir la cooperación.
Pero Macron también rechazó la equidistancia de Europa entre ambas potencias. “No tiene sentido, porque en modo alguno somos un rival sistémico de EE UU. Compartimos los mismos valores, la misma historia. Y afrontamos desafíos a nuestras democracias”, afirmó.
Pekín endurece el tono en la escena internacional
Pekín ha adoptado un discurso cada vez más asertivo en el escenario internacional, con un tono endurecido respecto al comienzo de la pandemia. El pasado 1 de julio, con ocasión del centenario del Partido Comunista de China, el presidente Xi Jinping pronunció un discurso de marcado corte nacionalista desde la puerta de Tiananmén, donde Mao Zedong proclamó el nacimiento de la República Popular en 1949. Entonces, el presidente chino advirtió que los países que intentaran dominar al suyo “se estrellarían de manera sangrienta contra un muro de acero construido con la carne y sangre de 1.400 millones de chinos”.
Su ministro de Exteriores, Wang Yi, se hacía eco de las palabras de su presidente este fin de semana, al advertir en un foro internacional en Pekín que “ningún individuo o fuerza debería subestimar la determinación y capacidad del pueblo chino para defender la soberanía, la seguridad y el desarrollo de este país”. “China ya no es el país de hace un siglo”, subrayó.
En el mismo foro, el embajador de la UE en Pekín, Nicolas Chapuis, se lamentó de que la actitud de China ya no es solo asertiva, sino que se está volviendo agresiva, “muy a nuestro pesar”. “El multilateralismo efectivo implica que todas las naciones, grandes y pequeñas, se sienten a la misma mesa con los mismos derechos, y que, más importante aún, acepten las opiniones de otros de manera tolerante y constructiva”, agregó el representante europeo.
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