Las salidas de migrantes hacia Europa por mar suben un tercio al aliviarse la pandemia
La covid-19 y las expulsiones de los guardacostas griegos frenaron en 2020 las llegadas, pero el buen tiempo y la presión hacia Bruselas desde el norte de África fomentan la apertura de fronteras
El flujo migratorio hacia Europa se va despertando poco a poco. En los cuatro primeros meses de 2021, se han registrado 36.100 llegadas irregulares al Viejo Continente, lo que representa un aumento de un tercio respecto al mismo periodo de 2020, caracterizado por el parón que supusieron —principalmente desde marzo— las restricciones de movilidad derivadas de la pandemia. A ese descenso del año pasado contribuyeron también de manera fundamental, según los expertos, las devoluciones de pateras de los guardacostas libios en la ruta del Mediterráneo Central, y los miles de expulsiones en frontera que han ido documentando las ONG ―y hasta el Parlamento Europeo― por parte de la policía griega en el mar Egeo.
Sin contar con la entrada masiva desde Marruecos a Ceuta (España) el pasado lunes —entre 8.000 y 10.000 personas cruzaron de manera irregular por el espigón del Tarajal, aunque se devolvieron poco después forzosa o voluntariamente unas 7.500, según el Ministerio del Interior español—, de enero a abril de este año 36.100 migrantes han traspasado ilegalmente las fronteras exteriores de la UE, según el último informe de Frontex, que indica que esa cifra representa un tercio más que la registrada durante el mismo periodo de 2020: algo más de 24.000, según la misma agencia, aunque otras fuentes como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) lo rebaja a unas 17.000. Tan solo el pasado abril, la agencia de control de fronteras exteriores de la UE registró 7.800 cruces ilegales, lo que cuadruplica el mínimo histórico alcanzado ese mismo mes del año anterior.
Este aumento no altera, sin embargo, la discreta tendencia a la baja respecto a dramáticos veranos como los de 2016 y 2017 que expertos como Gerald Knaus, fundador y presidente del centro de debate European Stability Initiative (ESI), han ido observando en la ruta del Mediterráneo Central, sobre todo desde 2018. “Desde hace tres años, la situación es estable desde un punto de vista histórico”, explica al teléfono desde Alemania Knaus, quien subraya que los 2014, 2015, 2016 y 2017 fueron años “excepcionales” con cientos de miles, a veces incluso superando el millón, de llegadas a causa, principalmente, de la guerra en Siria. Sara Prestianni, responsable del programa de migración y asilo de EuroMed Rights, una organización paraguas bajo la que operan 65 ONG, añade al teléfono desde Roma que, pese a que las llegadas han aumentado tímidamente por esta ruta, “Frontex no cuenta que la cifra más trágica son los retornados a Libia: 8.000 personas en 2021”.
La mortífera ruta del Mediterráneo central (573 ahogados en 2021, según la ONU), que conecta el norte de Libia y Túnez con Italia ha sido en la que Frontex, junto con la vía canaria, ha visto mayor actividad durante los cuatro primeros meses de 2021: las llegadas irregulares han aumentado allí un 153% con un total de 11.602 personas, sobre todo ciudadanos tunecinos y costamarfileños. Prestianni lo achaca, además de al buen tiempo ―un factor que siempre ha existido y por el que este verano se prevén más pateras―, a la utilización de la migración por parte de los países del Magreb y Turquía como arma de “chantaje” hacia la Unión Europa cuando se avecinan negociaciones. “A Lampedusa llegaron más de 2.000 migrantes justo dos días antes de una reunión del Consejo Europeo”, ilustra. “Aumentan las salidas desde Túnez y Libia por la lógica de presión política a la UE. Lo mismo acaba ahora de hacer Marruecos”, sostiene en referencia al aluvión de migrantes, muchos de ellos menores, que las autoridades marroquíes permitieron cruzar a Ceuta en lo que los analistas creen es una respuesta a la hospitalización en Logroño del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali. Mariana Gkliati, investigadora en la Universidad de Leiden (Países Bajos) y experta en Frontex, reconoce que en los últimos tiempos se ha observado una “instrumentalización” de la situación de los refugiados.
En esa misma línea, un enérgico Knaus explica que, pese a que el número de llegadas a la UE esté aumentando, especialmente en el Mediterráneo central y en el Atlántico hacia Canarias, no es excesivamente elevado. Lo que existe, continúa, es la sensación de que hay constantemente una “guerra” en las fronteras europeas a causa de lo que él llama “momentos de pánico”, como lo ocurrido recientemente en Lampedusa y el pasado invierno en Canarias. “El peligro es que estos hechos son aprovechados por la extrema derecha, que nos insiste en que hay una guerra permanente en nuestras fronteras exteriores”, ilustra el experto para poner el ejemplo del éxito del discurso xenófobo de Marine Le Pen, en Francia; y de Matteo Salvini y Giorgia Meloni, en Italia.
Excepción
De todas las rutas migratorias hacia la UE cuyos flujos aumentan, la frontera entre Grecia y Turquía representa ahora una excepción. Pese al buen tiempo que suele imperar en esa zona en la que escasos kilómetros separan dos realidades tan distintas como son la Unión Europea y Oriente Próximo, las llegadas a Grecia desde territorio turco han descendido en lo que va de año un 58%, según Frontex. En los cuatro primeros meses de 2021, la agencia de fronteras ha identificado solo 4.828 cruces ilegales de personas que buscan refugio en suelo comunitario. Knaus admite que es sorprendentemente poco.
Sin embargo, la ONG Aegean Boat Report, que documenta semanalmente las devoluciones en frontera en este límite oriental de la UE, asegura que entre el 10 y el 16 de mayo, 11 embarcaciones con 273 personas a bordo iniciaron su viaje desde Turquía hacia las islas griegas del mar Egeo. De ellas, 10 embarcaciones fueron devueltas a la fuerza y solo 28 personas consiguieron alcanzar Grecia a bordo de una sola barca. Aunque las cifras nada tienen que ver con el dramático periodo entre 2014 y 2017, sí muestran una tendencia al alza, ya que la semana anterior no llegó ni una sola barca a las costas griegas.
“La explicación [al descenso de llegadas] está en la política de devoluciones que ha decidido emprender la policía griega”, asegura Knaus. Estos retornos en alta mar han sido documentados por diversas ONG y el Ministerio del Interior turco, que cada día publica las devoluciones de migrantes a su territorio. El escándalo ha llegado, incluso, al Parlamento Europeo, que a principios de año abrió una comisión de investigación para determinar el grado de responsabilidad de Frontex en toda esta cuestión y cuyo informe final se dará a conocer a principios de verano. “Desde 2016, Frontex tiene un mandato claro para las devoluciones, pero lo hace en colaboración con los Estados miembros. La agencia no decide las políticas de los países”, defiende Gkliati al teléfono. Para Prestianni, sin embargo, la organización que dirige el francés Fabrice Leggeri “era conocedora” de algunos retornos que violaron los derechos fundamentales de los migrantes. Knaus insiste, notablemente indignado al otro lado del teléfono, en que no es ningún secreto: “Grecia devuelve migrantes a Turquía, Croacia a Bosnia y Hungría a Serbia”.
El fundador de ESI resume el funcionamiento de los flujos hacia la UE en la paradoja a la que se enfrentan los Veintisiete, aunque de manera mucho más dramática los países del sur, de cara a la gestión migratoria. Según él, cuando las democracias respetan los convenios y las leyes internacionales, los cruces ilegales de migrantes en las fronteras aumentan porque hay terceros países ―como Marruecos, Turquía o Rusia― que “chantajean” con una apertura de fronteras. Al final es un quid pro quo, como dice Prestianni: “Los terceros países abren y cierran las puertas [hacia la UE] en función de cómo vayan sus negociaciones (…) El riesgo de la UE de sufrir chantaje es muy grande y lo domina todo”.
Pero si los Estados miembros comienzan a saltarse de facto las leyes recurriendo a la “brutalidad”, como con las devoluciones en Grecia (unos 10.000 en 2020) o en Libia (20.000 en todo 2020), aquellos terceros países ya no tienen margen para el chantaje en una negociación y, por tanto, el flujo migratorio desciende. “A nadie le importa ya romper las reglas”, se lamenta Knaus.
La ruta hacia Canarias, en máximos históricos
Las llegadas hacia España por las dos rutas tradicionales, el Estrecho de Gibraltar y el archipiélago canario, van en claro aumento. Canarias ha vivido este invierno una gran presión migratoria con la llegada de cayucos casi a diario y con miles de personas del África subsahariana apostadas durante días en el muelle de Arguineguín (Las Palmas de Gran Canaria). En 2020, el archipiélago alcanzó su máximo histórico con 22.600 llegadas registradas, según la agencia. Y el flujo sigue disparado: solo en lo que va de 2021, las llegadas al archipiélago español se han duplicado con 4.500 entradas irregulares sobre todo de nacionales de Malí y de Marruecos. Esa tendencia al alza comenzó en plena pandemia, lo que para Gerald Knaus, experto en el European Stability Initiative (ESI), refuerza la teoría de que no fue solo el virus lo que frenó el flujo de llegadas, sino las políticas disuasorias y de devolución -los llamados 'pushbacks'- de los guardacostas griegos (en el Mediterráneo oriental) y libios (en la ruta central) y su potencial réplica en el Mediterráneo occidental.
Es precisamente desde Marruecos desde donde este lunes cruzaron de manera irregular y casi simultánea unas 10.000 personas hacia la vecina Ceuta. Pero sin contar estos datos, esta ruta no había experimentado grandes cambios respecto a 2020. Tan solo un aumento del 5% con 3.167 entradas detectadas de manera irregular, sobre todo de argelinos, marroquíes y malienses. “Lo de Ceuta no tiene nada que ver con una crisis migratoria. Es una crisis diplomática”, sentencia Knaus.
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